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Con chandal y sin tacones: el auge de la ropa de salón y la influencia de la pandemia en la moda

Para muchos profesionales, el registro holgado, elástico y mórbido al que se han acostumbrado durante la pandemia será difícil de abandonar

Uterqüe prepara una colección cápsula 24/7 para ofrecer calidez, multifuncionalidad y pragmatismo al armario de otoño

Paul es un ejecutivo francés que vive en España. Durante seis meses ha trabajado para su multinacional desde casa, ataviado con pantalones chándal y camisas bien planchadas. Ahora que empieza el trabajo presencial, ha desistido por completo de la cintura prieta y la hebilla metálica del cinturón. Ya había enterrado la corbata, que incluso Loewe ha descatalogado por la baja demanda. En cambio, la firma española diseñada por J. W Anderson, ha desplegado un surtido de pantalones con cordel o cinturón de tela, variaciones estilizadas de los chinos, devenidos yogas pant´ con la cintura graduable. Para muchos profesionales, el registro holgado, elástico y mórbido al que se han acostumbrado durante la pandemia será difícil de abandonar. Porque la vestimenta global más utilizada -a pesar de las recomendaciones de vestirse y calzarse a diario para no perder de vista el mismo yo- ha sido el chándal.

“El pantalón de chándal es una señal de derrota. Cuando pierdes el control de tu vida te compras un pantalón de chándal”, fue una de las sentencias que nos dejó Karl Lagerfeld. Por supuesto nunca se jubiló a la manera de Fidel Castro con una sudadera Nike, Puma o Adidas, aunque el kaiser fue pionero en sofisticar las zapatillas deportivas, tal y como hubiera hecho Coco Chanel. Recuerdo que en una ocasión le pregunté al añorado escritor y periodista Vicente Verdú, amante de lo sublime, si escribía en ropa cómoda y calzado: “Por favor, exclamó, siempre escribo bien vestido” .

No son buenos tiempos para el dandismo. La resaca anímica del virus puede realimentarse con la moda, ese espacio que nos lleva a algún lugar, fantasía, pero la onda expansiva de la languidez, e incluso de la decadencia nos retrae. Dentro de dos semanas se celebrará la semana de la moda de Milán, y comprobaremos cómo los creadores defienden ese espacio simbólico para la autorepresentación, y qué relato estético les ha dejado la crisis.

Loewe presenta modelos de pantalones con cordel o cinturón de tela para el otoño de la pandemia

La casa, de nuevo, ocupa el centro. La frontera entre el exterior, contaminado, y nuestra intimidad en calcetines. Gaston Bachelard afirmaba que sólo por su luz la casa es humana. “Es un ojo abierto a la noche”. La gran variedad de estanterías con libros y figuritas, gotelés o colores audaces, mesas y terrazas con improvisados rincones para recogerse, nos ha devuelto la mirada hacia nuestros interiores. Los sabuesos del marketing le llaman la tendencia de anidar. Y las marcas más veloces han anunciado ya sus respuestas. Rihanna –después de su éxito con Fenty, y sus colecciones de lencería, Savage- ha registrado una marca para lanzar una colección de vajillas y manteles. Y Ralph Lauren, que ha aumentado en los últimos meses su venta de productos para el hogar, ha querido posicionarse más que nunca como una firma de estilo de vida. Uterqüe está preparando el lanzamiento de una colección cápsula 24/7 para ofrecer calidez , multifuncionalidad y pragmatismo al armario de otoño.

Los daneses se han empleado a fondo en su filosofía “hydde”, también llamada la felicidad de las pequeñas cosas y el amor por los calcetines de cashemere o lana gruesa, las mermeladas y las gotas de lluvia tras el cristal, hoy muy presente en el festival de ideales azucarados que es Instagram. La ropa estructurada, el código de reunión de trabajo, acto social o fiesta nocturna se ha quedado en pausa. Aumenta el consumo de prendas cómodas, velas y máquinas de masaje como los gadgets de la firma Foreo. Oysho amplia su surtido de la que ya se empieza a llamar como “ropa de salón”, prendas de cashemire, chandals de punto , túnicas , linos, y en general tejidos ecológicos y materiales reciclados.

