Retrasos, huelgas de pilotos, pérdidas, largas colas, la sensación de mono desnudo que educadamente soportamos en nombre de la seguridad aunque la impresión de permanente sospecha envenene al viajero… y ahora llega un plus. En diferentes puntos de la terminal, una serie de dispensadores aguardan mudos a ser descubiertos. Le pregunto a la señora de la limpieza, testigo mudo y omnipresente, por la visión cotidiana del asunto: “La gente sale de aquí muy cabreada. Primero, porque pierden tiempo probando con monedas, ya que no está bien indicado que ahora se paga con fichas; luego, porque meter la endiablada ficha tiene truquillo; y por último, porque la moneda de un euro no se devuelve, se la queda Aena. Todo parece pensado en contra de facilitarle la vida al pasajero” .
La medida, que pronto se extenderá al Prat, ha sido argumentada con comparativas: “Uno de la cada cuatro aeropuertos del mundo cobra el carro”. Y también con business plan: aseguran que con esta medida se contribuirá a la sostenibilidad del negocio recaudando al menos 3.2 millones de euros, “así podrá seguir garantizándose un servicio de calidad”, argumento débil donde los haya cuando esta nueva penalidad para el viajero, que vulnera cualquier protocolo de atención al cliente, llega en un tiempo donde se controlan edificios enteros desde una pantalla de iPad. En cambio, la tan coreada marca España se inscribe en lo rudimentario, como ese ocurrente welcome con el que ahora se recibe a los viajeros y que añade un elemento más de dificultad a la imagen de nuestro país, ya de por sí errática, aunque en plena consonancia con las medidas que día a día salen del Consejo de Ministros evocando las peores pesadillas del desarrollismo.
Estupideces incomprensibles que ponen de muy mal humor al final de un largo viaje, pero que, si se me permite, pueden disculparse un poco si uno recuerda en esos momentos que está pisando el suelo de la terminal aeroportuaria más hermosa del mundo. Tan acostumbrados estamos los españoles a devaluar y subestimar lo nuestro que nos cuenta un dolor de estómago reconocer nuestros éxitos, que a decir verdad no son tan pocos.
La diferencia entre desembarcar en Heathrow e ir avanzando como por un mercado sobre una infame y repugnante moqueta de colores del peor gusto, y poner los pies en la T4 y sentirse bajo una bóveda onírica, es la de cincuenta años de progreso, como mínimo. Y no digamos si la comparación la hacemos entre el anacrónico tube y nuestro vanguardista metro, con esas estaciones y andenes que, desgraciadamente, valoramos más que nadie los arquitectos.
Tomando lo malo con humor y lo bueno con champán (o incluso cava) se disipan frustraciones y cabreos.
Considero que es una práctica estratégica por parte de las empresas junto con los aeropuertos al tomar estas medidas, ya que en vez de buscar el alivio de los pasajeros pasa a ser como hoy en día en casi todos los sitios, extraer capital tomándose de las necesidades públicas. Lo peor del caso es que estas se siguen extendiendo en todo el mundo con el lema: “que se garantizará un servicio de calidad” y para terminar, un ejemplo de un dicho mexicano: La ocasión hace al ladrón.
Saludos.
Hubo un tiempo en el que la T4 era un lugar muy familiar para mi. La recorrí demasiado y me parece un lugar estupendo. A lo que vamos: que te cobren el carrito es una putada, hablando en plata. Conozco muchos aeropuertos, y sinceramente nunca he tenido que pagar para obtener uno. Quizás, cabe la posibilidad de que no conozco tantos. Si ese euro sirve para seguir manteniendo esa terminal tan luminosa, espaciosa, agradable, donde he visto amaneceres, atardeceres, donde me he desesperado esperando impaciente que mi avión despegase para perderme en otros rincones del mundo…entonces sirve de verdad.
Es el precio que debemos pagar por lo moderno, por vivir y compartir servicios con muchas personas. Ahora que si es para nuestro beneficio, adelante vamos a hacerlo.Es como ahora en México que nos cobran por estacionarnos afuera de nuestra casa. Con los parquímetros el gobierno tendrá dinero para mantener nuestras calles limpias, iluminadas, etc. Y lo más importante ya no habrá más pasa pasa ( las personas que ayudan a cuidarte tu carro) y que te cobran una cuota para que no lo roben.
Hoy en día el concepto de “atención al cliente” se pierde, ala vez trata de usarse como disfraz de las compañías para poder realizar actividades de lucro , como en este caso queda más que claro.
un viajero viene cansado después de un trayecto agónico y tedioso, al final del día por referirme al viaje lo que menos necesita es hacer un gasto innecesario y aunque a veces es necesario, es de estas ocasiones(el carrito) en que es una completa falta de respeto al cliente obligarlo por su propia comodidad a gastar de una manera grosera por algo que es obligación de la compañía, pero como es común funciona una táctica y ya se vuelve cotidiano buscar este tipo de estrategias que dejan de lado el servicio al cliente.