Como si te lo quisieras beber, vestirte interiormente, llenar tu mirada del color del infinito, deslizarte a lo largo y ancho de su placidez. Siempre hay un momento en las tardes de verano, cuando baja el sol y recoges trozos de coral sobre la arena, en el que sientes que el tiempo es tuyo. No se desparrama como un cazo de leche hirviendo, ni se agazapa en forma de mil ocupaciones que a menudo te impiden mirar el azul. Ahora sientes que te pertenece. Porque el azul representa una promesa de libertad, pero también podrías trenzar un largo hilo a partir de los veranos de tu vida, esos paréntesis que te conectan con el timbre de la bici de tu infancia y los primeros zuecos de madera con un poco de tacón. Con los aprendizajes en bañador, la arena entre los libros, la toalla impregnada de coco, los amores escurridizos como peces que se enredan entre las piernas.
No me canso de escribir sobre el verano, una pausa vital única. Acaso la que nos representa más de verdad como somos, sin zapatos ni maquillaje. Suele ser corto, pero en él concentramos la ilusión de un tiempo que nadie nos arrebatará. Como si las vacaciones trajeran consigo la posibilidad de empezar algo nuevo, de cambiar de gustos, de inventarnos otro destino, de desalojar las sobras del pasado que nos impiden crecer, igual que cuando la mar está revuelta, salpicada por crestas blancas que impiden ver su azul rotundo. Esa mar airada que nunca pondrás como salvapantallas. Es hora de admirar las lunas plateando sobre el agua. De encender nuevas ilusiones, pequeñas islas de deseo, que luego transportaremos a nuestro paisaje cotidiano.
Este es un número rodeado de agua, desde los cuerpos olímpicos sumergidos, componiendo y descomponiendo geometrías, o la moda desfilando en blanco y oro sobre la arena planchada, hasta los trending topics que amenizan nuestros tiempos y enriquecen la manera de relacionarnos con los demás, desde el coworking hasta las cooking parties. Dicen que nadar es el nuevo running, pero se trata sobre todo de una autoafirmación de la ingravidez soñada.
Entender el verano como un tiempo de descubrimiento sin dejar la hamaca. O preferir moverse, engañar rutinas, abrazar el optimismo que traen los viajes. No importa. El protagonismo es tuyo y a tu alrededor se mueve el paisaje esperando que atrapes un instante de felicidad.
(Marie Claire)
Siento mucho no ser moderno y siento mucho expresar mi queja aquí, en un sitio en que la autora me parece que escribe bien. Pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte me están exasperando, acaso más de lo debido, el uso, cada vez más generalizado, de ciertas expresiones muy comunes en los medios de comunicación, sobre todo por parte de profesionales de nivel medio alto, que han estudiado inglés, obviamente, y que parecen empeñados en hacer patente su conocimiento de dicho idioma a la menor oportunidad que se les presente.
El ejemplo lo tenemos en la siguiente frase en la que se han colado en aluvión algunos de esos términos que tanto exasperan a los antiguos e incultos como yo, como si ya fuesen imposibles de contener tras el ejercicio de castellano llevado a cabo en los párrafos anteriores:
“hasta los” trending topics” que amenizan nuestros tiempos y enriquecen la manera de relacionarnos con los demás, desde el “coworking” hasta las “cooking parties”. Dicen que nadar es el nuevo “running” pero se trata sobre todo de una autoafirmación de la ingravidez soñada.”
Pues bueno, pues vale. Aceptémoslas como expresiones de moda que pasarán al olvido cuando empiecen a ser adoptadas por la gente vulgar y ya no signifiquen que uno ha estudiado un Master in Business Administration. ¿Realmente no había otra manera de decir lo mismo con expresiones del mismo lenguaje al que pertenece la mágica y evocadora palabra “azul”?