La vocación acostumbra a entrar por la puerta trasera, cuando ni la esperas ni la buscas. Así le sucedió Jean-Paul Gaultier (Arcueil, 1952) quien recibió la llamada de la moda a través de la pantalla. En su primera adolescencia, el que sería el enfant terrible de las pasarelas, se encontró una tarde de sábado, frente al televisor, con un escultural traje blanco y negro que le hipnotizó; y se dijo inmediatamente que él quería hacer cosas como aquel vestido.
Se trataba de una secuencia de Falbalas (1945), el melodrama Jacques Becker –cuya madre, couturière de origen inglés, tenía su taller junto al de Coco Chanel en la rue Cambon– , que hoy le sigue emocionando como aquel día. “Sin el desfile de Falbalas no habría podido dedicarme nunca a este oficio”, ha repetido a lo largo de su carrera. Pero en lugar de acudir a clases de diseño, Gaultier se dedicó a ver películas para aprender de moda.
Pronto empezó a dibujar bocetos y los enviaba a los creadores que admiraba; hasta que consiguió acercarse a Pierre Cardin, cuyas prendas para la revolución sexual del Blow Up (1966) de Michelangelo Antonioni, le obsesionaban. El veterano empresario acogió con los brazos abiertos al joven Gaultier, que siguió sus pasos de couturier vedette en lugar de jugar el papel de misántropo inaccesible.
Hoy, a sus 61 años, el jubilado más activo de la moda –desde que en 2020 anunciara su retirada de las pasarelas, que no del diseño – ha emprendido un proyecto en colaboración con la Cinémathèque Française que en principio iba a ser una retrospectiva cronológica de la historia de la moda a través de los fondos de la institución. El archivo había sido bendecido por el valioso archivo de uno de sus fundadores, el mítico Henri Langlois, al que Cocteau rebautizó como “el dragón que guarda nuestros tesoros”.
Pero la muestra acabaría por convertirse en una exploración personal del diálogo cruzado entre el cine y la moda. La exposición, que ya se pudo ver en París, se inaugura el próximo 17 de febrero en CaixaForum de Madrid –contará con la presencia del diseñador-, y el próximo 5 de julio en Barcelona.
Cine y Moda reúne más de 250 piezas y obras que documentan en paralelo las historias de la moda y el cine, así como el contexto en el que vestidos y filmes fueron creados. Resulta muy interesante repasar las colaboraciones de grandes nombres del mundo de la moda –como la propia Chanel, Saint Laurent o Lagerfeld– con estrellas del brillo de Audrey Hepburn, Catherine Deneuve, Marlon Brando, Marilyn Monroe, James Dean, Brigitte Bardot, Sophia Loren o Sean Connery, entre muchos otros, en un itinerario lleno de hallazgos y curiosidades.
Otra cinta de referencia para Gaultier –que colaboró estrechamente con Almodóvar en el vestuario de Kika (1993) y La mala educación (2004,) además del El quinto elemento (1997) de Luc Besson– es Qui êtes-vous, Polly Maggoo (1966), primer largometraje del fotógrafo de moda y cineasta americano, afincado en París, William Klein. La cinta parodia la moda imposible así como la teatralidad egocéntrica, y comprueba el estupor que produjeron en la sociedad francesa los primeros trajes de Courrèges o Paco Rabanne, con sus metalizados. Fue de ahí donde surgió la idea del corsé de acero que Gaultier creó en los noventa para Madonna, con un claro mensaje: convertir en liberador algo que aprieta y constriñe.
La moda y el cine son dos disciplinas artísticas inseparables: toda imagen audiovisual documenta los códigos y tendencias en el vestir además de forjar iconos inolvidables. Desde las camisetas marineras de Querelle (Rainer Werner Fassbinder, 1982), símbolo homoerótico, hasta la adroginia bohemia de Jane Birkin exacerbada en Je t’aime moi non plus (Serge Gainsbourg, 1976).
Gaultier, el hombre que sexualizó los cuerpos y empoderó a las mujeres, el mismo que bautizó su primera colección para ellos con el provocador título de Hombre objeto, rinde tributo al séptimo arte que contribuyó a enterrar estereotipos sociales y sexuales mediante el vestuario.
Artículo publicado en Magazine Lifestyle de La Vanguardia el 14 de febrero de 2022.
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