Integrante de una larga saga de cómicos que empezaron a actuar en el siglo XIX, esta actriz con carácter  interpreta a una mujer a contracorriente en la superproducción ‘Dime quién soy’

Perteneciente a una saga de cómicos que empezaron a actuar en el XIX, Irene Escolar es una fiera interpretativa. Lee a Keats y a Viviane Gornik, acaba de aprender ruso, y se define “payasa y juguetona”. En la superproducción que emite Movistar+,” Dime quien soy interpreta cincuenta años de la vida de Amelia Garayoa, una mujer a contracorriente.

No, no se trata de posar. De cambiarse de ropa, ponerse joyas y mirar a cámara. Irene Escolar (Madrid, 32 años) llega a las 9 en punto al estudio fotográfico del barrio de Prosperidad, habla con el equipo, y pide tiempo para encontrar su papel. No es una modelo. Debe buscar el espacio desde donde mostrase. El fotógrafo, Félix Valiente, le pide por su parte lo que casi nunca quiere escuchar un intérprete: que haga de ella misma. ¿Qué rostro deja asomar? La burbuja de intensidad se desactiva dos horas después, al tumbarse sobre la tabla de planchar.

La han etiquetado de actriz intelectual, ¿le gusta o le molesta?

A veces una proyecta una imagen de sí misma que no es real. No me preparo más que el resto; me da vergüenza incluso. Me gusta leer, el arte… he nacido rodeada de música, teatro, cine, lectura… pero soy una payasa. Muy juguetona. Creo en el trabajo, en la preparación, y en tener una disciplina, pero nada de esto es excepcional en mi mundo. Y yo disfruto mucho, no soy nada sufridora. No me preparo más que el resto.

¿Qué lee ahora?

El arte de perderse, de Rebecca Solnit; lo recomiendo muchísimo.

Habla de la posibilidad -y necesidad- de estar perdido, y de las diferentes maneras de perderse. ¿Usted se ha perdido alguna vez?

¡Muchas! Al no saber si aquel camino que tomaba era el adecuado… Soy capaz de escuchar la voz del deseo, que, muchas veces, desoímos a causa de lo que nos estipulan sobre nuestro tipo de vida: hay tantos mensajes subliminales…Afirma que no quiere sacar a su familia todo el rato, pero jugar entre bambalinas mientras tu abuela (Irene Caba) actuaba sobre el escenario marca definitivamente esos juegos: “yo repetía lo que ella hacía”, recuerda.

Su tía, Julia Gutiérrez Caba le ha enviado un ramo de flores por el estreno de la superproducción española Dime quién soy (Movistar+), basada en la novela de otra Julia, Navarro. “Me resultaba estimulante verlas trabajar. Eran mujeres felices”. Y cuando lo dice, se remonta a su bisabuela: “está enterrada en Montjuïc; un día, por allí, vi su nombre en una baldosa, y fue curioso: la primera función que hice, con 18 años, fue Días mejores en el Lliure, y me sentí muy en casa. De una manera energética”.

De pequeña se disfrazaba, e imitaba a la farmacéutica, o a una de sus profesoras, “buscaba lo que me parecía auténtico de esa persona, aunque esa reflexión vino a posteriori”. Su madre, Lourdes Navarro, es guionista, y su padre, el productor José Luis Escolar, ha trabajado con directores de la talla de Ridley Scott, Alejandro Amenábar o las hermanas Wachowski.

En plena pandemia, padre e hija se aliaron -junto a Bárbara Lennie, Gorka Postigo, Miguel del Arco o Carla Simón, entre muchos otros- para crear Escenario 0 (HB0), una serie de seis episodios independientes que combina diversas disciplinas artísticas en una fusión nunca antes conseguida de las artes escénicas con el audiovisual. 

