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Los ‘beautiful’ y el postureo con chanclas

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Por la mañana apareció Inglaterra, verde y desconocida entre las nubes”. Lo que hubiese dado por escribir una frase como esta. Mucho más que un arroz con bogavante en el Real Playa, un hotel rústico a cien euros la noche cuyo lujo exclusivo consiste en estar enclavado en la misma arena de la playa del Mitjorn. Incluso daría mucho más que el adictivo café con leche en Roca Bella, la mañana aún por desenvolver, donde italianas de incierta edad lucen unos hombros tremendamente elegantes y la braga del bikini subida hasta las lumbares, con las nalgas al aire.

El personaje del libro que estoy leyendo, de James Salter, llega a Londres en un avión, y mientras a él se le aparece Inglaterra, nosotros, desde el ferry, contemplamos las primeras visiones de los molinos de Sant Francesc. El verde atlántico y literario de Salter frente al turquesa mediterráneo de las Pitiüses, cuyo principal embrujo consiste en la danza del levante que espuma las aguas y desangra el atardecer sobre campos de vid y olivos. Lo leído y lo vivido a veces crean gozosos paralelismos, como cuando se está enamorado y cualquier pequeña coincidencia parece una señal del destino.

Avistar el perfil de Formentera, dejando atrás el yate negro como un bloque de pisos, de Armani, o el The Shark de Cavalli en aguas ebrias de Dom Pérignon, es un alivio de presunta sencillez. El slow summer de Formentera contrasta con el vértigo ibicenco, donde las discotecas, los dj, y las drogas químicas asociadas al clubbing, han alcanzado la categoría de atractivo turístico internacional. Existen varias webs inglesas que publicitan permisos de conducir falsos para que los menores puedan entrar en los clubs. En Platja d’en Bossa, los chiringuitos de siempre se han convertido en beach clubs, arrastrados por la fama de las últimas adquisiciones de Matutes: el Hard Rock o el Usuaïha

Los adultos ricos cuentan con un surtido más sofisticado desde que Eivissa ha apostado por el turismo de lujo compitiendo con Cerdeña o Santorini. Porque el objetivo no son los europeos de siempre atraídos por las reliquias del flower power, sino los magnates rusos acompañados de una decena de escorts que reservan mesa en Lío -el espectacular cabaret dirigido por el actor de Tricicle Joan Gràcia- o en Cipriani.

En el mar residen desde Naomi Campbell, Kate Moss, a Andrea Casiraghi, Bruce Springsteen, Puff Daddy, Orlando Bloom o Di Caprio. Cuando hay una buena fiesta, en la residencia de Pino Saglioco, desembarcan a tierra. Entre los patrios, la baronesa Thyssen, Cayetana Guillén Cuervo, Rosa Clarà -cuyo barco se llama White- o Eugenia Martínez de Irujo, son algunas de las asiduas a este mito cultural del mediterráneo donde aún se aplaude la salida y la puesta de sol.

A tan sólo media hora de crucero, los payeses de Formentera me cuentan sus alianzas con los ecologistas para proteger sus parques naturales de las empanadas de cemento y caviar. En bicicleta por Ses Salines, advierto lo sufrida que es la gente que ni en verano puede replegarse como un cangrejo al sol. La beautiful people pertenece al siglo XX. Ahora se le llama “postureo”, eso sí, con esas nefastas chanclas globales.

Bellinis universales

Giuseppe Cipriani era un afamado camarero en la Venecia de los años treinta que gracias al pago de la deuda de un americano, Harry Pickering, abrió el Harry’s Bar, donde inventó el bellini y el carpaccio (en honor a Giambellio y Vittore Carpaccio). Su nieto, que se llama como él, ha franquiciado la marca familiar como se hace a menudo con las firmas de lujo. El Cipriani de Eivissa -abrió en el 2012- a 300 euros el cubierto, es un must y su propietario uno de los hombres influyentes de la fauna y flora local, este verano amigo especial de la modelo Esther Cañadas. En el Cirpiani, esta semana llegaron a las manos Orlando Bloom y el juguete roto Justin Bieber. Dicen que Di Caprio se puso de pie y aplaudió la torta.

Acroyoga viral

Carles Sans, junto a su mujer Maria Antònia Rodríguez, son un clásico de la isla que, nada más llegar a Eivissa, se visten de blanco con guayabera y túnica, respectivamente. Hace unos días, fueron a cenar a Lío junto a Carles Puyol y Vanesa Lorenzo, donde asistieron a un espectáculo representado por unos virtuosos acróbatas rumanos. Al día siguiente, Puyol -7 millones de seguidores en Twitter colgó una foto de su pareja -experimentada yogui- sobre las palmas de sus manos y se la mandó a Tricicle. Este le replicó con otra foto: mandíbula apretada y una Barbie encima de sus manos. Puyol, muerto de risa, la colgó en sus redes y el efecto ventilador no se hizo esperar. El acroyoga es trending topic.

Dos tallas menos

Lo conocí hace quince años en Nueva York, a través de Paulina Rubio, entonces muy cowboy girl que colaboraba en sus campañas. Enseguida escuché que Roberto Cavalli no era diseñador, sino estilista, una diferencia que tienen muy en cuenta italianos y franceses. Pero Cavalli resucitó el animal print -dicho sin manías, el estampado leopardo- los drapeados y conceptualizó el uniforme de las MILF. El caso es que mientras otros se hundían, el imperio Cavalli se extendía desde China a Miami o Dubái -donde ya tiene tiene sendos restaurantes. El tercero lo acaba de abrir en Eivissa, a sus 73 años, dispuesto a robarle mesas a Giuseppe Cipriani y a seguir detestando a las mujeres que visten como un hombre.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Victor contreras Victor contreras

    El ostigante astio de los ricos y poderosos.

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