Pertenece al filo de las dos generaciones protagonistas de nuestro tiempo, la milenial y la zeta, pero sus facciones marcadas y su mirada profunda transmiten la actitud de una mujer con experiencia. Y no es para menos. Con solo 18 años, esta joven madrileña nacida en Móstoles en 1998, se estrenaba internacionalmente desfilando para Yves Saint Laurent en París, en el debut de Anthony Vacarello.
Su historia hace gala del romanticismo que impregnaba la carrera de las top models de los noventa, entre las que Gisele Bundchen fue su máximo referente. “No viví aquella generación, pero muchas modelos se hicieron carismáticas y, en cambio, hoy hay gran diferenciación entre lo profesional (el reconocimiento de la industria) y lo social (la influencia de las redes). Hay auténticas tops que hacen todos los desfiles importantes y no son conocidas por el gran público, a diferencia de una Kendal Jenner”.
Nuria es descendiente de la familia de banqueros y filántropos judíos alemanes, los Rothschild, aunque ella afirma: “Yo no pertenezco a la rama millonaria”. Cuando viaja por el mundo, a menudo encuentra su apellido estampado en los museos.
Fue una mañana montando en bici con su madre, Paloma, por la calle Fuencarral, núcleo del street-style español, cuando fue captada por una fotógrafa cazatalentos. Desde entonces su vida ha sido un no parar. Y en la última edición de la Fashion Week madrileña, L’Oréal le otorgó el galardón a la mejor modelo de la pasarela. También participó en el desfile de Alta Moda de Dolce &Gabbana celebrado en Venecia.
Quienes han trabajado con ella inciden en la solvencia de su trabajo y su entrega, sin veleidades. Se acerca a la cámara con naturalidad, incluso en los editoriales más sofisticados, y su imagen transmite un nuevo clasicismo, una distinción que emana de su armonía vital.
A su juicio, una modelo profesional debe tener ante todo gestualidad y paciencia. Una de sus fotógrafas preferidas es Emma Summerton, para quien posó con trajes históricos de Dior. “Me sentí muy privilegiada al ver mis fotos en el Museo de Artes Decorativas”.
Rothschild ha rejuvenecido el concepto de elegancia y es una de las tops que más trabajan, por ello vive entre Londres y Milán, donde compatibiliza su agenda con el estudio de diseño gráfico, edición y producción de vídeo: “Llevar el arte a lo digital me apasiona”. Entiende el lujo “como una experiencia o como algo que te hace sentir bien”. Y valora las piezas únicas realizadas con amor, dedicación y tiempo. “Una pieza artesanal también me parece lujosa”. Su abuelo era zapatero y ella lo ayudaba de niña en el taller y sus padres trabajan con antigüedades: “Me conozco todos los rastros y mercadillos de Madrid”.
Nunca ha pisado la alfombra como una estrella porque con su magnetismo alcanza algo mucho más difícil de conseguir: nadie olvida su mirada.
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*Créditos: Fotografía: Andrés García Luján/Estilismo: Blanca Unzueta/Maquillaje: Natalia Belda para Benefit/Joyas. Alta joyería de la colección Magnífica de Bvlgari/Dirección creativa: Joana Bonet
Artículo publicado en Magazine Lifestyle de La Vanguardia el 28 de noviembre de 2021.
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