El mapa del mundo se construye sobre el combustible, el de los motores y el de los cuerpos. El combustible de los motores es el petróleo, el de los cuerpos es la coca”, escribe Roberto Saviano en su Cero, cero, cero. Cómo la cocaína gobierna el mundo (Anagrama). Se trata de un trabajo de investigación, profundísimo, admirable. El talento de Saviano tiene difícil comparación por su fuerza narrativa, su rigor y su capacidad de análisis, entomólogo de las realidades ocultas. Con 27 años escribió Gomorra, y desde entonces vive amenazado, aunque sin esconderse; este libro se lo dedica a los carabinieri que integran su escolta, “a las 38.000 horas pasadas juntos. Y a las que todavía hemos de pasar”.
El periodista y escritor napolitano parece no conocer el miedo: “La cobardía es una opción, el miedo un estado”. A lo largo de sus 500 páginas ahonda en el impacto del tráfico de droga en la economía mundial, la organización de los grandes cárteles y su enorme y sombrío poder: sólo en México, la puerta a Estados Unidos, mueven entre 25.000 y 50.000 millones de dólares al año. Y demuestra cómo la crisis económica potencia las finanzas criminales, llegando a asegurar que el Bing Bang moderno, el de los flujos financieros inmediatos, parte del negocio de la coca colombiana. Del perico, la farlopa, Charlie, Snow White, heaven dust, flow y blow… nombres misteriosos y sugerentes en todas las latitudes. Saviano denuncia que nuestra sociedad esnifa para, regando sus neurotransmisores con dopamina, aligerar su gravedad y eliminar barreras, para quererse más antes de reventarse el cerebro o el corazón.
La política del narcoestado reproduce los códigos de la mafia, la Onorata Società y, de hecho, sus capos adiestran a la burguesía criminal latinoamericana, dispuesta a dominar las inversiones mundiales. Coincide la aparición del libro en España con la consternación por la muerte del gran Philip Seymour Hoffman, aparentemente a causa de una sobredosis de heroína. Justo cuando creíamos que la euforizante reina cocaína domina el mundo, nos informan acerca del repunte de esta droga a causa de los elevados precios de algunos medicamentos, de analgésicos a antidepresivos. En las calles norteamericanas, una dosis de heroína cuesta unos 6 euros, mientras que una caja de Vocidin pasa de 100. Es fácil asociar este letal revival, así como el ascendente poder de los cárteles, a un creciente impulso de muerte, un suicidio no del todo consciente de una sociedad desnortada.
Por ello, me quedo con una frase que a Saviano le cuesta escribir: “Por más terrible que pueda parecer, la legalización total de las drogas podría ser la única respuesta para parar la guerra”. No son pocas las voces autorizadas que defienden este argumento como la única política de lucha real contra el narcocapitalismo. Desde la legalidad.
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