Cuando Lupita era una niña que se sentía fea y oscura como la noche su madre le decía: “La belleza no se puede comer ni te alimenta”. La pequeña, en secreto, hacía tratos con Dios. Le pedía que aclarara un poco su piel, y a cambio dejaría de robar terrones de azúcar. Cada mañana se levantaba de la cama con los ojos semicerrados y al llegar al espejo los abría, pero él nunca la escuchó. Su demanda fue atendida tan sólo por las firmas de cosméticos que produjeron cantidades de cremas blanqueadores para negritas acomplejadas como ella.
“¡Oh, qué maravillosa piel!”, exclamó el mundo entero, rendido a los pies de Lupita Nyong’o, tan delicada como fuerte con su azul pastel de Prada y su sonrisa acristalada, cuando recibió el Oscar en 2014 por su papel en 12 años de esclavitud. El circo halagador activó su maquinaria. Revistas internacionales, fotógrafos modernos y relaciones públicas hambrientos saltaron sobre ella. Las marcas de moda se la rifaron, conscientes de que las sedas italianas vibraban encima de su cuerpo como nunca lo harían sobre una piel pálida. Era novedad. Era tendencia. Y aunque la nueva celebrity resultara indisociable del símbolo que representa, ahí estaba su frescura a explotar.
El efecto Lupita no multiplicó la presencia de actrices negras, pero, aún así, ella se convirtió en abanderada del sentir de sus colegas, de nuevo en lucha ante la 88.ª edición de los premios de la Academia, que los ha escupido de su palmarés. El déjà vu es desolador. Como una regresión a través del túnel de los tiempos. Desde aquel almuerzo privado en un atestado salón del angelino hotel Hollywood Roosevelt, el 16 de mayo de 1929, en el que se entregaron los primeros Oscar de la historia, hasta nuestros globalizados días, solo quince intérpretes negros, entre hombres y mujeres, han conseguido la estatuilla (a los que hay que sumar el honorífico que este año reconoce la carrera de Spike Lee, el primer director afroamericano en obtenerlo y quien ha iniciado el boicot a la gala). Sólo uno más de los que se dieron en aquella lejana comida inaugural. Desde entonces más de tres mil estatuillas han sido agradecidas y blandidas en señal de triunfo, en un blanco nuclear. Esos dieciséis “privilegiados” –aún es posible que Lee se quede sin él– van de la pionera Hattie McDaniel a Lupita. Sidney Poitier, Harry Belafonte, Morgan Freeman, Denzel Washington, Woopi Goldberg o Halle Berry se empeñaron en hacer buena aquella afirmación de Umbral de que “el talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia”. Pero ellos han tenido que insistir muchísimo más, y no sólo por los aún pocos personajes negros, ni siquiera por las dos ediciones consecutivas sin ningún nominado, sino porque el 93% de los miembros de la Academia son blancos. Pero ojo con el resto de la estadística: el 76% son hombres, mientras que la edad media es de 63 años. De los 186 nominados, 35 son mujeres. La lucha por los derechos civiles en formato 360º es una gran oportunidad para Clinton 2. Hillary aseguró –junto al cocinero José Andrés– hace unos meses que “los latinos son nuestro futuro, no son extraños, intrusos, son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestra familia”. En las antípodas del discurso de Trump y Palin, ella busca nuevos formatos para tocar la conciencia y la piel de América, tanto la superficial como la profunda.
Sin embargo, de esta historia de estrellatos hollywoodenses lo que sorprende es su alejamiento del mundo real: sobre la alfombra roja no caben negros, las mujeres van de relleno para lucir vestidos de sirena y los jóvenes sirven de comparsa a fin de combatir, aunque sólo sea estéticamente, el efecto invernadero.
Belleza infiel / Michelle Jenner
Cuando una actriz aplaudida por su talento pero también por su belleza se planta en Instagram con los brazos en jarras y pone a caldo el canon por el cual una mujer debe taparse la ojera, rizarse las pestañas con rímel abetunado y darle volumen al pelo, es que su hartura ha llegado a un límite. Jenner, trending topic, denuncia la falsedad de un mantra contemporáneo: “Nos gustan las mujeres reales…”. Porque en realidad siguen vendiendo las irreales.
Retorno rojo / Ana Rossetti
Su voz poética nos descubrió notas de blues y sensualidades redondas. Llevaba ocho años muda. Y su Deudas contraídas, editado por La Bella Varsovia, ha agotado la edición en una semana. La poesía es más que nunca un milagro editorial, porque a pesar de la crisis no ha cesado su goteo, cada vez más común entre los millennials. Rossetti hace versos con quienes se sienten desprendidos de la realidad, arrebatados de sentido. Poesía social con un golpe seco; al fondo la belleza.
Desde el púlpito / Ana Patricia Botín
La heredera del imperio Botín no solo cuida el legado de su padre sino que lo multiplica: el Santander ha ganado la mareante cifra 5.966 millones de euros, un 2,6 respecto del ejercicio anterior. Ahora, Botín alerta, al estilo de su progenitor, acerca del impasse gubernamental en España: “La incertidumbre política no ayuda”. Es evidente la preocupación que los grandes banqueros tienen sobre el futuro político incierto en España y las consecuencias que esto puede tener para sus negocios.
4 en 1, ay
una desolada línea para la 1a., ay, ay
esa kosa…ese… oskar es un endiosamiento para mí incomprensible
llamar “la” academia -y escrita con mayúscula, encima- a esa kosa yanqui, jolivudense… ay
sorryconperdón, pero tengo el sistema digestivo frágil&susceptible, soy delicado de estómago
yo tengo escrita mi historia personal del cine
y desde hace décadas me importa un pepino el puto oscar
y el solo hecho de decírtelo me hace caer en un renuncio
yo vi monster´s ball en uno de mis cines de culto en madrid, y, lógicamente, caí perdidamente enamorado de leticia musgrove; de liticha, no de la bellísima&supersexy protagonista, halle berry : liticha es, además de bella, tiernísima, querible, e insuperablemente desafortunada, no tiene oficio ni trabajo, su marido -afro, claro- está condenado a muerte, su hijo adolescente es obeso mórbido, etcétera
tras verla unas 5 veces, aprox, una extensa entrevista en el país semanal
leí con avidez
entendí por qué no la conocí antes : sus pelis rotaban en un mundo diferente al mío -la siguiente sería chica bond, y no fui, claro-, y… que había ganado el oscar por este peli
mi -“mi”- cine no puso n-i-u-n-a s-o-l-a letra sobre el premio ése
en fin
la vi varias veces +
atribulado kísssss