En Ucrania se acaba de celebrar la Semana de la Moda, y los diseños han desfilado en streaming a la misma hora en que los tanques siguen desplegándose a lo largo de la frontera con Rusia. Desde lejos, cuesta entenderlo. Que en el país nevado y militarizado los talleres no detengan su trajín, los maquilladores vuelquen sus maletines de mago y las modelos acudan a los castings en Uber parece una fantochada. Pero los vestidos recién hilvanados acabaron por exhibirse, sin renunciar al fucsia. Miles de espectadores se dieron a la moda y al lujo como quien lo hace al whisky; pocos meses antes habían dejado pelados los almacenes Tsum Kíev. Su director declaró que las ventas aumentaron el doble en el 2021, superando en un 36% las precovid.
Los titulares de colorín trastean ajenos a los movimientos de las tropas que calientan motores. No importa que se anuncie la crisis europea más grave desde la cruenta escisión de Yugoslavia. Mientras los civiles son adiestrados para la contienda, la pasarela ucraniana celebra los 25 años de la Semana de la Moda, creada en 1997, la primera no solo en el espacio postsoviético sino en toda Europa del Este. Su orgullosa directora declara que el certamen resume “la historia de los diseñadores ucranianos, que entonces se unieron a nuestra idea de poner de moda su país”. Cabe objetar que Ucrania nunca ha sido portada por sus diseñadores sino por representar eternamente a David frente a Goliat.
En el 2014, tras la revuelta prorrusa del Maidán y el colapso del gobierno de Yanukóvich, la modelo y actriz ucraniana Milla Jovovich declaró: “No me interesa la política, pero voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para ayudar a los desamparados, los que no tienen armas”. Hoy, los creadores y minoristas recuerdan que, aunque la situación fue terrible, aguantaron. La industria languideció, aunque los diseñadores nacionales continuaron su búsqueda de una identidad autóctona que, tras la caída del comunismo, tuvo que remontar desde bajo cero. Más allá de aquellos Dior que adoraba Elena Ivánovna Diákonova, Gala, y del cambio de bodis y raquetas por las alfombras rojas de Sharápova, ¿cómo puede describirse la estética de la nueva mujer rusa? La respuesta ha sido siempre exceso y bling bling. En cambio, los talleres de los diseñadores ucranianos quieren impulsar una cultura de moda que glorifique creatividad y aspiración en lugar de rendirse al logo. Alejados de la embriaguez estética, la moda ucraniana ha desfilado sin temblar, con la mano en el pecho.
Artículo publicado en La Vanguardia el 10 de febrero de 2022.
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