La semana pasada, Díaz Ferrán soliviantó a sus antiguos empleados al anunciar que para salir de la crisis hay que trabajar más cobrando menos. Sus trabajadores no sólo trabajaron más, sino que lo hicieron gratis. Desde el Banco Central Europeo le han respondido que basta con trabajar mejor. Y la sociedad cansada de nuevo ha resoplado. Actualmente, uno de los huracanes sociales que agitan Europa es el retraso de la jubilación. Según una encuesta de la cadena Ser, tres de cada cuatro españoles están en contra de retrasar la edad de jubilación a los 67 años. En Francia, el clamor ha sido absoluto: la dorada retraite, que a muchos les transporta al costumbrismo del canotier y la brizna de hierba entre los labios, es sagrada e intocable para los manifestantes que han convocado nuevas movilizaciones.
Las protestas coinciden con la publicación en el Journal of Economic Perspectives de Jubilación mental, un título aparentemente sospechoso. ¿Qué ocurre con el cerebro de un jubilado? Su conclusión: el trabajo contribuye a mantener en forma la memoria y la capacidad de razonamiento, mucho más que un sudoku. Claro que no todo trabajo es estimulante, admite el doctor Willis, uno de los autores de la investigación, pero añade que al menos te obliga a levantarte por la mañana, a relacionarte con la gente y a conocer el valor de ser rápido y fiable. El estudio ha sido contestado por otros expertos en la materia que consideran arriesgada la tesis. El profesor Richard Suzman se pregunta si importa más el compromiso social y la interacción, el componente cognitivo o el componente aeróbico del trabajo, y se pregunta: «¿O es la falta de lo que pasa cuando uno se jubila, que podría suponer ver más tiempo la televisión?». Con las recientes estadísticas del galopante envejecimiento de la población europea, tal vez vaya siendo el momento de que contemplemos otros modelos en nuestra sociedad exhausta: desde la jubilación progresiva o a la carta hasta ejemplos como el de los jubilados suecos que ofrecen su experiencia a la comunidad —como profesores o alguaciles, a tiempo parcial— en lugar de desplomarse en el sofá. Lo que sea, con tal de no perder forzosamente la memoria frente al televisor.
Que descanses, decimos. Cierto. Siempre tan judeocristianos. Desea para el prójimo lo que quieras para ti mismo.
Me encanta esta nota. No se le puede agregar ni borrar nada. Quizás la salvedad, de que como discipulo de Lafargue, tengo mis dudas de que el trabajo nos aleje del mono como pretendía Engels, digo el trabajo sin más, la fuerza productiva, generadora de plusvalías. Pero es cierto que no sé que opinar, frente a esa masa informe que se mueve casi exclusivamente hacia donde el mando a distancia de los audiovisuales domésticos, fue dejado por última vez..