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Apertura de damas

La mano sosteniendo el pensar, apoyada en la frente a modo de visera para no dejarse cegar por la luz del tablero. El silencio como moneda: aquí solo hablan torres, alfiles, caballos y peones, además de los reyes. Los movimientos precisos, sostenidos entre el pulgar y el índice, los sonidos sordos al arrastrar cada figura. Y una mística que quienes tuvimos padres aficionados al ajedrez inhalamos como un perfume para sentir el cosquilleo de su belleza. Soy una espectadora más, deslumbrada por las conquistas de esa joven prodigio en la ficción de Netflix que arrasa estos días – Gambito de dama se titula la serie, interpretada maravillosamente por Anya ­Taylor-Joy–. No se trata de un biopic , aunque lo parezca. La vida de esta huérfana a la que su madre suicida quiso matar también no es real, pero el guión agita ingredientes de la vida del genial y torturado Bobby Fischer, abandonado por la suya con 17 años en un piso de Brooklyn. Aperturas sicilianas, inglesas, defensas indias, y nombres que invitan a indagar, como el del precoz cubano José Raúl Capablanca, el Mozart del ajedrez , o nuestro Arturo Pomar, que llegó a ocupar el puesto 40.º entre los mejores del mundo y fue exhibido en el nodo como prodigio nacional (aunque el funcionario de correos tuviese que pedir excedencias sin sueldo para competir en el extranjero).

Gambito de Dama (Netflix)

Antes de leer Todo lo carga el diablo (Alfaguara), de Benjamín Prado, tampoco conocía la historia de Ernestina Maenza y Margot Moles, deportistas olímpicas cuyas carreras fueron sacudidas por la Guerra Civil y la dictadura franquista. Con la voluntad de una máquina quitanieves, el escritor ha sido capaz de hallar una memoria náufraga que nos pertenece. La de aquellos años ­dorados de la Institución Libre de Enseñanza o el Lyceum Club. Poco se ha indagado aún en la creación de las primeras federaciones deportivas y el fomento del deporte de élite entre mujeres: esquiadoras, tenistas, alpinistas, atletas que llegaron a competir con las mejores del mundo. Hasta que la dictadura lo consideró una práctica indecente y sustituyó los duros entrenamientos por los trajes regionales. Benjamín Prado ha rescatado un fragmento de nuestra historia que permanecía en sombras, cubierto por una capa de olvido y agravio. La serie de Netflix nos ha encandilado por su singularidad, también el coraje, que supone ir a contracorriente. No es histórica, pero en su constelación existen historias reales, como la de Maenza y Moles –una republicana, la otra franquista–, que se apoyaron y se jalearon hasta que el hielo de la ignorancia congeló sus sueños.

La Vanguardia, 4 de Noviembre 2020

Publicado en Artículos La Vanguardia

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