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Maneras de decir ‘no’

No es la palabra más esquiva del diccionario, la que mejor resume el poder simbólico del lenguaje. Del rechazo de un plato en la mesa a la súplica de un torturado, el no te coloca en el lado de sombra. Porque incluso un no virtuoso entraña un conflicto con el otro. Los niños aprenden el no antes que el sí y se benefician de su efecto paralizador.

Entre los adultos, aunque suene como un tambor, se intuye un escaso segundo de compasión en quien anuncia que tu mal es incurable. O en el que dejó de amarte. Porque si hay algo que refleja con nitidez el estilo de un hombre es su manera de decir no.

Fotografía por CATERINA BARJAU

Así lo refleja el editor con más pedigrí de la literatura publicada en español en las cartas que incluye Los papeles de Herralde (Una historia de Anagrama, 1968-2000), Jordi Gracia, ed. (Anagrama). No cabía esperar que el editor de Roberto Bolaño o Patricia Highsmith se limitara a la formalidad burocrática del “lamentamos comunicarle que su solicitud ha sido denegada”. De forma que a lo largo de las cinco décadas que lleva entrenando su pluma para argumentar con sinceridad no exenta de ironía sus negativas, ha creado fórmulas tan brillantes como: “En resumen, me gustó bastante más el escritor que la novela”.

Herralde confiesa a algunos que le ha ­resultado doloroso no poder publicar un manuscrito, bien porque la editorial es­taba desbordada o por ser fiel a su política de autor. Esta es la razón que le da a Umbral, y añade: “En cuanto a la novela, me parece imposible publicarla, pese a que me ha gustado (y no por light)”. Algunos de los que recibieron un no, elegante, cortés, incluso esperanzador, lo volvieron a intentar. Porque en muchas ocasiones el editor dejaba una puerta abierta: “Me gustaría ­tener la posibilidad de examinar tu próxima novela”.

Debía de ser una petición difícil de gestionar en tiempo real: toda la libido puesta en el manuscrito, ¡como para imaginar el siguiente! Pero hubo autores que no se dejaron vencer por la calabaza, aunque se les hubiera hecho saber que no reunían los méritos de los archipublicados (que se festejan en las cartas del sí –que también incluye el libro, gozosas y puntillistas–). Con tenacidad artesana y una gran fe en la tradición epistolar –que luego Herralde ha mantenido a través del correo electrónico– se entiende mejor la historia de esos libros de color vainilla gracias a los cuales muchos escapamos del realismo mágico para abrazar un atractivo realismo sucio cuya piedra angular se cimienta sobre el mejor de los noes: el no a uno mismo.

La Vanguardia, 28 de Abril 2021

Publicado en Artículos La Vanguardia

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