Aguirre, animal político, teatrera y rauda, la abuela que tiene tiempo para cuidar de sus nietos, concedió siete entrevistas la semana pasada, como si ya estuviera en campaña. “Estoy en manos de la providencia. Yo no hago planes”, declaró repetidamente en una bizarra exposición. El efecto bumerán de su error al volante ha acrecentado su imagen chulesca con inmediato efecto barbacoa. A la espera de conocer el fallo de la justicia, que estimará su desafío a los agentes y la repetida cantinela de que se ensañaron con ella porque era famosa, su foco se aleja oceánicamente del nuevo estilo de liderazgo.
Por su parte, Cristina Cifuentes -delegada del Gobierno en Madrid- representa el perfil más ascendente del PP, pero no logra sacudirse el papel no-tan-secundario en el “tamayazo”. De la mano de Ricardo Romero de Tejada (exsecretario general del PP de Madrid) y Dionisio Ramos (exgerente de la Complutense), Cifuentes -funcionaria técnica de la misma universidad-, formó parte del complot para conseguir los votos tránsfugas, según narran algunas investigaciones periodísticas. Y, para mayor despropósito, fue portavoz adjunta de la Comisión de Investigación del asunto. Y no encontró nada sucio en semejante fango.
La “derecha moderna” es un vocativo arraigado en España, donde en cambio nunca se dice la izquierda moderna, como si ese título se lo hubiera apropiado el activismo del 15-M. Mientras tanto, el fantasma de Tierno Galván pasea por el Retiro, impaciente.
Fabuloso artículo Joana. Siempre lindo leerte.
a_
chapó, joana
-bueno, bueno, chapeau, pero, para estos efectos…-
para encontrar la verdad y evitar el error aquí : a relaxing cup of café con leche in plaza maior con la automovilísta díscola y la motista -¿por qué motorista?- accidentada
biiiiiigabrazo
superj