Hubo un tiempo en que los calendarios de pared eran un objeto imprescindible en casa. Los de mi infancia venían con la sola imagen de una virgen o un paisaje, y un taco troquelado de doce hojas que nos chiflaba arrancar cada mes. Recuerdo a mi abuela mirándolo atentamente para anunciar: “Hoy es la Virgen de la Candelaria: ‘Si plora, l’hivern és fora, si riu, l’hivern és viu’”. El santoral marcaba entonces una doble cronología, sentimental y climática, además de ordenar el caos. Hoy apenas se celebra san Blas –protector contra el dolor de garganta–, pero todavía alguna madre avisará a sus hijos por si tienen algún Blai conocido para que lo feliciten. Ellos podrían responder que también es el día internacional del Abogado (todos los colectivos tienen su jornada de gloria: mañana, por ejemplo, 4 de febrero, se conmemora el día mundial del Orgullo Zombi, como si cada día pandémico no lo sintiéramos un poco).
Desde hace unos años, la RAE aporta su granito de arena a la conmemoración de la jornada, escogiendo y publicando en su web la palabra del día. Imagino a un enciclopedista ingenioso, capaz de interpretar el esplín de los días y ensartar palabras en nuestra cadena de calamidades. Empezó el año sin sobresaltos, con el previsible adjetivo feliz , ¿qué otra cosa podría desearse? El 8 de enero se coronó gambito , la jugada de ajedrez que titula una exitosa serie, mientras que el 13, cuando Pasqual Maragall cumplía 80 años, nuestro moderno Diderot eligió pebetero a modo de sutil homenaje.
El 17 de enero la docta Academia exhibió una de sus últimas adquisiciones: ayurveda , y algunos nos sentimos más aliviados. Pero, al día siguiente, por si aún no nos habíamos enterado, nos propuso: resiliencia . El 25, el adjetivo berlanguiano , definido como “tendencia nacional a la chapuza, el esperpento y el barullo”, servía tanto para conmemorar el centenario de Luis García Berlanga como para calificar los chanchullos de aquellos alcaldes que se saltan los turnos de vacunación. El día 28, la Academia se mostró compasiva y nos animó cual coach a revisar camaleónico , recordando que nos hallamos en pleno proceso de mutación. Enero terminó con el áspero sustantivo duopsonio –opuesto a duopolio –, mientras que febrero comenzó con una palabra que huele mal: despublicar . En cambio, mientras escribo, martes día 2, no puedo concebir mayor sarcasmo en la elección del enciclopedista, que resucita la interjección infantil yupi en un tiempo rematadamente gris. Las palabras también son medicamentos con efectos secundarios.
La Vanguardia, 3 de Febrero 2021
Imagen por Marcus dePaula en Unsplash
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