Ante los incipientes indicios de creación de empleo, la primera conclusión es rotunda: la alianza entre tecnología y comercio se erige hoy en salvavidas laboral, en reactivador económico y garante de la exageración como gesto humano. Nuestra sociedad es hoy hiperbólica o no es. Y un barómetro bien puede ser el lenguaje del WhatsApp. “Ese es el registro que hay que utilizar para darlo todo. La formalidad no vende, no llega… Hay que ser muy sobrio en la ejecución de un proyecto, pero exagerar en la comunicación y mostrarle al cliente una disponibilidad al 120%: si te invitan, tienes que ir incluso a bautizos y cumpleaños”. Quien habla no es ningún lobo de Wall Street, sino Carlos Morales, director comercial de Dicom y experto en nuevos relatos de venta.
Porque ingenieros de todo tipo, expertos digitales y comerciales son, según el informe sobre tendencias laborales 2014 de Sodexo así como otros estudios sobre predicciones de empleo, las profesiones más susceptibles de conseguir un contrato en condiciones. ¿No se ha planteado aún convertirse en planificador de identidad digital, gerente de marca personal, responsable de relaciones virtuales, arqueólogo digital o agregador de talento? (También hay demanda de psicólogos para plantas). Cargos rimbombantes que anuncian una nueva sismología profesional, y reflejan el choque entre la tradición (en el fondo la necesidad de seguridad del ser humano) y su ansia por lo último, indefectiblemente tecnológico. Los habitantes de los años 10, por tanto, deben autoimponerse una inversión en sí mismos para encontrar trabajo desarrollando su identidad digital.
El lenguaje 2.0 ha sustituido las emociones que es capaz de arrancar la buena escritura por emoticonos y emojis que van de los corazones a los aplausos, las rosas o los tacones y faralaes de flamenca. Todo debe ser evidente, gráfico e icónico. Se repiten vocales para enfatizar, repetidos signos de admiración igual que se abrevia igual que se puede despreciar la ortografía. De lo que se trata es de crear confianza, simpatía y entusiasmo. Ni victimismo, ni melancolía, sino el pulgar levantado. Cierto, todo es cuestión de actitud, pero ¡cuánto empalago hiperbólico se requiere hoy para encontrar un trabajo!
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