La gente está cansada de leer noticias negativas, bien lo sabemos los propios periodistas, los editores, y los médicos de cabecera. Hace más de un siglo, un profesor de Oxford, Robert Burton, dedicó su vida a investigar, redactar y revisar un tratado enciclopédico titulado Anatomía de la melancolía. Y confesaba: “Escribo sobre la melancolía por ocuparme de evitar la melancolía”. Ocurre algo parecido con las comunidades que van fortaleciendo sus lazos a causa de la inseguridad y el desvarío. Hablan sobre ello como si fuera la mejor forma de exorcizar el miedo mientras despliegan sus experiencias con la esperanza de encender una lumbre y cobijarse entre iguales. El mal melancólico zarandea la imaginación y el juicio hasta pervertirlos, llegando a paralizar a sus víctimas. Y la propagación de las penalidades que sufren los ciudadanos de a pie produce alarma por su contagio.
“¿Hay que informar acerca de los suicidios relacionados con la crisis?”, se pregunta la comunidad. Se trata de una lógica popularmente conocida como efecto llamada, que en 1983 Paul Aubry denominó “el contagio de la muerte”, según la cual los medios acuerdan tácitamente acallarlos, responsabilizando al conocimiento de la realidad de desencadenar procesos imitativos. Tan sólo se consideran un hecho noticiable cuando el suicida es un personaje eminente, como en el caso de la desgraciada muerte del diseñador Manuel Mota y la revelación que dejó por escrito de que sufría problemas laborales.
En Barcelona, según el Instituto de Medicina Legal de Catalunya, los suicidios han aumentado casi un 60% en el último año. Los responsables del Teléfono de la Esperanza informan que la mayoría de llamadas se deben a la angustia provocada por la precariedad. Y en la#15Mpedia se difunde una lista de suicidios relacionados con la crisis. Aunque la mayoría de psiquiatras asegura que se trata de personas que sufrían trastornos mentales previos, también conviene en que la desesperación económica acentúa las ideas fatales.
Cabría considerar que algunos de los personajes célebres que ponen fin a su vida son auténticos ídolos para muchos púberes deprimidos, y por ello su poder de influencia parece mucho más elevado que el del pobre diablo que se lanza desde el balcón porque no puede pagar su hipoteca. Pero ¿acaso no todos somos hoy, en mayor o menor medida, criaturas a merced de una corriente salvaje? Los colegios de psicólogos insisten en la necesidad de ofrecer tratamientos en atención primaria a fin de realizar una detección precoz y un seguimiento. Y sobre todo instan a romper el tabú, la oscuridad con la que ha sido desalojado este asunto. Porque ¿qué es más cuestionable: la obligación de informar de que el suicidio representa ya la principal causa de muerte no natural, tras haber superado a los accidentes de tráfico, o la dimisión del conocimiento?
podria ser la falta de esperanza o la ilusión de que las cosas vayan a mejorar. Japón un país súper desarrollado tiene la tasa mas alta de suicidios del mundo. En USA el dia de las elecciones o al dia siguiente
no se suicida casi nadie por la curiosidad de saber quien a ganado
Vivimos en una continua desesperanza, y ésta es tan contagiosa como cualquier gastronteritis. Creo que debemos fortalecer más que nunca nuestras mentes. Y ante la crisis, intentar crear algo en nosotros mismos, algo que no se apague como la lumbre. Aquí os dejo mi post de hoy, habla de los negocios que se cierran y traen la desesperanza. Vivimos en una Conjura de necios…
http://lidiaherbada.com/3-razones-por-las-que-librerias-se-cierran/
La realidad alla es sntilemepme distinta, eso es todo. A mi me parece una exageracif3n, pero como andare1n las cosas por alle1 para que hayan decidido hacer esto .