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EN LA MUERTE DE PIERRE CARDIN: Nostalgia de futuro

“Mi destino es el mañana”, solía afirmar Pierre Cardin, el diseñador más longevo y también el más independiente en la escena de la moda internacional. Libertad es la palabra que mejor define su vida y su obra. De pensar, de inventar, de hacer lo que le diera la gana, de elegir su modelo de vida, de burlarse de todo con humor, además de una imparable ansia de futuro. Nunca se agotó de sí mismo. 

Jeanne Moreau con Pierre Cardin. (Imagen por Bert Stern/ Getty Images)

No tenía edad, y creía firmemente en lo que en su día le valió la expulsión de la Cámara Sindical de la Moda: realizar una colección de prêt-à-porter. Pronto fue readmitido. Y empezó a buscar cómplices a fin de reproducir su marca en ropa, sábanas, gafas, bolsos o sandwicheras. A él se le debe el invento de las licencias. “El lujo multiplicado para la masa” repetía, porque “el verdadero éxito no se explica en términos de privilegios sino de popularidad”.

Su firma es de las pocas que ha llegado a los mercadillos africanos o asiáticos. Consiguió contra todo pronóstico llevar sus camisas a la China comunista y supo corresponder poniendo de moda el cuello mao, que popularizaron los Beatles. A pesar de su aura y su fortuna –se hizo millonario–, nunca se quitó la camisa de poliéster ni abandonó los cuadernos de escolar. 

Viajero incansable, la escritora y periodista Laurence Benaïm recuerda que una y otra vez le contaba su encuentro con Fidel Castro, y con los jefes de Estado, “que lo convirtieron en el modisto más oficial y más descuidado de la República Francesa, a pesar de los honores y medallas”.

Imagen por CC

Tuve la suerte de entrevistarlo a finales de los años noventa, me invitó al Espace Cardin. No le interesaba demasiado hablar de moda. Cuando empezó a trabajar en el atelier de Dior como patronista le llamaban “petit Pierre”, y en verdad se percibía que subvertía su baja estatura con ansias de grandeza. 

Era de esos bajitos que parecen altos, pero no al estilo de Sarkozy, sino como un actor de teatro que se crece en el escenario–una de sus profesiones frustradas–. Su taller parecía una especie de satélite espacial, con muebles esculturas y lámparas-cohetes que creaban una atmósfera “2001, Odisea en el espacio”.

Su moda no estaba concebida para los grandes bailes –aunque fueron sus manos las que crearon los diseñados por Dior y Dalí para el Bal de Masques de Carlos de Beistegui en Venecia. Según Cardin, Dior resultaba “demasiado burgués psicológicamente”, pero era un artista literario. Eso le gustaba. Aprendió de él, igual que de Jeanne Paquin o de Elsa Schiaparelli acerca del volumen y el corte :“es lo esencial porque la línea pasa de moda”. 

No lo admitieron en Balenciaga, por ello abrió su propia Maison y presentó su colección a la prensa, en 1951. “Cincuenta modelos sin imitar a Balenciaga o Dior era difícil en aquella época”, declaraba .Tuvo un enorme éxito de crítica.

Imagen por Charles Platiau para Reuters (2014)

Paco Rabanne y Courrèges fueron sus contemporáneos, y juntos reformularon una moda alejada de la Belle Époque, sin ápice de nostalgia, destinada a vitalizar estéticamente el clima de postguerra. En los sesenta, sus minifaldas tableadas y sus vestidos op art celebraban la libertad de las mujeres con extravagancia.

Hace dos años, Jean Paul Gaultier le dedicó sus dos desfiles a Pierre Cardin –había empezado en su taller y él le financió sus primeras colecciones–. Y afirmó que todo lo que sabía lo había aprendido de él . Y en el 2019 Jacquemus empezó a inspirarse y fotografiar el Palais des Boullés –una casa escultórica en Cannes diseñada en por el arquitecto húngaro Antti Lovag, que Cardin había adquirido y remodelado con una coral de artistas. 

Imagen Reuters

La moda contemporánea miró hacia Cardin. Lo reivindicó. Bien lejos de la pasarela, él decía que el verdadero lujo era vivir, crear, hacer, y beber su propia agua –tenía una fuente en la Toscana–. Solo tuvo dos deseos incumplidos: tener un hijo con Jeanne Moreau y pisar la Luna.

Culturas La Vanguardia, 30 de Diciembre 2020

Publicado en Culturas (La Vanguardia) La Vanguardia

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