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Leer es un clima

Los libros son un medio de transporte. La llave para penetrar en vidas ajenas. Un desentenderse del mundo para llegar a entender sus migas. También significan un salvoconducto que permite sentir la complejidad y la sencillez de las cosas. Leer es recogerse. Descubrir sin sorpresa, como Georges Perec en Un hombre que duerme, «que algo no va bien, que hablando en plata, no sabes vivir, que no sabrás jamás», a pesar de que el sol caliente la chapa del tejado o que tus sentidos reconozcan los olores que llegan de la calle. Leer es tomar conciencia de que te quedas inmóvil mientras los ruidos de la vida suenan cerca. También es no advertir que atardece hasta que terminas el capítulo y media luna descansa sobre el lomo del cielo.

Es olvidar el tiempo, alcanzar un microclima, recostar la cabeza en la ventanilla del tren y pensar con los ojos cerrados. O reclinarla sobre la almohada para releer la misma línea que te ha devuelto las palabras que no encontrabas para decir lo que ya sabías. Buscar respuestas pero hallar preguntas distintas. Agazaparse a pie de página sintiendo el crujido del papel o la luz lechosa de la pantalla. Leer es una forma de conversar a solas. «Dicen que el libro está destinado a desaparecer. Con él nos iremos todos», escribió Álvaro Mutis.

Leer también es encerrarse con uno mismo en una casa llena de gente, y seguir con los ojos una línea hasta extraviarse entre las dunas del pensamiento. Sentirse silencioso en una sociedad de seductores, mudo en tiempos de charlatanes, misterioso en un mundo de cristal, escaneado y previsible.

Pero leer es reconocer los límites, identificar las sombras, el pecho ahuecado o el nudo en la garganta. Descubrir «que ya no somos tan felices, ni queremos, como antaño, decirle al mundo entero lo que pensamos» (Tolstói, La felicidad conyugal). Recuperar lo real: «Él ha dejado de llorar. Contempla su mundo. La piscina, las baldosas. Nunca fuimos a África, ni a ninguna parte. Casi nunca salimos de esta casa» (Jennifer Egan, El tiempo es un canalla). Tomar conciencia de que «siempre que llegas a una encrucijada en el camino, se te destroza el organismo porque tu cuerpo siempre ha sabido lo que tu intelecto desconocía» (Paul Auster, Diario de invierno). O prolongar la ausencia, «sólo yo, dócil, perro fiel, ando tras la huella ya borrada» (M. Mercè Marçal, Deshielo).

Leer es sentirse orgulloso -pero también celoso- de que los otros lean. De que los otros escriban. De que un día como hoy los libreros salgan a la calle y los autores se pavoneen o se coman las uñas. De que las ediciones digitales prosperen, los libros breves sean aliados de un tiempo entrecortado, los blogs literarios, un bulevar despierto. Leer es apurar un buen libro como una copa de vino, cerrarlo sobre tu pecho y rozar tu intimidad.

(La Vanguardia)

Publicado en Artículos

Un comentario

  1. Saludemos maja, al nuevo Cervantes, cosas veredes….què mejor que espacio lleno de luz y molinos de viento y esperanza….el otro Manco…

    De Cervantes al Tololo/PARRA EL ULTIMO RETORICO DE ALCALA DE HENARES

    •DE LA COSECHA DE PARRA
    (¿El último mohicano de la poesìa chilena?

    “¿Esperaba este premio?”, le preguntan a Parra en uno de los breves poemas leídos hoy por su nieto con voz firme y con las modulaciones adecuadas. “No/ Los premios son/ como las Dulcineas del Toboso/ Mientras + pensamos en ellas/ + lejanas/ + sordas/ +enigmáticas./ Los premios son para los espíritus libres/ y para los amigos del jurado/”, dice Parra.

