El comisario de la muestra, Alain Bergala, asegura que no existe ningún libro serio sobre el tema —lo recogía el lunes Oscar Caballero en este diario—, de ahí que se decidiera a trabajar en una obra de referencia capaz de reunir y analizar la fuerte carga simbólica y cultural del cabello. También política y religiosa, justo cuando la actualidad trae de nuevo el integrismo de Al Qaeda a las portadas, amenazando con matar a los últimos rehenes secuestrados si Sarkozy no retira la ley que prohíbe el burka en espacios públicos. Ese anacronismo: ni cabello ni piel al aire libre a fin de no perturbar el espíritu ni provocar a los demonios.
Detrás de la peluca rubia de Penélope Cruz, elegida como imagen de la muestra, convergen muchos ecos: de Jean Harlow a Marilyn, sin olvidar la cabellera rosada de Lana Turner que pintó Warhol. Ahí está la fascinación gestual de los bucles o la riqueza emocional de una melena al viento que Hitchcock, Godard o Lynch utilizaron en la construcción plástica de sus planos. También es revelador el trabajo de hemeroteca de la muestra. En la portada de un número de Life de 1943 se informa de que la Comisión de Guerra de EE.UU. exige a Verónica Lake que cambie su peinado —ese golpe ondulado sobre un ojo— para evitar los numerosos accidentes que sufrían las mujeres, peinadas como ella, en las fábricas.
En cuanto a estereotipos, sin duda el cine, más que la moda, se encargó de proveer a las mujeres de un alma de morena —tenebrosa, dura, seria, competitiva, atractiva— o un alma de rubia —seductora, sexy, tonta, fría, calculadora—. Clichés trasnochados pero cuyo poso aún permanece, según una investigación de la Australian School of Business. El estudio pretende demostrar una sutil discriminación profesional debida al color del pelo. A pesar de que éste no constituye una variable aceptada en el modelo económico, la autora del estudio, Geni Dechter, afirma que tiene una relevancia significativa en el acceso al mercado laboral, y que las rubias universitarias son contratadas por vez primera con salarios sensiblemente más bajos que las morenas. «La brecha salarial en el grupo de mujeres con educación superior (a favor de las morenas) es del 9%. Pero cinco años después desaparece porque las rubias se esfuerzan más y consiguen ascender más rápidamente». El mito de la rubia tonta ha podido desactivarse gracias a la cantidad de mujeres poderosas que siguen al pie de la letra el eslogan de un tinte: «Si tengo sólo una vida, deja que la viva siendo rubia». En el prólogo del recién editado Fragmentos —poemas, cartas y notas al vuelo de Marilyn Monroe— Antonio Tabucchi se atreve a tumbar uno de los iconos de la rubiez, tachando a la triste y sensual Marilyn de intelectual, ¡mon dieu!, imagino el alboroto entre la intelligentsia masculina mayoritariamente alopécica.
Vi muchos de esos carteles por Madrid
Quería decir por Paris…así como pancartas de la grève…
En fin, para melenas, la de Rita Hayworth. La suya fue una melena transformada…¿no? le retiraron el pelo de la frente con electrólisis y que el pelo marcó mucho su cine…la Rita de la Dama de Shangay, la Rita de GIlda (la más estereotípica) o la MargaRITA de los comienzos, con su pelo negro azabache.