Stormy Daniels se siente “un poco” reivindicada por el veredicto que convierte a Donald Trump en el primer expresidente culpable de delitos graves en los casi 250 años de historia de EE.UU. Su acertado adverbio de cantidad nos recuerda aquella pregunta tan abstracta del médico al pedirnos que puntuemos nuestro dolor del uno al diez. Stormy debe de andar en un 5, un aprobado justito que reconoce buena parte de sus penalidades. El mundo es cruel con las Stormy de turno, pero sobre todo machista y radicalmente desigual. ¿Cómo va a considerarse la palabra de una porn star, pues qué credibilidad puede tener quien exhibe todas sus carnes y agujeros de forma impúdica?
Es una forma de ver a Daniels, claro, pero de ningún modo la única. El cómico y cineasta Judd Apatow, que le dio papeles en dos de sus filmes y ha producido este año un documental sobre ella, la define como “una mujer de negocios muy seria y una cineasta que ha tomado las riendas de su carrera”. Otro punto de vista.
Stormy Daniels ha logrado que la torre Trump se tambalee
Aunque durante años dejara de interesar a los medios por su presunta falta de consistencia y ciertos pasos erráticos –su candidatura a senadora por Louisiana causó estupor–, Daniels ha logrado que la torre Trump se tambalee. “Una tormenta barrerá Louisana de políticos corruptos”, decían sus seguidores aquel 2017. Solo se equivocaron de lugar, y la tormenta ha caído en Nueva York.
De todas las fechorías que ha cometido Trump, ninguna había conseguido mancharle la corbata y enfadarlo tanto como esta sentencia, pues en la alta política el escándalo sexual combina el morbo con la moral y, sobre todo, extiende una larga sombra de desconfianza sobre la capacidad de control del líder, el mismo que somete a la actriz porno, la amenaza y trata de callarla con dinero. No sé cuánto tardará Stormy en abandonar su casa pareada en California, pero lo que es seguro es que la rabia trumpista y su berreada impunidad no tragarán esta derrota.
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