Cuando se pone el semáforo en verde alguien atraviesa la calle y capta tu atención. Es diferente. Tardas unos segundos en reaccionar: no, no es su peinado ni su ropa, sino su rostro. Lo muestra por completo, con la nariz y la boca al descubierto. Te estremece su singularidad: parece un ser humano completo; dispuesto a que nadie le robe el privilegio de sentir el sol de primavera sobre sus mejillas. La indignación brota entonces como un mandato. Podría ser asmático, te dices, pero aquel ser humano respira aire mientras tú sigues embozada, ahogándote en tu propio aliento. Activas tu sed de justicia y piensas que habría que llamarle la atención. Que debería tomar ejemplo de la hiperresponsabilidad de Aznar, que incluso para declarar desde casa en el juicio a Bárcenas se caló la mascarilla, no fuera a contagiar virtualmente.
Existe también otra modalidad de díscolo, el que solo se cubre la boca, con la nariz reflotando sobre el polipropileno. Rebufan, imaginas un hocico. Su desafío a medias, mal llevando la mascarilla, produce más aprensión que si anduvieran con la bragueta abierta. Pero los más llamativos son los legalistas, que ocupan las terrazas sobre las aceras y ríen y gritan a un palmo de ti a cara descubierta. Sentados en un bar tienen carta blanca, mientras que de pie deben de enmascararse. La alegría madrileña en los bares es el día. Las uvis remontando neumonías bilaterales, la noche.
Vuelve a chocar el desencuentro entre la libertad individual y la responsabilidad social. Los insumisos y/o negacionistas se rebelan contra los sistemas de reglas –protocolos no siempre infalibles, es cierto– que ordenan el comportamiento colectivo en busca del bien común. Se sienten marionetas humilladas y anteponen su libertad personal a todo lo demás. Rousseau afirmaba que con la aceptación del contrato social perdemos libertad natural pero ganamos en libertad civil, que es sobre todo moral y “hace al ser humano verdaderamente dueño de sí mismo”. La desobediencia es sexy, bien lo sé, pero resulta del todo inmoral cuando sigue habiendo tantas vidas al borde del colapso.
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