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Crear valor como humo

An illustration picture taken in London on December 30, 2021, shows gold plated souvenir cryptocurrency coins arranged by a screen displaying a NFT (Non-Fungible Token) logo. - Non-fungible tokens or NFTs are cryptographic assets stored on a blockchain with unique identification metadata that distinguish them from each other. (Photo by Justin TALLIS / AFP)
Afp

Busqué un modelo de zapatillas virtuales de marca a doce euros para experimentar con esas cosas que no se tocan y que se alojan en la nube. Patullé en la aplicación del teléfono –que es el lugar donde pasamos gran parte del día– y logré probarme diferentes modelos sobre mi pie de verdad, de forma que mis calcetines reales quedaban cubiertos dentro de la aplicación por unas sneakers de coleccionista que encajaban como un guante, aunque solo existían dentro de la pantalla. Con ellas no podía pisar ni saltar o dar una patada, así que permanecí quietecita, tratando de ver qué podía hacer con aquella zapatilla que nunca tendría que recoger del suelo.

“Los NFT no tienen valor intrínseco y no benefician a la sociedad de ninguna manera. No se pueden utilizar para nada excepto para presumir ante otros que creen –o fingen– que sí tienen valor”, afirma el experto en mercados Matt Powell. Pero, hoy, la autenticidad digital cotiza al alza. Y marcas como Chanel o Hermès siguen una política aspiracional muy exclusiva: cada año suben el precio de sus bolsos icónicos, tardan en servirlos (prolongando el deseo) y los convierten en inversiones rentables que se revalorizan con el tiempo. Para protegerse de los NFT (non fungible token) de su modelo Birkin que empe­zaron a circular, Hermès ha decidido explorar el mercado virtual y crear sus propios NFT, aunque no los comercialice como medida protectora.

El desarrollo de la inteligencia artificial augura­ una sociedad de robots asistentes que nos ayudarán a razonar mejor; gracias a las diademas neuronales sabremos qué piensan los otros antes de cruzar palabra y también nos protegerán ante enfermedades veni­deras o nos harán hablar idiomas con soltura. Y esa nueva sociedad invertirá en experiencias, en lugar de en colecciones de aburridos jarrones chinos o muebles visionarios de Eileen­ Gray. Se trata del cambio de la era de la posesión a la de la accesibilidad que pro­nostica Byung-Chul Han, a quien estos días cito con demasía en su defensa de lo sólido y tangible frente a lo figurado e instantáneo.

El capitalismo aturde con su imperativo de la elección constante, e incluso, a veces, te doblega. Recuerdo un viaje a Nueva York, de treintañera, en el que pasé un día entero comprando, barrida por la adrenalina, a la busca del chollo o la rareza que me haría única. Ante cada nuevo hallazgo, una corriente de ilusión me encendía, pensaba cuánto se parecía a enamorarse. Pero, cuando llegué al hotel, el mareo me enfrió el cuerpo y el corazón se desbocó: la ansiedad de querer poseer aquello que me proyectaría como nunca antes me había envenenado. En muchas tiendas tienen identificados a esos clientes que convierten el cambio de prendas u objetos en costumbre. Compran arrebatados por el fulgor del acierto, aunque al llegar a casa el hechizo se haya deshecho al no contar ya con el aplauso de la dependienta que nos convence de que esa pieza es justo lo que nos falta en la vida.

Por ello, la compra física conserva todavía su ritualización. Annie Ernaux define los hipermercados como lugares que logran que el tiempo no exista, cápsulas aisladas donde los relojes no funcionan. En sus pasillos, los cinco sentidos actúan como una orquesta, mientras que la compra de experiencias virtuales resulta una ilusión desapasionada. ¿Qué es lo que buscamos con los NFT y las criptomonedas? Algunos responden que hacerse ricos. A otros simplemente les divierte. Y esa es la fiera que siempre acaba reventando las costuras de la historia: el aburrimiento.

Artículo publicado en La Vanguardia el 8 de enero de 2022.

Publicado en La Vanguardia

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