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Sé tú mismo

punk

Hubo un punk puro que alentaba lo artesanal y autodidacta y que eternizó el lema Do it yourself -hazlo tú mismo-, el mismo del que años más tarde se aprovisionaba el mercado, desde la moda al floreciente negocio de la autoayuda. Y que, cosido con imperdibles, le plantaba cara al orden, al sistema y a los salones de té. Con la lengua fuera, esos nuevos dadaístas de cuero y metal no eran tan diferentes al Rimbaud del pelo pintado de verde o al desafiante Lautréamont que, sentado al otro lado de la página junto al lector, invocaba el odio como sentimiento creativo en sus Cantos de Maldoror. Pero a aquella contracultura, contrasistema, contra-uno-mismo que emergió del rechazo como actitud ante la vida, le sucedió el cash flow. Los imperdibles se convirtieron en tendencia de la mano de Versace y Elizabeth Hurley, y las camisetas y los tejanos desgarrados hicieron las delicias de los nuevos pijos bilingües asentados en la superficialidad multiplataforma. Ahora, con la recién inaugurada exposición del Metropolitan neoyorquino, el punk se muestra como última vanguardia histórica, eso sí, centrada en la moda y pasando de puntillas por su dolor existencial. Porque en aquella huella de movilización contestataria que gritaba bien alto contra el servilismo y la autoridad, había bronca nacida no sólo de las periferias industriales de cemento gris, ni del thatcherismo o del antimilitarismo, sino de un desengaño vital que convergió en una defensa a ultranza de la individualidad a golpe de anarquía: tu vida es tuya.

A día de hoy, ya puede permitirse una lectura romántica del punk porque, a pesar de los intentos de ridiculizarlo, de convertirlo en una anécdota de crestas, clavos y piercings, e incluso en tendencia por parte de las multinacionales del lujo, abrazó la palabra libertad sin mencionarla. En su lamento existencial, todo aquello que empujaba en contra del trabajo, como base del sistema capitalista que despreciaban, se cargaba de actitud crítica, desafío y rebelión. Y con un desesperado deseo de hacer que la vida fuera interesante. Por ello es afinadamente oportunista este homenaje a aquellos que cuestionaban la falsa libertad en nuestras sociedades modernas y exaltaba el ser uno mismo, justo en tiempos de movimientos sociales y no culturales. Las protestas contra la ley Wert protagonizadas por padres, profesores y alumnos -las células más latentes de futuro- lograron al menos una pausa. “A la ley le faltan algunos retoques”, vinieron a decir desde el Gobierno. En triste sintonía con el No future, aquellas pancartas que otro día en Madrid rezaban “La educación es un arma de construcción masiva” buscaban ecos de botas militares y bombardeos en el desierto al atardecer como una imagen plástica frente al silencio y la mística de un aula. Allí donde se adquiere la única contraseña para poder ser uno mismo, y aun así no siempre funciona.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

3 comentarios

  1. blas paredes blas paredes

    No ha habido ni habrá una Ley de Educación que satisfaga, si no a todos, ni siquiera a la mayoría. Desgraciadamente, tan espeso es el entramado de intereses espurios en este negociado, sobre todo políticos, que el timón de nuestra cultura se convierte en arma arrojadiza con pasmosa facilidad. Si eso viene ocurriendo desde que decidimos ser demócratas, ahora ya alcanzamos el paroxismo, merced a una perfecta planificación de desgaste al gobierno que comenzó la semana pasada con Sanidad, la ha seguido Educación y ya para esta en Madrid surgirá como por ensalmo la de metro, etc, etc.
    Así que escepticismo total a la hora de escuchar los razonamientos que nos expliquen las víctimas que sufren el acoso implacable del sistema.
    La Educación, de la que estamos hablando, es lo de menos, lo importante es continuar dividiéndonos a los panolis en dos grupos bien diferenciados: el de los que no quieren recortes y el de los que estamos deseando que se aumenten, pues los actuales nos parecen todavía pocos.
    Se me ocurre que el CIS hiciera una encuesta para conocer la actitud de la ciudadanía ante los impuestos. Saldría, por supuesto, que todos nos oponemos a pagar. Y, consecuentemente, a la vista del resultado, el gobierno debería tomar buena nota de lo que desea el pueblo y suprimirlos de inmediato. ¿Somos o no somos demócratas? Pues eso.

  2. Regina Regina

    Finalmente Dios salvó a la reina… y también a aquellos jóvenes descarriados a los que postró en los tronos de la moda y la tendencia. Hoy sus símbolos malviven en las camisetas del HyM, vistiendo a muchos que cuando les alabas sus prendas, en las que circulan el Che, los Ramones o Miles Davis, te responden… ¿Y este quién es?

    God save us all!

  3. Ahora por desgracia cualquier movimiento contracultural o subversivo, es enseguida tomado como una pantomima por oportunistas y titiriteros. Quizás porque es más fácil ridiculizarla para tenerla bajo control; pero también habría que sospechar que la intensidad, la fuerza y la rabia con la que se forjan dichos movimientos ahora, es más bien como un ancianito protestando porque alguien se le ha colado en la sala de espera de un centro de salud. Parece que la autenticidad se haya convertido en disfrazarse de cualquier cosa que de “el cante”. Se ha confundido la individualidad y sus consecuentes originalidad y creatividad, con el “yo quiero ser diferente”. Pero la verdad, es que la diferencia es minúscula.
    El futuro supongo que debería basarse en “haz tu vida y yo haré la mía”. Lo demás es una masturbación colectiva. Sino no sería posible que cuatro payasos que han tropezado con miles de descerebrados hooligans que les han votado, estén haciendo lo que hacen; sea cual sea el partido gobernante. Lo siento, pero un individuo que cree que puede gobernar un país y un país que crea que puede ser gobernado por un presidente, merece lo que le ocurre. Nos lo merecemos.

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