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La elegancia más ‘cool’: el universo de Carolina Herrera cumple 40 años

La diseñadora Carolina Herrera junto a su sucesor, Wes Gordon / Nina Westervelt

Esta es la historia de la hija del comandante Guillermo Pacanins Acevedo, gobernador de Caracas entre 1950 y 1958, y de María Cristina Niño Passios, una devota de la alta costura. De joven, aprendió enseguida a moverse por el mundo deslumbrante, educada por una institutriz húngara, y del paisaje de su casa natal, La Vega, con sus jardines exóticos donde se sentaban a la sombra en un balancín, extrajo las primeras ansias de belleza. A los 13 años, su abuela le presentó a Cristóbal Balenciaga.

“La primera cosa que diseñé fue un vestido negro, para mí, cuando tenía 14 o 15 años. Quería ser una vampiresa desde que empecé a ver películas con Marlene Dietrich y Greta Garbo de los años 30 y 40, en las que llevaban velos y sombreros y fumaban. Mis padres nunca me permitieron llevar el vestido después de haberlo hecho”, recuerda. 

A pesar de casarse con tan solo 18 años –con el terrateniente Guillermo Behrens Tello, con quien tuvo sus dos primeras hijas–, no dejó de viajar, aprender y divertirse. También trabajó unos meses en Pucci, otra de las firmas del armario familiar. Se separó, y se casó de nuevo con el aristócrata y editor de Vanity Fair Reinaldo Herrera. 

Su manera deliciosa de moverse, su estilo, y su conversación, audaz y divertida, la convirtieron en un icono de la jet neoyorquina. Carolina, ya Herrera, empezó a aconsejar a sus amigas sobre su vestuario; entre ellas se encontraba Jackie Kennedy. Así me lo contó la primera vez que la entrevisté en su atelier de Madison Avenue: “Pues empezó igual que cuando una amiga te pide opinión, pero acabé siendo su consejera de moda”. Hasta que la editora de moda Diana Vreeland, admirada de su determinación, la animó a crear su propia marca. 

La diseñadora en la pasarela, al final de un desfile  Fairchild Archive / Penske Media

“La Señora Herrera fundó la colección en 1981, y expuso en el Metropolitan Club. Ella inventó esa mezcla de ciudad y centro, viviendo en una casa de Park Avenue, pero cenando en Indochine con Basquiat. Volví a mirar nuestro archivo para intentar captar esa exuberancia, ese dramatismo y ese glamur sin complejos. Los hombros, las mangas, los pendientes, los zapatos…”, cuenta su sucesor desde el 2017 –elegido cuidadosamente por Carolina– el diseñador Wes Gordon, en plena celebración del 40.º aniversario de la casa rebautizada hoy The House of Herrera. “Dijeron que me iba a dedicar a ello durante uno o dos años, pero les demostré que estaban equivocados”, recuerda la diseñadora de cuando debutó y todos pensaban que no era más que un capricho de millonaria.

En 1986 saltó a la fama por haber diseñado el vestido de novia de Caroline Kennedy. Y dos años más tarde, a través del neurólogo Fernando Aleu, que abrió la primera filial de fragancias de Puig en Estados Unidos, los empresarios catalanes conocieron a Carolina Herrera. Juntos, decidieron lanzar un perfume que revolucionó el mercado: dulce y sofisticado, jazmín nocturno para mujeres que evocaban la Quinta Avenida, con un packaging que hacía de los lunares su sello. Y, de repente, surgió una iconografía particular, una elegancia sin azúcar ni retorcimiento, pero con toneladas de glamur.

Su nombre evocaba las noches en Studio 54, con Bianca Jagger, Truman Capote o Andy Warhol, pero también museos como la Frick Collection, donde hizo desfilar sus trajes. Carolina Herrera renovaba el estilo americano con su mirada neoyorquina. 

Las fragancias arrasaron, llegó el reconocimiento internacional y con él la ambición de segmentar su marca en perfumería y la moda: alta costura bajo la etiqueta original y pret à porter con CH. Una marca lifestyle que fue convirtiéndose en referencia para la clase media, mientras que su primera línea de moda, Carolina Herrera New York, diseñada por Wes Gordon, se posiciona como la firma más cool para los trajes de noche, emblema de la diversidad y sinónimo de una fiesta fabulosa, a la que, como dice el creador, todos estamos invitados.

“Estoy enamorado de los colores brillantes, alegres, hermosos y grandes. En los últimos cuatro años, la casa se ha asociado con el color. Es parte de nuestra herencia: basta con ver el retrato de Warhol de la Señora Herrera: los labios rojos, los grandes pendientes y el pelo amarillo. Cuando todo el mundo en Nueva York viste de color carbón, negro y avena, nuestra mujer viste de rosa intenso y naranja brillante”, afirma Gordon, que insiste en el carácter de la moda como espacio de fantasía y encuentro.

Carolina Herrera, a quien su entorno llama “la Señora”, comparte el legado con su hija Carolina –que vive en España y es directora artística de la división de cosmética y fragancias–. Siempre ha mantenido que ella no se piensa como una marca, sino como una persona. 

Por su parte, Wes Gordon señala que lo que él hace en la casa “tiene que ver con la belleza y con hacer cosas que levanten el ánimo. La moda es una celebración”. Hay un filtro, un mantra que se ha convertido en el cristal a través del que Carolina Herrera mira no solo al oficio, también a la vida: hagas lo que hagas, hazlo elegante, porque la elegancia nunca pasa de moda.

Carolina Herrera se tiñe de rosa

Campaña contra el cáncer de mama

Con motivo con el Día Internacional del Cáncer de Mama, que se celebra el 19 de octubre, A Touch of Love, dedicará el mes de octubre a hacer llegar a las mujeres un mensaje sencillo pero poderoso: un gesto puede salvar vidas. Durante Herrera Pink October, todo el mes de octubre, animamos a las mujeres a que pidan cita para someterse a una mamografía profesional para promover la detección precoz. En colaboración con organizaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que ofrece atención gratuita a pacientes y familias víctimas del cáncer, Carolina Herrera también donará a la causa el 10% de los ingresos procedentes de las ventas de fragancias y recargas de maquillaje en carolinaherrera.com en España, Reino Unido, Dinamarca, Portugal y Francia.

Artículo publicado en La Vanguardia el 12 de octubre de 2021.

Publicado en Culturas (La Vanguardia)

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