Creció entre los rodajes de su padre, el actor Eduard Fernández y a sus 25 años ya ha demostrado de sobras su talento ante las cámaras
Su fuerza y autenticidad la convierten en objeto de deseo para diseñadores y fotógrafos y es protagonista de nuestra portada de moda
Greta Fernández está tumbada sobre la cama con un jersey de punto grueso. Escucha atenta, se muerde el labio, responde también con sus manos, largas, danzarinas. Al hablar, a veces sopla, y su gesto valida la autenticidad de sus palabras. Diseñadores y fotógrafos enloquecen con ella, con el dibujo de sus labios, con el arco de sus cejas, sus pómulos esculpidos, pero sobre todo con la actitud que transmite. Carácter es destino, dijo el filósofo. A Greta le gusta su nombre: “Mis padres eran hippies, e hicieron una reunión para buscar nombre. A veces me dicen que barajaron Paula o Andrea, y pienso: ‘¡Qué horror!’. Desde niña me ha gustado mi nombre”. Le pregunto a su madre, la escritora Esmeralda Berbel, por aquella reunión. “Estábamos en Sitges, con la familia de Eduard. Y Susana, la hermana pequeña, dijo de repente: ‘Greta’. Y yo asentí: ¡es Greta! Es un nombre que tiene un color, el granate, y mucha fuerza. Y ella es Greta”.
Su padre, el actor Eduard Fernández, la llevaba a los rodajes cuando era una cría y la sentaba sobre sus rodillas. “Hice papelitos; empecé a jugar con esta profesión; era lo que había en casa. También tenía la escritura. Hice interpretación desde los 15 hasta los 20 años en el estudio Laura Jou, donde conocí a Ana Castillo, mi gran amiga, y me lo pasaba genial”.
Este es su cuarto año en Madrid, donde ha encontrado mucha paz. “Me pillas en un buen momento, recién mudada a Ópera. Desde el balcón veo la plaza, tan señorial…”. Greta me muestra su habitación, los armarios y las vistas a través de la pantalla. Se quita el jersey grueso y se queda con otro más fino, violeta. Y se remueve el pelo.
¿Una estrella de cine que comparte piso?
A esta edad, o ganas mucha pasta y puedes vivir solo en un pisazo, o no te queda otra. También es una cuestión de libertad: no quiero aceptar encargos que me desagradan para mantenerme. Además, uno de mis compañeros es Brays Efe, que es una fiesta y me encanta.
Vemos fotos suyas en Instagram de cuando era niña. ¿Era coqueta?
Sí, muy presumida. No entiendo de dónde me viene porque en casa nadie era fashion. Ahora mi madre quiere que le regale cosas, pero en casa ser consumista, capitalista, no estaba bien visto. Eran sobrios. Mi madre nunca se hubiese comprado un bolso Chanel. Tenían su propia estética. Son personas peculiares, con mucha personalidad, pero mi madre era más bien hippy, de Badalona, y mi padre de clase media. Vivíamos en una casa de pijipis en el Gòtic…
¿Cómo es Eduard Fernández y qué ha aprendido de él?
Es un obseso de su trabajo. No conozco a nadie en mi profesión que ame tanto lo que hace. Si me dedico a esto es porque he sido testigo de cuánto se puede disfrutar del trabajo. Mi papá es una fiera de la interpretación; le da mucho al coco. Es muy mental; también muy emocional. Y yo siento que voy por el mismo camino en el sentido de que ¡me gusta tanto lo que hago! Ahora coincidimos de nuevo: en la serie 30 monedas de Álex de la lglesia, en HBO.
¿De qué manera trabaja los personajes? ¿Tiene método?
No soy de métodos. Con La hija de un ladrón aprendí que los personajes tenía que currármelos mucho. Ser natural y creíble no basta, es un escalón muy básico. Un personaje lo puedes hacer de 300 millones de maneras, lo importante es saber cuál es la mejor.
