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El dinosaurio no estaba allí

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No sabemos ya si nos agarramos a los clichés por deformación de oficio o si el oficio se nos ha deformado hasta el extremo de que los clichés nos cogen por la solapa para que colemos “un espectáculo dantesco”, “un asunto kafkiano” o “un propósito quijotesco”. Veamos si no este párrafo: da igual que caiga un sol de justicia, una copiosa nieve o que el cielo esté encapotado… siempre habrá un buen motivo para celebrar algo en un marco incomparable y colgar el cartel de no hay entradas. Eso es llegar y besar el santo, saborear el triunfo aunque se haya sudado sangre, no es baladí y supone otra vuelta de tuerca en un abrir y cerrar de ojos, hasta copar los titulares, con un público rendido a sus pies, demostrando que hay luz al final del túnel.

Si usted, amable lector, ha llegado hasta aquí en verdad merece un capítulo aparte, o vale su peso en oro, porque no hay peor indigestión lectora que la saturación de tópicos. Por mucho que nos agarremos a un clavo ardiendo y digamos que hay artículos que uno nunca quisiera escribir, seguimos sin expresar nada de nada, amparados en la pródiga colección de latiguillos mediáticos que a menudo se nos cuelan, o voluntaria e idiotamente, creyendo que el lector es ingenuo. ¿Por qué titulamos tan a menudo “Cómo hacer X y no fracasar en el intento”, o esperamos a alguien que nunca es Godot? Hace unos meses, el periodista Jaime G. Mora registró en su blog todo un repertorio de lugares comunes tan prestos como el primer día; ahí quedaban retratadas algunas de nuestras bochornosas debilidades, aunque también capté la humilde melancolía del plumilla que acaba sucumbiendo a lo redicho, por mucho que en sus fantasías literarias hubiera llegado a pensar que podía llegar a atrapar, provocar, incluso enamorar al lector.

En Kassel no invita a la lógica -que da para muchos artículos-, el escritor Enrique Vila-Matas da algunas buenas razones por las que se escribe, pero antes va a la esencia de la literatura de la mano de Kafka, quien se preguntaba si será cierto que uno puede atar a una muchacha con la escritura. Ni entretener, ni hacer reflexionar, sino “atar al lector, para adueñarse de él, para seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y quedarse allí, para conmocionarlo, para conquistarlo”. Claro que los tópicos en la literatura superventas engrasan aún más que en los medios de información. Del mismo modo que algunos guardias dicen “correcto” o “afirmativo” en lugar de un sencillo “sí”, muchos periodistas siguen empeñados en que “con la que está cayendo” es “mejor no poner el dedo en la llaga” en lugar de renovar sus armarios de frases hechas. Vila-Matas apela también al deseo por lo nuevo, y dice que es su forma de estar en el mundo: “Hablo de ese desvelo continuo por buscar lo nuevo o por creer que quizás pueda existir lo nuevo, o por encontrar eso nuevo que siempre estuvo ahí”. Pero que no es el dinosaurio.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

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