Saltar al contenido →

Verónica Echegui, íntima y personal: “Todos arrastramos un paquete de oscuridades”

La actriz observa a los demás para luego interpretarlos y se ha estrenado como directora con un Goya por el cortometraje ‘Tótem Loba’. Libre, efervescente, luce la colección My happy hearts de Chopard

En Verónica Echegui la curiosidad bulle, y se desborda a través de una mirada que parece capaz no solo de identificar cada emoción sino de aprehenderla para encarnarla algún día. Habita en ella la euforia, un don tan escaso como contagioso, y la esparce en la sesión de fotos, en el Palacio del Infante Don Luis de Boadilla del Monte, una joya neoclásica del XVIII. 

Parece que arda una gran chimenea aunque sus amplias estancias estén vacías. Y los colores explotan a pesar de la lluvia. Echegui sube y baja escaleras, baila, salta, y posa ante la cámara de Andrés García Luján, que, tumbado en el suelo, repta para obtener su mejor rostro. Emparentada con el premio Nobel José Echegaray, vive en el campo junto a su pareja –el actor Alex García– desde hace doce años.

Al día siguiente de las fotos viaja a Galicia, donde está preparando el rodaje de Justicia artificial. Asiste a juicios, aprende el funcionamiento de un juzgado de instrucción, habla con juezas y abogadas. Su estilista, Florence Reveillaud, me informa de la habilidad de la actriz para contar las historias que va a rodar. “En Justicia artificial  interpreto a una jueza joven y aguerrida que se ve en la disyuntiva de colaborar con un nuevo sistema de inteligencia artificial, o negarlo para impedir que se sustituya el factor humano”.

¿Y usted qué haría si se le planteara ese dilema?

Me parece un tema muy rico. Pero lo que hay que hacer es mejorar el sistema judicial, reformarlo, revertir la carencia de personal y de medios…. ese es el problema más grave de la justicia: que no se invierte lo suficiente en ella. Y no creo que la solución esté en la IA, una máquina no puede emitir un veredicto sin tener en cuenta el factor humano…

¿Cómo se preparó el papel de Ane para Intimidad, la serie de Netflix sobre la vulneración de la vida privada?

Aunque no trata exactamente del caso de la víctima de Iveco, leí sobre el caso real. Me impactó. Intenté entender su carácter, comprender qué la lleva al suicidio… Mi personaje no quiere contar su pasado, piensa: “Si me conocen como soy no me van a querer”. Tiene miedo a perderlo todo.

Y no puede soportar la humillación.

La consideran una puta, la acosan, la objetualizan, la hacen sentir impotente, se queda sola, es objeto de burlas y acoso… Y no pide ayuda en casa. Algo va mal, cree que es errática, que no la quieren, que no se merece nada. Hay mujeres que se pueden sentir reflejadas en un espectro de conflictos que hoy son muy universales: depresión, acoso… Pero también hay muchas mujeres que no se atreven a pedir ayuda; sienten una parálisis generalizada y tienen miedo a enfrentarse a lo que duele…

Verónica Echegui siente que su trabajo consiste en escuchar y observar a los demás, para luego interpretarlos. “Todo el mundo tiene mismos conflictos y problemas y necesidades. Y todos traemos un paquete de oscuridades, de malestar existencial y es parte de nuestro proceso gestionarlo, entenderlo, disponer de herramientas, para solucionarlo”. La actriz insiste en la importancia de pedir ayuda, también de una educación emocional que “debería ser el pilar de la educación, porque llenamos nuestros cerebros de datos pero: ¿qué pasa con nuestras relaciones? ¿Qué te llevas, al morir, Dinero no. Conocimiento, tampoco, bienes materiales, ninguno. Solo te llevas el amor”, afirma. 

¿Qué le supuso meterse en la piel de una suicida?

He reflexionado mucho sobre el tema, y hay varias líneas de acción contra él. Por un lado la visibilización, el decir: “No estás sola, vivimos en comunidad y los males de uno son los males de todos”. Y luego está la asistencia. Hoy no hay acceso gratuito al apoyo psicológico, y muchos no se pueden permitir pagarlo. Si es un mal endémico, tratémoslo como tal.

Hubo un tiempo en que quería ser personaje las 24 horas hasta que se dijo: “el manicomio o la interpretación”.

Vivía mi profesión de una manera más obsesiva, pero a mí me apetecía entenderla así, como un camino de búsqueda, de encontrar diferentes métodos. Yo era el personaje 24/7, no lo soltaba, hasta que me dije: “así no puedo trabajar, tengo que tener vida personal”… Partía de la inseguridad. Soy muy trabajadora, y a lo largo de mi carrera he aprendido a dejar que fluyan las cosas sin tratar de agarrarlas.

¿No le importa aceptar papeles secundarios?

No hay papel pequeño. Para mí lo importante es que resulten interesantes, que me enamoren. Me gusta meterme en el universo de otros.

Este año ganó su primer Goya –después de 6 nominaciones como intérprete– como directora del corto Tótem Loba. ¿Qué le significó pasar al otro lado de la cámara?

Me ha dado más libertad. He abierto una puerta, y puedo expresarme más abiertamente, aunque, por otro lado, me siento en pañales… Durante el proceso de hacerlo fui feliz, estaba pletórica, nunca había vivido la experiencia de materializar un imaginario y hacerlo carne. Pasar de mi imaginación a la realidad y ver cómo funcionaban las escenas.

Tótem Loba se inspira en un hecho que vivió en su juventud, cuando en unas fiestas locales una pandilla de chicos disfrazados de lobos las perseguían. ¿Dónde ocurrió?

En un lugar de la Mancha. Sí, muy quijotesco… de cuyo nombre no quiero acordarme. Fue un trauma, pero con el tiempo me ayudó a reflexionar. Tenía un recuerdo muy vívido de aquel momento: cuanto peor lo pasas, más te marca. Una noche divertida que se convirtió en pesadilla para mí, aunque no para otras chicas…En el filme trato de explorar la tradición, los roles de género, la adolescencia, el tema del individuo frente a la masa… Me gustaría trasmitir a las adolescentes, cuando se sienten perdidas porque quieren ser parte del grupo pero no comparten sus valores, que la solución siempre es hacer lo que una siente: date la vuelta y márchate.

Bigas Luna le ofreció el papel de la Juani, y desde entonces su trayectoria ha sido imparable. ¿Le dejó huella?

Revolucionó mi vida a todos los niveles. El más evidente fue el profesional, y lo que más gusta hacer es actuar. Era la primera vez que salía de casa, que empezaba a emanciparme, y fue para mi un padre. Y además me enseñó sobre el cine; me transmitió la alegría de rodar, la capacidad de improvisar… Era un hombre tranquilo, reflexivo, muy sensible, y la primera persona auténtica que me cruce en mi vida. Y encima, ¡lo artista que era! Me enseñaba con su ejemplo, sin aleccionarme. Me di cuenta tiempo después, y, cuando falleció, todo vino de golpe. Con el tiempo ha crecido mi agradecimiento.

Entrevista publicada en La Vanguardia el 25 de septiembre de 2022

Publicado en La Vanguardia

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *