La vida en los armarios ha tenido buena cinematografía, como si una corriente centrífuga atrajera hacia ellos todo lo que no sabes dónde guardar, aunque sean los últimos lugares donde deban esconderse los secretos. Mi abuela custodiaba las cartas más íntimas junto a paquetes de Winston en un cajón, debajo del de las corbatas; entonces tabaco y amor aún iban juntos en la frase.También hay armarios que encierran libros prohibidos, como el Necronomicón, de Lovecraft. Y películas como Dos hombres y un armario en la que, de la mano de un jovencísimo Roman Polanski, los protagonistas se pasean por las calles de una ciudad cualquiera en un alegato contra la intolerancia.
La expresión salir del armario se popularizó en los años sesenta, y los primeros Orgullos funcionaron como outings públicos, incluso a traición. Ha surgido un debate en las redes a partir de las declaraciones de la periodista Sandra Barneda en Telecinco, en las que, a propósito de la salida al armario de miss Canarias, pedía que se acabara con etiquetas y armarios y que se respetara la opción personal de cada uno, para acabar ratificando que ella está muy satisfecha de ser como es. La ortodoxia homosexual la acusó de ambigüedad, esgrimiendo la escasa visibilidad de lesbianas. Como si se hubiera de actuar por mandato. Goethe añadió a la segunda edición de Las desventuras del joven Werther la siguiente frase: “Sé hombre y no me sigas. ¡Síguete a ti mismo!”, debido a que muchos jóvenes se habían suicidado emulando el ejemplo de su apasionado protagonista. La resistencia al outing lésbico trasciende a la presión social y a la doble misoginia: muchas mujeres conocidas no quieren acarrear con el crédito de presentadora, empresaria o ministra lesbiana. Mejor sin subtítulo.
Desde siempre, aunque no lo reconociera hasta poco más de año y medio, Jodie Foster fue aquella actriz y directora “lesbiana”, y Martina Navratilova aquella tenista “bollera”. Y así como los gais ya invitan a las autoridades a sus bodas, descorchando poder, las féminas homosexuales no poseen ni una tercera parte de su normalización pública. Por el contrario, el lesbian chic hace veinte años que está de moda. Imágenes sexis y descaradas, de chicas besándose y rozando su piel desnuda continúan encarnando la quintaesencia del lujo en afiches protagonizados por Kate Moss y Rihanna o Cara Deleavingne y Ondria Hardin. Mientras la bisexualidad trendy se agita con frivolidad y glamur, no pocas adolescentes que se descubren amando a otra mujer se sienten atrapadas en su secreto. “He sufrido durante años porque me daba miedo decirlo. Estoy cansada de esconderme y de mentir por omisión”, declaró la actriz Ellen Page, cuando decidió abrir su cajón.
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