    De antes y despuès del discurso en Alcalà de Henares…

    Nicanor Parra no irà (no fue) a recibir este 23 de abril el Premio Cervantes. No es noticia ni novedad. Pidiò una pròrroga de un año para su discurso. Se queda en Las Cruces con sus 97 largos años. Ya hizo el viaje de la Antipoesìa por la historia de la poesìa y de Chile. ¿Penèlope no tiene nada que esperar, las sirenas ganaron la batalla? ¿Dulcinea es màs real? ¿El Toboso o Itaca? El antipoeta reposa, su guerra contra los molinos de viento ha sido històrica, titànica. Chile ha tenido gigantes de la poesía como los que enfrentò el Caballero de la Triste figura, con su antipoesìa. No es fàcil proponerse no dejar tìtere con cabeza. El tiempo lo cobra todo, poeta. Y la muerte, como dice su verso al mèdico, lo cura todo. En cambio, decidiò enviar una avanzadilla, como en tiempos de las Cruzadas. Un capitàn, Cristòbal Tololo Ugarte, que hace homenaje al “descubridor” de Amèrica, al hombre que se encontrò con Nuestro Mundo, Colòn, y algunos escuderos duchos en la antipoesìa, la alquimia del verbo parriano, con la cual lleva medio siglo renovando la lengua española en poesìa. Haràn brillar en una mesa redonda una escritura, lenguaje, manera de ver la poesía, poco conocida y a veces no entendida en España, estos caballeros de la Antipoesìa: mi amigo Federico Schopf, erudito en la obra de Parra, Niall Binns, un gringo parriano y el crìtico español que fue amigo de Roberto Bolaño y antologador de Parra, Ignacio Echevarría.

    Llega exhausto el antipoeta a esta meta, donde el Manco de Lepanto le esperaba, allà en Alcalà de Henares. No le pidan màs a Nicanor, ni moros ni cristianos, el hombre ya hizo su trabajo, sacudiò algunos istmos, instalò el parrismo y en algún lugar de la gran mancha de la poesía chilena se prepara el parricidio. La Cueca de Parra ha sido larga y chora. Ha dicho tanto, tocado los extremos de las palabras, no ha parado de decir por si quedaba algo en algùn tintero, que està enviando solo a España unas pocas palabras y unos cuantos poemas que le representan como si estuviera allì. La muestra de su palabra recoge, entre otros poemas -anti: “El hombre imaginario”, “Un día feliz”, “Soliloquio del individuo”, “Manifiesto” y “Defensa de Violeta Parra”. (Cuando nos leyò en el auditorium del Pedagògico de la Universidad de Chile, donde era profesor, el poema sobre Violeta, su legendaria hermana, recuerdo que llorò pausadamente como lee sus poemas.) El famoso Tololo, dicen, leerà los primeros párrafos que abren la obra cumbre de Cervantes y ahì puede estar el secreto de Parra, no todo se diga en lenguaje franco y utilice su propia lengua para reinterpretar al aventurero hidalgo de la Mancha. No sabemos y sòlo que podría suceder, lo que quiera Parra en ese paraninfo emblemàtico de las letras hispanas, nuestra lengua compartida, dividida, enriquecida en Nuestra Amèrica.

    •LA CABALLERÌA ANDANTE DE PARRA

    Los diarios dicen, pero saben poco, asumen, publican lo que tienen a mano, desconocen que Cervantes es Manco, hombre de no pocos recursos. Escribió el Quijote en la cárcel, por ejemplo, y Parra, en medio de la desesperación y la pobreza, querìa ser miembro de Carabineros de Chile. En las antìpodas por los siglos de los siglos, pero fieles a sus sueños, aventuras, historias, dispuestos echar la caballerìa encima a sus enemigos desde Amadìs de Gaula hasta Pinochet, por ejemplo.

    Las otras palabras de la introducción a los poemas, que debe ser la un Arte Poètica parriana en su estilo, solo las conoce el Tololo, su nieto, que lleva el nombre de un observatorio majestuoso chileno, ubicado a 2200 metros de altura, cuyas instalaciones asemejan a una Estaciòn Espacial, desde donde las naves viajan a las estrellas que son inalcanzables para los terrìcolas. El Tololo està enclavado en las alturas del Valle de Elqui, tierra mistraliana por excelencia, a quien Parra homenajea sin proponèrselo quizàs, aunque es un declarado admirador de Gabriela. El Tololo, ubicado en la Regiòn de Coquimbo, fue poblado en el siglo III por los indios diaguitas y ocupado por el Imperio Inca. Tiene un cielo transparente, despejado y asì se constituye en uno de los mejores lugares del mundo para observar las estrellas y el espacio. Posee siete cùpulas, quizàs las siete puertas por donde se entra y dispara la antipoesìa con su bumeran insaciable de ser solo ella misma, el reflejo de un sol que pudiera llegar a todos.

