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Lily Collins lleva como nadie el lujo rebelde de la última colección de alta joyería de Cartier

Clash (Un)limited, una colección muy exclusiva (Cartier)

“Nunca copiar, solo crear” o “sed muy amables” eran algunas de las recomendaciones del fundador de la maison, Louis-François Cartier, a sus orfebres y empleados a finales de la década 1840, cuando ocupaban todavía el taller de la rue Montorgueil. Pero al convertirse la princesa Mathilde Bonaparte, sobrina de Napoleón, en clienta asidua, Cartier se mudó a la rue de la Paix en pos de mayores ambiciones. Entonces oscilaba entre la invención y el arte en busca de nuevos objetos, y empezó a hacerse célebre con un reloj cuyo mecanismo quedaba escondido llamado Mistery Clock.

La innovación y la audacia, así como los mensajes que conseguían que transmitieran sus piezas, convirtieron a Cartier en “el joyero de los reyes y el rey de los joyeros”, según la bendición de rey Eduardo VII. Y es que la historia de la firma está cosida de iconos. En 1914 Cartier lanzó su reloj Panthère, con diamantes y ónix engastados en la pulsera, que, persiguiendo el instinto y la belleza de la pantera, daría lugar al emblema de la firma. Y dos años después, en plena Gran Guerra, el reloj Tank se inspiró en los carros de combate de los frentes europeos. 

Lily Collins luce el un reloj-mitón Baignoire Mitten, la pieza más especial (Cartier)

Una pieza única

Una de sus piezas más especiales es un reloj-mitón –Baignoire Mitten– que refuerza los puentes tendidos entre el arte y la joyería. Se trata de una pieza única compuesta por una malla de oro rosa engastada de una auténtica constelación de diamantes (casi 1.600), y en la que se inscribe la esfera de un reloj Baignoire Allongée.

En 1924, Jean Cocteau, amigo de Chanel y Cartier, le sugiere a este que repiense las formas saturnianas, y así nace el Trinity Cartier, compuesto por tres anillos de oro amarillo, rosa y blanco –que representan a la Santísima Trinidad– entrelazados. Les seguirían muchos más: el mítico anillo Taylor-Burton, la pulsera Love, o el sencillo clavo de oro Just un Clou… La firma, hoy propiedad del grupo Richmond, sigue bebiendo del art decó, fuente de inspiración inagotable hasta nuestros días, como demuestra su última colección cápsula, Clash [Un]limited, cuya embajadora es la actriz Lily Collins.

Los brazaletes de la colección combinan diamantes y ónix (Cartier)

“Esta colección es audaz, feroz y muy diferente, pero al mismo tiempo muy Cartier. Un nuevo giro en su historia, aunque en el fondo Cartier se mantiene siempre fiel a su esencia. Y así es como yo me veo a mí misma, por lo que fue un gran honor que me pidiesen ser el rostro de una colección que está superando los límites” declara. Collins. 

La protagonista de Emily in Paris elige, de entre todas las piezas que conforman Clash [Un]limited, los anillos con tachuelas: “se deslizan entre los dedos y son fascinantes. Es una forma totalmente nueva de llevar joyas. Cartier añade un pequeño elemento de sorpresa a la colección. Hay una feminidad real, pero con un lado duro que desprende esta energía que me hace sentir especial cuando los llevo”.

Volúmenes exagerados, negros intensos y formas extravagantes dan forma a una colección, de edición limitada, cuyo concepto se basa en la tensión extrema. Son piezas que buscan el choque de opuestos, de geometrías rigurosas, y los volúmenes sobredimensionados.

Anillo con 396 diamantes, un total de 3,73 quilates amatistas y ónix (Cartier)

En Clash [Un]limited adquiere especial relieve el picot –la clásica forma piramidal de la firma–, con un enfoque radical en joyas en blanco y negro (a veces con pinceladas violeta). En el cofre de la colección se encuentran piezas con distintos usos: joyas de bolsillo, anillos que se colocan entre dos dedos o anillos dobles, pendientes de clip para llevar en el interior o a lo largo de la oreja, pulseras y collares reversibles… Tiene algo de revisión sofisticada del punk británico de finales de los 70, a fin de contagiar a las piezas de su pálpito iconoclasta; eso sí, con ónix en lugar de acero y diamantes en vez de cristal.

Collar engastado con 8.754 diamantes, 64,58 quilates y ónix (Cartier)

Los talleres de la maison trabajaron durante la pandemia, esforzándose en ver el diamante de una forma distinta, mezclándolo con el ónix y la amatista, y dotando a las piezas de movimiento sobre la piel, una de las tendencias más fuertes del momento. Se persiguen piezas articuladas que imitan a la piel; los picots de las pulseras se desplazan y se mueven conectados a una bola de ónix situada en el interior de la joya que gira sobre sí misma.

Collins afirma que formar parte de la familia Cartier significa para ella unirse a una comunidad de inconformistas únicos que muestran una gran fuerza de carácter. “Cartier es París –remata–, y encarna cierta idea de elegancia y refinamiento muy franceses. Pero también una extravagancia clásica”.

Artículo publicado en Magazine La Vanguardia el 26 de octubre de 2021.

Publicado en Culturas (La Vanguardia)

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