La exigencia de que la compra tenga el menor impacto posible en el ecosistema, además de la ejemplaridad de la marca en campañas como Black lives matter , ha sido otra consecuencia, altamente positiva, que ha traído la pandemia. El impulso de la compra merece de mayor reflexión. Agitar conciencias y actuar desde tu marca preferida tiene un significado distinto al de la compra compulsiva. Se trata de cooperar como Sephora en la campaña del 15% – se compromete a que los minoristas a dedicar al menos el 15 por ciento de su espacio en los estantes a las marcas propiedad de negros- y estas acciones aportan un mayor impacto de satisfacción en el consumidor-, de la misma forma que comprar algodón ecológico, tomates o huevos de gallinas libres.

La ropa deportiva también apunta a horizontes luminosos. Nike y Adidas han reforzado su reputación durante la pandemia, con campañas donde incluso se han apoyado unas a otras. Nike ha podido repensar otros nichos, y a mitad de septiembre presentará su primera colección para embarazadas, donde anuncia un kit que contiene un sujetador de lactancia realizado con un tejido que capilariza el sudor; leggings de banda ancha; una chaqueta con dobladillo en el bolsillo y una camiseta sin mangas estilo bola. La influencia del deporte en la pasarela viene siendo un clásico, desde que se elevara en el pódium a diseñadores como Virgil Abloh , que junto a Kayne West hizo una colección de moda para Fendi y empezó a brillar en su marca Off-White hasta que le fichó Vuitton . La influencia del hip hop, el skate y la cultura urbana se ha filtrado en la alta moda desde hace tiempo, de puertas hacia fuera. Ahora inicia el viaje de regreso.

En la España de los 80, cuando empezaron a proliferar los primeros chándals de firmas de lujo, la prenda se institucionalizó entre flamencos y folclóricas. De aquella coplilla del “arreglá pero informal” de Martirio, a los bombachos de la Pantoja, con el visón encima, el chandalismo hizo mella entre las amas de casa que con tino lo prefirieron a la bata y el delantal. Por su parte, las tribus urbanas adoptaron la sudadera, con capucha, como uniforme de autenticidad –utilizados por la cultura underground del Londres de los 70, para taparse de la policía. Y una generación de boomers –no solo los runners- influenciada por la hegemonía del casual deportivo, se calzó las zapatillas, olvidó los juanetes, y relajó su atuendo. Este otoño del año 20, la afrenta estética consiste en que la vestimenta de la covid no invada los espacios públicos. A los jóvenes aún les resulta bochornoso toparse a un vecino tirando la basura en batín. Hasta que un día estos son su propio padre o madre. Entonces les parece dramático. Una derrota de la apariencia.

Nueva tendencia: El afianzamiento del género neutro

Hay otra variante que ha potenciado la Covid, y que se refiere al afianzamiento del llamado género neutro. Aquel viejuno unisex hoy se relanza con otro significado: un público que no quiere perpetuar la estereotipación de géneros a través de la ropa. Diseñadores como Alessandro Michele de Gucci y Nicolas Ghesquière rompieron la frontera de colección hombre y mujer, mientras que en España, Palomo Spain también intercambió códigos y les puso vestidos a sus modelos, criaturas andróginas que huyen de definiciones sexuales. A esta tendencia se unen marcas de tradición nórdica como Cos, que procura básicos confortables, caracterizados por un leve corte asimétrico y gran similitud entre la colección masculina y la femenina: las mismas materias, los mismos colores, la importancia de los bolsillos, las batas largas para estar en casa.

La Vanguardia, 6 de Septiembre 2020

Publicado en Culturas (La Vanguardia) La Vanguardia

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