Con un Goya a la Actriz Revelación y una Mención Especial del Jurado del Festival Internacional de Cine de San Sebastián -ambos galardones por Un otoño sin Berlín-, su carrera ha crecido de la mano de Carlos Saura, Vicente Aranda y José Luis Cuerda, pero también de Santiago Tabernero, Juan Cavestany y Mateo Gil

 Y, como de casta le viene al galgo, se ha hecho grande sobre las tablas -y no solo como intérprete, también como directora- con Chéjov, Ibsen, Lorca, Mamet, Stoppard o Letts, grandes exploradores de la condición humana.

¿Se reconoce ambiciosa?

No. Nunca ha tenido prisa. Me he dejado llevar siempre por lo que me pedía mi intuición, a fin de utilizar el teatro como lugar de formación. Siempre me he encontrado a gente más inteligente que yo, tanto entre los dramaturgos como en los equipos, gente que me ha dado mucho.

¿Valora mucho la inteligencia?

La de la gente que me obliga a replantearme, que me da puntos de vista que yo no me había parado a reflexionar. Te descubren cosas nuevas, y eso es muy enriquecedor. Nunca he buscado ambición sino plenitud.¿Se define políticamente? Prefiero guardar el misterio. Me gusta el gag de “Dejemos de hablar de mi; hablemos de ti. ¿Qué piensas de mí?”. Me hace mucha gracia… Uno debe guardarse ciertas opiniones para su intimidad. El misterio es muy importante para un actor: es bueno que la gente imagine… si no cuesta creer en lo que hace… Por eso doy pocas entrevistas.

¿Qué ha supuesto ser la protagonista de ‘Dime quién soy’más de 8 horas de serie en 9 capítulos, con 90% de cuota de pantalla?

Un personaje como el de Dime quién soy llega pocas veces. Dar vida a alguien a lo largo de un período tan extenso -de los 18 años hasta los 80- es algo poco habitual. Como actriz es muy estimulante. Se trata de un universo alejado de mi vida, y he tenido que habitar la de otra persona sin tener nada a lo que agarrarme. Ha sido un verdadero reto.

Amaya Garayoa es una mujer comprometida, ¿temeraria también?

Amelia coge las riendas de su vida, aunque sea para equivocarse. Algo que no se nos permite a las mujeres. Se nos exige excelencia, y se juzgan doblemente nuestros errores, por eso el concepto de culpa está siempre sobrevolando nuestras conciencias. Ella asume la pérdida y el abandono para emprender una nueva aventura, y madura de una manera muy bestia.

Esas mujeres pioneras ¿cree que fueron felices?

La vida de todos está marcada por luces y sombras. Es una aventura complicada para todos y todas. Sin duda, ellas vivían una gran sensación de impotencia. Hay que entender a Amelia Garayoa por su decisión individual, no juzgarla. Las mujeres de la serie están atravesadas por un sistema opresor; pero también es una historia de sororidad: ellas dejan al lado sus diferencias y luchan por el bien común. En una lectura superficial parece que son los hombres quienes importan en la vida de Amelia, pero en verdad son las mujeres las que marcan un punto inflexión. A ella le mueve su afán de alcanzar la libertad y ser parte de un momento histórico. Ahora, también le gusta desear a los hombres, ¿qué hay de malo en ellos?

¿Ha estado enamorada del amor?

Intento no engancharme al romanticismo, pero creo en el amor. Puede estar relacionado con una cuestión generacional. Hay que buscar el equilibrio, y no poner demasiado peso en uno de los lados. Lo importante es poder enamorarse de lo que los otros te dan, y también de lo que tú haces. Tengo pareja, pero quiero proteger mi vida íntima. Creo en el respeto, en el acompañarse… en el amor que genera un vinculo de entrega y sacrificio.

¿Cómo valora la fuerza del feminismo en la agendas políticas?

