Para creer en sí mismo, la mayor obligación en campaña, el candidato debe atender calladamente las encuestas sin creérselas a pesar de la fuerza mental –y visual– de los porcentajes. Admite que cualquier cosa será un éxito. “Ocurre cuando se pasa de la nada a tres diputados: tener presencia en el Parlament, a pesar de que como partido único sólo tengamos dos meses, es nuestro objetivo”.
Tiene a su favor sus conocimientos de Historia, y su pasado como conseller de Medi Ambient y más tarde de Interior. Aquí no hay mitología de piel callosa. Un ejemplo: cuando lloró un par de veces, codo con codo con los Mossos, ante dos bajas: “Son momentos de gran dureza: ver a los compañeros hundidos ante tanta brutalidad”.
Día a día, junto a su esposa Anna, se ocupa de enaltecer el espíritu, de arrancar tiempo para leer, sobre todo a los clásicos traducidos por Carles Riba. En su casa de Vic se escucha a Bach. Su hijo Miquel, de 12 años, es un virtuoso del violonchelo, y María, con 10, toca el violín. Espadaler supura orgullo: “La música ayuda a disciplinarse, a abrir la mente”.
Se ha dejado crecer la fina perilla de otros tiempos y hoy luce una barba cuidada, que afina la redondez de su rostro. Ni asomo de hipsterismo o progresía: canas de cincuentón, gafas de pasta negras, camisas blancas y corbatas la vie en rose. Habla bien, escoge con mimo las palabras; utiliza un tono bajo que reclama atención; modula armónicamente su discurso para no resultar cargante, subraya con las manos, e incluso con suaves movimientos de cabeza. Siempre cabal, a veces críptico. Al salir de los platós llama a su madre: “Es una mujer de una gran fortaleza; sufre con la campaña, me avisa y me dice ‘ten cuidado, te van a apretar por aquí’…”. Cándida es la mejor juez de su hijo a la hora de dirimir si se ha entendido su mensaje.
Las señoras que iban al antiguo Iradier me dicen que Espadaler les parece un hombre triste. “En absoluto”, niega él, y añade: “Lo que no haré es dejar de ser yo”. Afirma que es un tipo normal y que poco jugo le podré sacar. “Soy una persona de convicciones, que sabe respetar las verdades del otro; defendemos la nuestra, consciente de que todo el mundo tiene su parte de verdad. Dialogando y sin romper nada. No somos rupturistas, porque quienes pagan los platos rotos siempre son los débiles”.
Una de las frases más sonoras de su campaña ha sido: “Unió es la CiU del siglo XXI”. Lo afirma con la confianza y el seny del hombre ordenado que escribe a pluma. Acaba de perder una Smart roja a la que tenía cariño: “Una pluma la acabas haciendo tuya”. ¿Y a un viejo partido recién divorciado?
bien por los dos!
A mi me intereso este por que habla de que tres candidatos ya no usan un perfume que se auto-excluye del nuevo sensualismo que ofrecen. ni siquiera una humilde agua de lavanda.