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Mírame a los ojos

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Estos chicos prodigio de Ciutadans, sin apenas pasado. Nacidos de la inquietud de un grupo de intelectuales que después de tantos libros y columnas decidieron escribir un partido político. Rivera, Villacís y ahora Arrimadas. Tienen algo de secta moderna: educados, fotogénicos, con másters en la Costa Azul y con una forma de hacer política más profesional que vocacional. Se entregan a fondo. Lo de JASP –Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados– es ya una antigualla, mejor invocar el espíritu startup o un perfil de community manager. Empecemos por su nombre, mucho menos apasionado que las colles de Junts pel Sí o Catalunya Sí que es Pot. Un enunciado sobrio que se presenta como un derroche de sentido común. La de un partido bisagra, aunque cargue por la derecha, evocando la moderada radicalidad lerrouxista.

El fenómeno Rivera, aupado por un efecto reactivo ante Podemos, ha convertido al fenómeno Iglesias en una especie de Pussy Riot que le pide sexo salvaje a Mas. Pero el audaz Albert no da para todo, y tiene que repartirse el mapa entre sus cachorros. En un partido nuevo todo suena a nuevo, por eso que le llamen “sorprendente” o “inesperada” a la candidata de Ciutadans demuestra que la llamada generación tapón sigue insistiendo en repetir cromos. Ni caso. Ellos saben mirar de frente. Y hablar con un micrófono sin acalorarse. Como Inés Arrimadas, que cuenta con dos atributos colosales: es mujer –la única en liza en el 27-S–, y es jerezana. De lo primero no se esconde, y eso que recibe piropos como si fuera Paula Echevarría. “¿Le molesta que le llamen guapa o la niña?”, le pregunto. “No, porque no me llaman ninguna de las dos cosas”, responde por whatsapp. Internet lo niega. Y es que en política ha llegado por fin la apostura y el piropo. Decisiva es la resurrección de aquel viejo cartel de “se requiere buena presencia” que los progres tanto detestaron.

Arrimadas, con sus blazers entallados, sus pitillos, su melena estilo Inés Sastre y su tacón medio de cinco o siete centímetros, borda el código. ¿Marcas? “Compro en todo tipo de tiendas. ¿Música? Rock. Lo de jerezana parece pasar más inadvertido; primero por su acento salmantino heredado de sus padres, aunque alguna ese se come. Dice que le gusta el sherry y que señoritos hay en todas partes. En cinco años ha aprendido un catalán corrientísimo –que incluye fetges y jutges–, pero lo foráneo se le cuela en su falta de unidad fonética en las vocales y en las eses sonoras. A las ideas les añade una vocal: ideies. Por supuesto que la han llamado pija, ese adjetivo rabioso que se utiliza contra las mujeres bien perfumadas. Le pregunto por su perfume como quien pregunta por su equipo de fútbol: “No llevo perfume”.

A sus 34 años, tiene más horas de tertulia televisiva que de mitin de campaña. Mezcla el lenguaje político con el empresarial. “No tenemos tiempo para perder más tiempo”. Dice que no es feminista, pero al interrogarla sobre el hecho de que sea la única candidata del 27-S responde como una de ellas: “Estamos muy lejos de la igualdad real entre hombres y mujeres”. Habla rápido pero sin atropellarse, como hipnotizando a la audiencia. Y tiene un buen contraplano –cuando la cámara te graba mientras estás escuchando o mirando las musarañas– en el que ella levanta barbilla, serena, con media sonrisa, sin ansiedad, mirando a los ojos de su interlocutor, copiándole estilo a la reina Letizia. Arrimadas es otra tímida que cruza la cuarta pared, feliz al saberse “la candidata mejor valorada para presidir la Generalitat”, asegura. Una mujer que llora muy poco.

(La Vanguardia)

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