Tiene que ver con la toma de conciencia de una lucha que viene de hace mucho tiempo y que ahora hace mella. Muchas han peleado, nos han allanado el camino, y han sido muy muy valientes. Mi tía Julia me dice “tu no sabes cómo han cambiado las cosas”, aunque aún haya mucho por conseguir. En el documental de las Sinsombrero escuché una una frase muy bonita de Maruja Mallo: “lo que vosotros no sabéis es que nosotras debajo de esta falda llevamos pantalones”. Hace poco descubrí a una poeta beat, Diana di Prima, y leí un poema suyo y unas cartas revolucionarias increíbles; y pensábamos que la generación beat eran todos hombres… ¿Por qué a mi esto no me lo enseñaron? y ¿por qué no lo demandé yo?

¿Ve descolocados a los hombres?

Veo humildad, y ganas de intentar entender. En la gente que tengo a mi alrededor creo que hay una interesante reflexión: se cuestionan y, así, evolucionan.

De usted, cuando la describen, resaltan su físico escueto y su fortaleza interior.

Me sorprende que crean que soy tan fuerte. Soy una mujer profundamente frágil, e insegura… Ahora me cuestiono más romper esa apariencia. Y, por otro lado, a través de Amelia Garayoa, he reflexionado mucho sobre el derecho a poder ser frágil. Cuando mejor trabajo es desde la humildad y la fragilidad. Hoy se tiene que ser fuerte para sobrevivir en nuestra sociedad, como si hubiera muchas cosas de las que defendernos… Sentirse inseguro y vulnerable ayuda a un actor a trabajar desde la calma con uno mismo.

 ¿Es prejuicioso el mundo de la interpretación?

Somos un reflejo de lo que ocurre en el mundo, y estamos obligados a cuestionarnos a nosotros mimos, aunque sea desde otro imaginario. Nuestra función en es materializar el ser humano. Cuando uno habita a un personaje de Chéjov, por ejemplo, se plantea esas cuestiones existenciales, que te empujan a una búsqueda. Los estamos siempre partiendo de cero.

¿Vivimos rodeados de impostura?

Hay mucha necesidad de aparentar ser personas que no somos. Desde la fragilidad y la empatía que fomentan el teatro, el cine, el arte en general, el ser humano expresa esperanza, y es importante es tenerla. En este momento convivimos con el miedo. Creo que, con nuestro arte, podemos despertar la esperanza mediante la proyección en el otro. Por identificación, o simplemente porque la imaginación se activa. Me reconforta que la vida de alguien es mas llevadera cuando viene al teatro o ve una serie.

Tiene algo de templo un teatro…

Sí. Tiene algo de sagrado, de ritual. Invita a una comunión. Sientes que no estás solo, compartes… y eso es hermoso.

¿Cuál ha sido su trabajo más difícil?

Hermanas, por la complejidad del texto de Pascal, filosófico y poético al tiempo. Hubo energía, técnica, visceralidad… La experiencia más difícil y también la más gratificante. Llegué a sentir cosas que no había experimentado nunca: la respiración acompaña a la palabra, es algo parecido a cuando uno canta. Un par de veces Bárbara Lennie dice que vio el halo verde sobre mí.

¿Es una mujer espiritual?

Intento descubrir ese lado. Medito todas las mañanas; conectar lo espiritual es algo profundamente complicado. Hay momentos en los que de manera sutil conectas con una calma muy profunda. Yo quiero vivir los retos desde la calma.

¿Hay que vivir sin miedo?

¡Y tanto! Es muy difícil, pero ese es el camino, el objetivo: reubicar el miedo para que no te impida saber escucharte y encontrar lo que quieres. Leí una frase muy bonita de Alejandra Pizarnik: “uno siente nostalgia cuando cree que su alma no puede expandirse”. El logro mas grande sería seguir siempre expandiendo mi alma y mi deseo. 

Equipo
Realización: Beatriz Moreno de la Cova
Fotografía: Félix Valiente
Maquillaje y peluquería: Paula Soroa
Asistente de estilismo: Judit Gómez de Santiago
Asistente de maquillaje y peluquería: Paula Soroa

Magazine La Vanguardia, 3 de Enero 2021