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Nuestros pechos, nuestras vidas

Vicenç Llurba

Desnúdese de cintura para arriba; si lleva algún objeto metálico, quíteselo. Y espere”. Aguardas un par de minutos a que la enfermera te abra la puerta del minúsculo cuarto que asoma al gabinete radiológico. No piensas demasiado. Ya superaste aquel vértigo de las primeras veces, la sombra del “y si…” que te rondaba ante el examen de tus glándulas mamarias. Dicho así, parece que no se refiera a las tetas –¿por qué esta palabra todavía produce alguna risita?–. La mayoría de las mujeres no distinguimos entre mamas, senos, pechos y tetas. Son lo mismo aunque suenen tan distinto. El órgano multiusos reúne autoafirmación –o complejo–, lactancia y erotismo. Fuente de vida, de placer, y también de mal. De la Madona lactante inspirada en Agnès Sorel, la favorita de Carlos VII de Francia, a los bustiers metálicos de la cantante Madonna, de los sorteos de operaciones de aumento de pecho en discotecas a la ITV ginecológica.

El mamógrafo te espera, mudo y frío, como una pequeña grúa que irá moviendo sus astas para fijar, contener y escrutar. Alguna vez la enfermera me ha agarrado la teta igual que un trozo de carne blanda, como si se dispusiera a preparar una hamburguesa, y he sentido una intemperie, entre confusa y despreciada, con un recuerdo de ubre. “El brazo arriba; no se mueva, quieta”. La de hoy sujeta el pecho con delicadeza mientras las placas aplastan sin piedad esta parte tan sensible del cuerpo. “Lo siento –dice la sanitaria–. Algunas mujeres lo pasan muy mal. Mira que llevo años aquí y han cambiado muchas cosas, pero esto sigue igual”.

A lo largo de 40 años ejerciendo la ginecología, la doctora Lola Ojeda ha visto muchos tumores de pecho. “Son zonas nodulares densas, con bordes irregulares. Se mueven mal. Antes solo se diagnosticaba cuando eran palpables, ahora, por suerte, suelen detectarse en la imagen. En España, las campañas de diagnóstico precoz se iniciaron en 1999 con cribados poblacionales”. Ojeda sí es consciente de la evolución de la tecnología analógica a la digital, hasta llegar a los aparatos de tomosíntesis, cuya implementación aún no se ha generalizado, pero que resultan más eficaces y menos dolorosos. “Es un pseudo-TAC, y la dosis de radiación es menor”, añade.

Apenas conocemos los nombres de nuestros héroes. El del doctor Albert Salomon, un médico alemán que en 1913 aplicó por primera vez los rayos X al pecho. Realizó radiografías a 3.000 especímenes de mastectomía a fin de estudiar las formas de diseminación del cáncer y poder mejorar la biopsia y la extirpación del tumor. Otro nombre de oro en la historia de esta cruzada es el del francés Charles Gros, que patentó el Sénographe, la primera unidad de mamografía propiamente dicha. Matemático, fue contratado para dar clases al hijo del eminente radiólogo Paul Lamarque, y esa relación le llevaría a licenciarse en Física y Medicina antes de entregarse a la investigación. Su invento empezó a comercializarse a finales de los ­sesenta.

A Salomon y Gros –junto a otros investigadores– hay que recordarles hoy, 19 de octubre, día internacional del Cáncer de Mama. Ninguno de ellos recibió el Nobel, pero han salvado la vida a millones de mujeres, que desde la antigüedad habían luchado contra ese mal, entonces oscuro y maldito. “Cada quince segundos se le diagnostica un cáncer de mama a una mujer en el mundo, según datos de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS. Y, en España, en el 2019 hubo 33.315 casos nuevos”, recuerda Raquel García Manrique, directora general de Estée Lauder, la firma de cosmética que inventó el lazo rosa como símbolo de la lucha contra él. En 1993, Evelyn Lauder fundó la Fundación para la Investigación sobre el Cáncer de Mama. ¿Su objetivo? “Construir un mundo libre de cáncer de mama”. La inversión hasta hoy suma los 89 millones de dólares. “Este año, con la pandemia, es más importante aún hablar de toma de conciencia: no se puede dejar de lado la autoexploración, ni posponer las revisiones…, es la manera de enfrentarnos a esta enfermedad que ataca a las mujeres. Se trata de un labor constante, de todos los años, y la palabra clave es constancia”, insiste García Manrique.

Alrededor del cáncer de mama se ha tejido un sentimiento de comunidad fuerte y estrecho. Desde los avances tecnocientíficos hasta las campañas de prevención, pasando por las donaciones de la filantropía o la visibilización a través de famosos y medios. Y, sobre todo, a partir del compromiso firme de las mujeres consigo mismas. “¿A quién pertenece el pecho?”, se preguntaba la catedrática Marilyn Yalom en su historia sobre este. Y afirmaba: “Hoy, lo que ha llevado a la mujer a una plena posesión de sus pechos ha sido el cáncer de mama. Ha aprendido, con la conmoción que supone una enfermedad que amenaza a la vida, que sus pechos son realmente suyos”.

Cada revisión anual, cada mamografía, a pesar de esa sensación de una hamburguesa de teta aplastada en la máquina fría, expresa nuestro pacto con la vida.

La Vanguardia, 19 de Octubre 2020

Publicado en Artículos La Vanguardia

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