Juana Acosta tiene el don del compás, como si asaltara las horas en mecedora. Camina sin prisa pero sin pausa, y, a pesar de su hiperactividad, su pilates, los rodajes y una mochila cargada de experiencias intensas, la forma en que paladea los minutos transmite un estar a gusto con la vida.

Mientras empezamos la entrevista, pide un café con leche vegetal y una pasta sin gluten. Su voz es un catálogo de sonidos graves. Dice que se parece a la de su padre, asesinado en Cali cuando ella era adolescente: “un horror. Nunca quedó claro qué pasó… un crimen más en la impunidad”. Ahora está preparando un espectáculo, titulado El perdón, que ahonda en su pérdida. Concebido con el bailarín Chevi Muraday –Premio Nacional de Danza en 2006–, combina danza, teatro y poesía, y se estrenará el próximo 12 de enero en el Teatro Bellas Artes de Madrid.

“Yo bailé hasta los 16 –me cuenta Juana–, y recuerdo que, cuando me dijeron que habían matado a mi padre, justo estaba poniéndome las medias… Dejé de bailar, y no sabía por qué hasta hace poco. Al preparar este espectáculo he descubierto lo importante que es cortar el círculo de la violencia, pues la violencia genera violencia. Yo pude traspasar el dolor a través del perdón. Y el arte y el teatro me salvaron la vida. Perdonar también me ayudó para realizarme como madre”.

La actriz entrevistó a todos los hermanos de su padre y a los suyos propios para recordar a su padre, un hombre que era “hermoso, bello por dentro y por fuera”. Y “usé este acontecimiento para hablar de un tema universal –el perdón–, sin autocompasión ni tampoco dar lecciones”.

De Juana Acosta (Cali, 1976) destaca su capacidad de saltar barreras: del encasillamiento en papeles secundarios por su físico espectacular a cómo ha logrado dominar el acento español, pero también el francés –estudio en el Lycée Français Paul Valéry de su ciudad natal–, el cubano o el mexicano. Estudió Bellas Artes, y recién estrenada la mayoría de edad le ofrecieron un papel en una telenovela juvenil. Al año siguiente, sería el director colombiano Sergio Cabrera –La estrategia del caracol, Ilona llega con la lluvia– quien llamase a su puerta.

Llegó a España en 2000, y se formó con Juan Carlos Corazza, maestro de actores. Fiel a sus enseñanzas, su estilo interpretativo rehúye rictus y gestos para buscar emociones reales; nada de recursos repetidos hasta que el público los reconoce como tuyos. Cada personaje representa un mundo, una nueva vida que se abre ante ti. Y ella los trabaja con honestidad. En 2003 se casó con el también actor Ernesto Alterio y fueron padres de Lola, que hoy tiene 15 años. “Mi paraíso es despertarme y tener a mi hija cerca”, confiesa.

En estos 20 años, ha rodado a las órdenes de Emilio Martínez Lázaro, David Trueba, Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Gracia Querejeta o Helena Taberna; y series como Policías, Hospital central, Crematorio, Velvet, Los misterios de Laura o La templanza la han hecho familiar entre el gran público. Acaba de crear, junto a su hermana Valentina, una actriz muy popular en Colombia, la productora Calité, desde la que quieren amplificar distintas voces femeninas de América Latina. Nominada al Goya por El inconveniente, que le valió también un premio Feroz, de Bernabé Rico.

Su papel en Las consecuencias, de Claudia Pinto, premiada en el festival de Málaga le ha valido el elogio de la crítica. Rodaron en la Palma, en el mismo paisaje volcánico que ahora arde.

¿Cómo logró interpretar tanta angustia?

Un personaje se cocina a fuego lento, se va elaborando, y mientras lo ruedo añado ingredientes propios. Se trata del personaje más difícil que he interpretado. Había que diseñar con detalle la evolución de esta mujer que arranca la película casi muerta, y va hacia la vida. Tenia que vitalizar su mirada. Fue muy angustioso, sostener esa fragilidad, esa cuerda durante tanto tiempo no fue sencillo.

Juanita, como reza su DNI, confiesa que su madre, Marta Lucía Restrepo, es su fuente de inspiración, su mayor icono. “Es extraordinaria, una mujer avanzada, que no se ha quedado en la época en la que creció sino que tiene una mente abierta, es inteligente, y me ha educado para alcanzar mis sueños… no tirar la toalla y creer en la felicidad”.

¿Usted cree en ella?

La busco todos los días de mi vida, y la encuentro en las pequeñas cosas: en mi trabajo, en los amigos… Soy apasionada en todo lo que emprendo; acaso sea una característica colombiana. Somos muy alegres, gente echada para adelante, con mentalidad de supervivientes, que se sobreponen a las adversidades… Y yo me reconozco en esa energía vitalista.

¿El sufrimiento te hace mejor o peor persona?

El sufrimiento nos hace humanos. Pero no hay que regodearse en él, sino saber atravesarlo. El dolor, más que el sufrimiento, ha estado muy presente en mi vida por mi condición de colombiana. He vivido situaciones complejas, que me han hecho comprender la naturaleza humana. Y, a lo mejor, sin ellas carecería de un material interno que ahora me es útil en la interpretación.

¿Se ha sentido alguna vez extranjera?

Sí, tuve un fuerte sentimiento de desarraigo. No me sentía de aquí, ni de allá, de dónde soy, pero fui bien acogida. Al principio, cuando no dominaba el acento, era difícil que aparecieran personajes no estereotipados. He sentido la energía de la competencia. Para algunas actrices no ha sido fácil aceptar que me den papeles de española. Falta resiliencia, aunque se hable mucho de ella…

¿Qué papel juega el amor en su vida?

Ha sido un motor muy importante. Me gusta la pareja, creo en ella. Mi compañero es un financiero francés. Me gusta la sensación de equipo, de querer avanzar y evolucionar con alguien.

¿Tiene buena relación con la edad?

A medida que una va trabajando, se va quitando máscaras y tonterías. Eso te lo da la edad… Me fascina mi energía de los 40. Tiene que ver con encontrar cierto bienestar, la calma a pesar del torbellino alrededor… Estoy descubriendo ese poso de mí, al que me quiero acercar cada vez más. La edad hay que aceptarla sin miedo, a cualquier edad. Y saber que todas somos diferentes, y todas, somos hermosas, todas. Las mujeres tienen que seguir confiando en sí mismas en todas las edades. Mi madre me dice que estoy pasando el mejor momento de mi vida… ¡en todas las décadas! Y ella también. ¡Qué dicha!

Fotógrafo : Félix Valiente
Estilista : Florence Reveillaud
Peluquería y maquillaje: Natalia Belda con total look Guerlain
​Dirección creativa: Joana Bonet

Artículo publicado en Magazine La Vanguardia el 17 de octubre de 2021.