    Lo que Nicanor Parra prepara en Las Cruces, segùn se desprende de las palabras de su nieto Tololo, es un Discurso de sobremesa, con los cuales ya ha hecho un libro anteriormente, texto que requiere de un trabajo como si montara una òpera barroca, pero parriana, que lleva sal, pimienta, ajo, y todos los condimentos posibles de la cocina y lengua vernacular, culta, popular, universal, del autor de Versos de Salòn. Allì incluye desde los orìgenes del verbo hasta el juicio final,/ Parra no le pierde pisada al viento de la palabra./En sombras sube escaleras/lo importante es dejar en alto/el antipoema/Una calavera le sonrìe/todavìa./Hamlet ha estado durmiendo/en el otro cuarto/¿Ser o no ser?/Parra pasa a la página siguiente.

    •MÀS ALLÀ DE TODAS LAS DISTANCIAS

    El Tololo, sabe que su abuelo, entre otras cosas, es Cosmòlogo, con estudios en Oxford, y que màs allà de todas las distancias estarà allì representado en su voz.

    Uno de los poemas escogidos por el antipoeta, El hombre imaginario, no tiene nada de imaginario, es real. El lugar, la mujer, la historia que es leyenda, existe. Y es, imagino, como un amuleto para Parra, que carga, en la piel de los sentidos, allì donde las arrugas no pueden borrar esos sentimientos, recuerdos vividos por únicos, intransferibles, irrepetibles y remachados con tornillo y tuerca.
    Lo imaginario del poema son las palabras que pueda leer en su propio imaginario el lector, porque el autor conoce su derrotero, lo ha vivido y lo que describe es una rèplica de ese mundo ya ausente, siempre presente, porque la memoria es la que nos arroja los fantasmas ante los ojos. El hombre imaginario de alguna manera nos dice que no hay escape, aunque se presenta en un paisaje que puede ser real o irreal. Y al parecer que nada y to es, segùn uno interprete, se desvanece el yo, que en lagùn momento se recuperarà con toda la intensidad que la experiencia amerita. Es un poema notable por su recurso reiterativo a este hombre que no existe y lo ha perdido todo, porque la imaginaciòn es nuestro mayor patrimonio, aun creamos que nada existe y todo esta allì, sigue siendo, aunque haya sido, dependiendo de la intensidad con que marque su territorio. La historia no es sencilla, existe, en un mar de melancolìa, en medio de un escenario fìsico con escaleras, balcones, y suceden canciones imaginarias, que vitaliza el espacio del que podrìa haber habitado este hombre. Hasta las sombras vienen por un camino imaginario, pero no deben confundirnos del objetivo real del poema. la poesìa no se escribe sola para Parra y recurre el anipoeta a un elemento de poesìa pura y tradiciòn, las noches de luna imaginaria, que es cuando sueña con la mujer imaginaria/que le brindò su amor imaginario/vuelve a sentir ese mismo dolor…retorna a la realidad, recobra la memoria o màs que eso, la vivencia de lo realizado, vivido. El dolor recoge lo que la imaginaciòn no puede ocultar ni soslayar, lo pone sobre la mesa de la realidad en tiempo presente. Fue y sigue estando allì. El dolor se apodera de cualquier estado, supera la melancolìa.
    ese mismo placer imaginario /y vuelve a palpitar /el corazón del hombre imaginario. El corazòn està vivo, le acompaña, hace sentir, imaginar lo real, una manera de volver a la vida, inesperada y realmente para el lector.

    “El hombre imaginario/ vive en una mansión imaginaria/ rodeada de árboles imaginarios/ a la orilla de un río imaginario”. Toda esta descripción imaginaria, resulta cierta, según la historia real que ya es leyenda, por verdadera. Lo imaginario puede no existir, flotar, ser inaprensible, representar lo que imaginamos mentalmente y ser nuestro, gracias a la imaginación. La voluntad del deseo en su sueño que a veces elaboramos con toda su carpinterìa. Se puede crear casi todo lo que imagine la mente en los casilleros que nos abre la imaginación. Existen hasta los números imaginarios. ¿Quièn imagina, el objeto o el sujeto? Parra me hablò màs de alguna vez que su individuo tiene varios pisos psicológicos. En el poema, todo el universo diario que rodea al poeta, su mundo, lo que vive y yace, es imaginario, aparentemente.

