Los spots electorales son tan fugaces como los de Mistol o Audi, pero también más aburridos. Si la publicidad quiere lograr que cristalice un deseo para comprar un producto, o una idea de Catalunya, tiene que ser muy breve y concisa, una idea fuerza servida en menos de un minuto, un trallazo neuronal. Mientras Iniciativa se ha decantado por la estética del informativo: platós y declaraciones, realidad documental en lugar de ficción, ERC se ha esmerado en un spot que se asemeja más a un plan vivienda que un promocional de partido. Planos rápidos, encadenados audaces y un importante factor emocional conforman el argumento de su «gente valiente».
La vida de Brian tal vez tenga mucho más que ver con la vida de Montilla de lo que nos imaginamos. El sentido del absurdo se ha empeñado en instalarse en el centro de la desafección ciudadana, además de la colección de problemas que han desplazado a Catalunya a la periferia lejos del vigor y la prosperidad de antaño. El vídeo del PSC desaprovecha un referente de calidad, los Monty Python —un clásico guiño de la izquierda más bien anarquizante—. Hacer de las piedras pan, o de la sosería de Montilla un plus, es un gran riesgo. Sus asesores se empeñan en disfrazarlo de superhéroe, incluso en justificar su poca gracia comunicativa en lugar de convertirla en un activo en estos tiempos más proclives a las frases cortas que a las cabriolas dialécticas. Mucho más interesante resulta el spot del mensajero del PSC que va a clase después de trabajar: «Conseguir las cosas cuesta», dice el texto acompañado por una imagen ultrarrealista que utiliza una cámara montada sobre el manillar de la moto. Un reality bite, un trozo de realidad y no su representación como el anuncio del PP, que básicamente pretende cerrar filas en lugar de arrancar nuevas simpatías. Este se divide en dos segmentos, dos tiempos y dos escenarios: 28 de noviembre del 2011, en la odisea futurista de los populares Mas y ERC convocan el referéndum por la independencia ante la mirada atónita de un parado. Fundido en negro: «¿Este es el futuro que necesitamos?». En un presente indeterminado, Alicia Sánchez-Camacho pasea con esplendor por la hierba: ahora somos más necesarios que nunca, dice. De la pretensión verista del cine social –cámara temblorosa que imita al documental– se pasa al verdor exterior –cámara fija centrada en la candidata que quiere transmitir seguridad y capacidad—.
Los principios de propaganda política clásica insisten en que cuanto más grande sea la masa que convencer, más pequeño debe ser el esfuerzo mental que realizar. Goebbels, repulsivo maestro del género, defendía el principio de vulgarización: «toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida». Sobrecoge que este principio aún permanezca vivo. No obstante, en esta campaña, si hay un elemento genérico que destacar este es el erotismo. Desde su presencia en las llamadas entrevistas «informales» a los candidatos hasta el orgasmo del vídeo de las juventudes del PSC, el sujetador de la guardia urbana de Ciutadans o el mensaje de Montserrat Nebreda —envuelta en una toalla de hotel—, la única intención es que, bien o mal, se hable de ello. Mordaz Puigcercós: «En ERC practicamos el sexo tántrico» . Quien pretenda despertar la libido del voto mediante la publicidad procaz nada entiende de erótica del poder. ¿O es que ahora desde el voyeurismo y la provocación se va a cuestionar la falta de deseo de la ciudadanía políticamente anorgásmica?
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