Cuando Frank Sinatra reapareció en escena el 15 de octubre de 1978, sobre el escenario del Radio City Music Hall, revestido por esa pátina de leyenda y dolor que acompaña la madurez de los mitos, nadie sabía que traía un himno para la ciudad que nunca duerme. Su voz, siempre por encima de la orquesta pero capaz de cantarte al oído, esbozó un itinerario vocal de aquel tema compuesto para una película de Scorsese: New York, New York. Sus compases se fueron adhiriendo a las torres de cristal de la Quinta Avenida y a las cornisas de Bowery, custodiadas por las aves marinas, también al canturreo de sus gentes. Desde que lo grabó, al año siguiente, para Trilogy , fue un éxito mundial. La razón era bien clara: todos nos hemos sentido en algún momento como el vagabundo que por fin llega al centro del mundo, a Nueva York.
Estas semanas, desde las ventanas y azoteas de Madison Avenue y del East Village, de Long Island y Harlem, los vecinos han hecho sonar el tema de Sinatra como himno de resistencia y duelo. Nunca habríamos imaginado la ciudad tan desnortada, azotada por el pánico y la parálisis extendidos por su presidente, un hombre que se automedica. Su imagen de vuelta de un mitin en Tusla (Oklahoma) ilustra el derrumbe personal y político: descorbatado, con el pelo aplastado y un triste pulgar hacia arriba mientras las comisuras de sus labios se deslizaban hacia abajo. Se había quedado prácticamente solo gracias a la sagacidad de los activistas que quieren verlo fuera de la Casa Blanca y reservaron miles de entradas para un acto al que no asistieron. Trump no tuvo los reflejos de Sinatra cuando, en 1986, vino a dar un concierto en el Bernabeu , algo impensable tras aquel “ I’ll never go back to that fucking country” tras ser expulsado de nuestro país por el régimen franquista. Ante la desesperación del empresario Arsenio Marcos porque apenas se había vendido el 20% del aforo, Sinatra regaló 16.000 entradas a los militares americanos de la base de Torrejón de Ardoz, trabajadores de Warner y hasta policías nacionales, que pagó de su bolsillo, convirtiendo un fracaso económico en un éxito personal.
El frentismo y la irresponsabilidad de Trump son criticados sin pudor tanto dentro como fuera de las fronteras de EE.UU., aunque nadie puede fiarse de que un populista de su talla no consiga el clásico segundo mandato. Los testimonios anuncian la confusión extrema en un país que un día lideró los pasos del mundo. Entonces, la palabra del presidente de Estados Unidos era la de un dios en la tierra; hoy arde el infierno en la América de nadie.
Imagen por sebastien cordat on Unsplash
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