    •EL HOMBRE IMAGINARIO SE ENAMORO DE UNA MUJER REAL

    La casa existió en la comuna de Huechuraba, en las afueras de Santiago, una zona semirural de aquella época y que Nicanor comprò. Huechuraba significa en mapuche, lugar donde nace la greda. La mujer imaginaria es real y tiene nombre, era casada, tenìa 32 años y el 64, fue en 1978, y el antipoeta la descubre en una entrevista como el amor de su larga vida. “Cuando me pulverizò, ella me abandonò”, “despuès se suicidò”, revelò Nicanor en una entrevista a Marcelo Simonetti.

    Escucho el poema en un lugar rodeado de grietas, cerca de un rìo, rodeado de àrboles y todo lo demàs es igualmente imaginario, pero cierto, incluida las sombras que descienden al revès de la escalera esta noche nada de imaginaria. A veces los lectores formamos parte del imaginario del poema, porque lo hemos vivido.

    Finalizaban los horrorosos años setenta en el horroroso Chile, Parra y Lihn se habían quedado en el país del espanto. Parra y Lihn rehacìan su nuevo mundo en el paìs de las tinieblas con sus propias perfomances. No debemos ser ingratos con el autor de La Pieza oscura, Lihn, porque fue uno de los primeros en hablar con lucidez sobre la obra de este ausente premio Cervantes. Lihn puso picas en el Flandes de Neruda por la poesìa de Parra.

    El hombre imaginario

    vive en una mansión imaginaria

    rodeada de árboles imaginarios

    a la orilla de un río imaginario

    De los muros que son imaginarios

    penden antiguos cuadros imaginarios

    irreparables grietas imaginarias

    que representan hechos imaginarios

    ocurridos en mundos imaginarios

    en lugares y tiempos imaginarios

    Todas las tardes tardes imaginarias

    sube las escaleras imaginarias

    y se asoma al balcón imaginario

    a mirar el paisaje imaginario

    que consiste en un valle imaginario

    circundado de cerros imaginarios

    Sombras imaginarias

    vienen por el camino imaginario

    entonando canciones imaginarias

    a la muerte del sol imaginario

    Y en las noches de luna imaginaria

    sueña con la mujer imaginaria

    que le brindó su amor imaginario

    vuelve a sentir ese mismo dolor

    ese mismo placer imaginario

    y vuelve a palpitar

    el corazón del hombre imaginario
    (Nicanor Parra)

