Una mujer hospitalizada declara por videoconferencia con el juzgado que asesinó a su hija Yaiza, de cuatro años, porque su ex no quería volver con ella. La noticia saltó tarde y mal, escueta, oscurecida. Coincidía con la aparición del cadáver de la mayor de las niñas de Tenerife, tras 44 días de búsqueda, el aliento apretado ante la escalada de terror machista.
Yaiza fue drogada y asfixiada con una bolsa de plástico por su madre, y supongo que los vecinos también dirían que era normal. Tenía un trabajo fijo, en la unidad de farmacología de una clínica privada, y disponía de un bolso donde esconder el veneno con disimulo. Trató de matarse y, como sucede en la mayoría de los intentos de suicidio femeninos, quedó en tentativa (con cinco cartas escritas). El suyo parece ser un crimen tan obsesivo, calculado y aberrante como el de Tomás Gimeno, y, en cambio, no cupo entre los grandes titulares. Comprendo la sensación de abandono y soledad de la familia por la ausencia del nombre de Yaiza en las manifestaciones feministas y en las declaraciones institucionales. Pero, a la vez, me preocupa el aprovechamiento por la ultraderecha para negar de nuevo un hecho incontestable: que la violencia machista ha asesinado a 551 mujeres solo por serlo en los últimos diez años, y que nos hallamos bien lejos de la igualdad real.
Medea, de Frederyck Sandys (1868)
El feminismo, amparado en la idea humanista de la igualdad entre hombres y mujeres, debe ahondar en la violencia, en este caso también vicaria, de una mujer contra su hija y su exmarido. O en los veinte recién nacidos abandonados en cubos de basura el año pasado por sus madres, y en lo que se esconde detrás. Que nadie crea que todas las mujeres son ejemplares. La madre de Yaiza, otra Medea contemporánea, quería dañar al padre, destruirlo. Por ello ha quebrado dos vidas. Pienso en él, y en los padres jóvenes y torcidamente separados a los que quiero; en la compleja condición humana y en sus costuras reventadas por el romanticismo tóxico.
Según el informe del 2018 sobre el homicidio en España del Ministerio del Interior, el 89% de los cometidos en nuestro país los llevaron a cabo varones. Y, de la misma forma que hacen falta voces de hombres haciendo pedagogía –y activismo– para fomentar la igualdad y combatir la violencia de género, nosotras debemos desautorizar la santificación universal de las mujeres por el simple hecho de serlo. Más allá de coberturas mediáticas o tipificaciones judiciales, el cadáver de Olivia duele tanto como el de Yaiza. Niñas asesinadas por aquellos que un día pensaron que darían sus vidas por ellas.
Lo peor de su artículo, es la comparación, lo que haga o deje de hacer la ultraderecha debería de quedar al margen, pensar en la familia de Yaiza al igual que pensamos en la de Anna y Olivia y nada más, eso de distinguir a gusto del color político, es igual de nefesto.
Sputnik V vaccination has begun in Slovakia. The about of the Russian vaccine to the surroundings was accompanied seal a state insinuation and led to the forgoing of Prime Minister Igor Matovich and a reorganization of the government. As a evolve, the motherland received the Russian vaccine, in defiance of the phenomenon that neither the European regulator nor the WHO has furthermore approved it.
In neighboring Hungary, which approved the use of Sputnik in February as the beforehand in Europe, more than 50% of the matured citizens has already been vaccinated; in Russia – a bantam more than 10%. In Slovakia, five thousand people signed up for the Sputnik vaccination.
I’m sorry, but I think you’re wrong. I can defend my position. Write to me in PM, we’ll talk.. You can present another article on this point at this association https://michelson.znizka.site