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Modelos con ciática

Sarah Moon

Una de las frustraciones más habituales de las directoras de revistas de moda consiste –mejor dicho, consistía– en enviar a un equipo de diez personas al fin de mundo para fotografiar las tendencias de primavera-verano y obtener como resultado, entre la excitación de un viaje al paraíso y las ojeras del jet lag , veinte fotos con la modelo echada, en posición fetal, ante una desconchada pared blanca. Ni sombra de las palmeras, lagunas doradas, azul del Pacífico o de esa arquitectura indígena que intensifica la línea del horizonte. Hubieran logrado esas mismas imágenes en Cuenca o Valls. Sin identidad, caprichosamente vacuas, desprovistas de relato más allá del mal truco de arte povera, o bellamente dicho por algún fotógrafo ante tu cara de pasmo: “Es el non finito de Michelangelo. Es una actitud”. No solo me trastornaba la indiferencia ante el entorno, la piel del paisaje, sino que la modelo, a menudo cotizadísima, aparecía tumbada sobre mesas, sofás o sillas; su cuerpo doblegado, las piernas encogidas, trasladando una sensación de entumecimiento general que intentaba reparar su exclusivísimo vestido bordado con cristales. Ahí estaba la prenda-trofeo del estilista, interpretado por el fotógrafo de manera sublime: la nuda vita desprovista de toda cualificación, según la idea del filósofo italiano Giorgio Agamben, la que no es más que pura pose, en el sentido más afásico del término.

Ahora, el hashtag #Modelos Con Ciática parodia las alambicadas poses que ejecutan las modelos para mostrar la ropa de temporada: “Cuando tienes que tocar las campanas de Notre Dame a las 7 y sesión de fotos a las 8”, reza una de sus ironías sobre una chica que luce un vestido vaporoso encorvada como Quasimodo. Son imágenes de ropa que se vende online. Y, en ellas, se impone esa expresión mustia, falsamente introspectiva, destilando una melancolía vital que ahuyenta las sonrisas porque son “demasiado comerciales”. Los talentosos autores persiguen un quiebro estético, aunque a menudo acaben capturando mujeres postradas , en posiciones estrafalarias que en la vida real solo adoptarían en caso de peligro.

En la fotografía de moda, de las eróticas estatuas de Helmut Newton a los retratos psicológicos de Avedon o Meisel, pasando por las figuras en movimiento de Sarah Moon, las mujeres de pelo mojado y hombros atléticos de Bruce Weber o ese golpe de flash hipersexualizando a una diosa de Mario Testino, siempre se ha colado un ejercicio de falsa libertad que consiste en hacer raro lo hermoso. Y también en quitarle azúcar a la belleza para echarle veneno.

La Vanguardia, 22 de Julio 2020

Publicado en Artículos

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