¿Dice que no a muchos papeles?
Me gusta decir que sí, pero tampoco es que reciba cinco propuestas de película al año, aún… Me permito marcar mi carrera, decido no hacer un casting que no me interesa. Aun así es difícil decir que no, da mucho miedo. Por primera vez tengo dos papeles protagonistas en un año: en Fred, de Santi Trullenque (con quien acabo de rodar El frío que quema), y Teresa, de Paula Ortiz. Mi carrera no es muy constante, pero me funciona así. Hay que aprender a no frustrarse.
¿Y eso se trabaja?
Sí, yo ahora tengo más temple. Hay que trabajar el ego: saber que no estás ni por encima ni por debajo, que ni eres la peor ni “lo que se están perdiendo”…hay que encontrar un punto intermedio. A veces pensarás que tú eres mejor, pero debes de entender que no puedes volverte loca con todo eso: la industria es así.
¿Ha hecho algún tipo de terapia?
He ido mucho tiempo al psicólogo, me ha ayudado a aprender a protegerme, a cuidarme, a quererme. Si se la gente se atreviera más a hacerlo se quitarían una de problemas y de tonterías que no veas.
¿Escribe?
Me gusta mucho. De pequeña escribía diarios. Entre los 13 y los 18 años. Y los guardo.
¿Y su madre se los espiaba?
Sí, ¡que tía! Sin confianza alguna… Me costó perdonarlo.
¿Lee a su madre? En su libro Irse hablaba de la separación, y usted aparecía, claro…
Sí la leo, aunque ella cree que no…. Hay una época de matar a la madre y al padre. Tampoco he visto todas las películas de mi padre, aunque es más fácil ver una peli, o una serie, requiere menos esfuerzo. Irse me hizo llorar mucho. Había una parte de la que ya era consciente, pero otra que no… Siempre duele saber que tu mamá y tu papá sufren. Yo también me he separado… Ves todos los detalles. No lo voy a leer más; puede que con el paso del tiempo…
¿En qué momentos se siente inhibida?
No sé, ¿en una cita romántica? En el día a día no. Pero he trabajado la inseguridad. Veo a mucha gente que no consigue trabajar y vivir de esto, y eso es muy duro. A mí la Concha de Plata me ha dado un voto de confianza, es decir, calma, tranquilidad… Te ayuda a convencerte a ti misma de que eres buena, aunque te digan que no a los castings.
¿Qué relación tiene con la moda? Las marcas la buscan…
Sí, y me sorprende, quizás porque no me he operado de nada. Me gusta juntar lo elegante con lo francés, un look parisino con algo más de color, estrambótico, que es lo que yo genero. La moda es una manera de presentarte, y ese juego me gusta…
Isabel Coixet dice de usted que es simpática, tierna, lista y muy especial. ¿En qué es diferente al resto?
Creo que tengo poco pudor para hablar de lo que me pasa. No me cuesta mostrarme débil, enseñar mis miedos. Porque no creo que sea una debilidad ni algo vergonzoso poder hablar de lo que me pasa. En todo caso, tendría que preguntarme por qué le molesta al otro. Digamos que me caigo bien.
Una sesión de Félix Valiente
Greta Fernández, protagonista de la portada de la edición impresa, con vestido palabra de honor bicolor de la Colección Primavera 2021 de Carolina Herrera New York, pendientes de CH de Carolina Herrera. Bolso Initials Insignia en color rojo de CH Carolina Herrera que apoya con un 10% de su valor la iniciativa Heart for Hope, plasmado en un Charm rojo de piel. Las Medias rojas son de Wolford
Dirección creativa: Joana Bonet. Fotógrafo: Félix Valiente. Estilismo: Beatriz M. de la Cova. Ayudante: Judit G. de Santiago. Maquillaje y peluquería: David Bello
Agradecimientos: Desert City, primer vivero biotecnológico de Europa
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