    Si bien Parra, ya no es un hombre mediático, estuvo por décadas en primera fila desde la Casa Blanca a la Unidad Popular, compartió con los beatniks, y después, en tiempos de Pinochet sobrevivió en su cátedra en la Escuela de Ingenierìa, cuando Neruda era la animita que circulaba en medio de la gran derrota popular y el pueblo recurrìa a su mitologìa como a un Buda de alguna salvación. Parra siguió escribiendo, vivito y coleando, yo conversè con èl por esos días aciagos frente al Edificio Diego Portales, una noche facista, cerrada, oscura, en tinieblas. Hablò de Neruda, un tema recurrente en su voz poética, con un sarcasmo que ni el cine mudo podría reproducir. Ya lo he relatado y no volverè a caer en tentación. Conversaba Parra periódicamente con el poeta Enrique Lihn, vaciaban y volvían a llenar la gran vasija de la poesía chilena y universal. Màs adelante fue el Pope del Pope de la poesía chilena en medio de recitales concurridos como viendo a un super star rockero, aunque Gonzalo Rojas se ganaba los premios màs importantes del habla hispana, como el Cervantes. Ya nadie bajarìa a Parra de su propio carrusel, un tiovivo perfecto: la música se repetía y el carrusel con sus pasajeros dando vueltas. No olvidemos la influencia anglosajona de Parra, en el Reino Unido los carruseles van en sentido contrario, como su antipoesía.
    •MANIFIESTO PARRIANO: la poesìa alcanza para todos
    En Alcalà de Henares, su nieto Tololo, leerà un texto clave en la poètica parriana, asì al menos fue anunciado, su famoso Manifiesto.
    Allì Parra se dirige a los poetas consagrados de Chile, fija su posiciòn, lanza una gran piedra antipoètica y sostiene que los poetas bajaron del Olimpo. Està dedicado a Neruda, Huidobra y De Rokha y define su propia poesía como un artìculo de lujo. Por algo escogiò este poema polèmico y trazador de su ruta. Sostiene y arremete contra los poetas abuelos, mayores, que no fueron poetas populares, sino unos tremendos burgueses. Es un lanzamiento al ruedo dentro de la poesìa chilena. Parra anuncia con bombos y platillo lo que harà en poesía. “La poesìa alcanza para todos” Neruda es el fantasma de Parra hasta el final de sus días, a veces, pienso, no se convence que muriò y que ya no escribe. Es un notable homenaje al vate y su obra, lo sigue imaginando. Lo tiene tan cerca en Isla Negra.
    Defensa de Violeta Parra, su entrañable y suicida hermana, es un poema emblemàtico del catálogo familiar y del clan Parra. La Violeta es chilensis por donde la miren, descubierta cuando ya no vivìa, algo muy chileno. Consagrò su vida al canto popular, un verdadero y glorioso apostolado. Una poeta profundamente popular, cuyas canciones son himnos latinoamericano: Gracias a la vida. Nicanor quiere presentar a Violeta en Alcalà de Henares, por si no la conocen. Soliloquio del individuo, es un aullido parriano, en un mundo que no tiene sentido. Està en su libro Poemas y antipoemas, y nos habla en su yo colectivo, nos hace participar de un itinerario històrico, de construcciòn, travesìas por la humanidad del individuo, peripecias, invenciones, la historia de una historia fragmentada, que ya no tiene retorno y finalmente concluye que la vida no tiene sentido. El individuo quiere retornar a la roca, a su principio, pero ya es tarde, ha hecho un recorrido y este espejo al revès que es la historia, no tiene sentido.
    Un día Felìz, de Poemas y antipoemas, està dentro de la selecciòn escogida por el autor de Hojas de Parra. La vida no es màs que una quimera, dice Parra en este poema. Una ilusión, un sueño sin orillas.Una pequeña nube pasajera. Viaja al pueblo de su infancia, lo recorre y entra en la primera memoria. Concluye despuès de ver y recordar detalles, lugares, objetos, familiares, que: ¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo/Como una blanca tempestad de arena!

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    Del Epilogar Parriano

    Parra el ùltimo retòrico

    Nicanor Parra es como el bolero, está siempre despidiéndose. El hombre estruja los calcetines de su poesía. Le arranca la propia retórica, un último grito al cisne, y las cenizas del Ave Fénix son parrianas. Upa, chalupa, le dice a la antipoesía. Se retira, pero sigue jugando. Pacta con Las Cruces, pero no con la cruz. Es un nuevo mar silencioso entre sus dos pares: Neruda y Huidobro, un paso a la izquierda y otro más allá, el que primero dieron ellos, los grandes fantasmas de la poesía chilena.

    Parra es un aventajado de la Capitanía General de Chile. Se conserva como la estrella solitaria. Juega póker con Hamlet, y se distrae con sus monólogos frente a un tablero de ajedrez vacío. Sólo le queda apostar contra sí mismo y que lo hace muy a menudo. Ya no viaja, dice, al parecer gira sobre su propio círculo, cavando un pozo para su nueva retórica, como el taladro sobre el asfalto. Poco visitado, poeta solitario, anacoreta, Parra es su propio bumerang.

    Ha sido tan parriano como ha podido. Fiel a sus uvas. Hay que conocerlo para saberlo. A los 91 años, cumplidos en septiembre, decidió lanzar sus obras completas. A la semana siguiente, si aún le queda cuerda, escribirá un Opus para seguir con la leyenda, que puede haber una Obra Gruesa, pero no completa.

    Parra no sólo es un poeta vivo, sino vivazo. Reencarnado en Rojas Jiménez, Romeo Murgas, Carlos de Rokha, Omar Cáceres, Rubio, se ha propuesto a sobrevivirnos a todos y de seguro nos prepara un antipoema para lanzarnos como uno de sus artefactos, si fuéramos el hombre imaginario.

    Parra no se compondrá ya a estas alturas. Ni hace falta, dirá. Está aferrado con dientes y muelas como un recién nacido. Su mirada es la de un águila que no cree en la inocencia. Sólo un millón de homenajes después de muerto podría silenciarlo en parte. Una catarata de aplausos como un maremoto. Un alud de discursos en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), a puerta cerrada. Un paseo por las afueras del Pedagógico de la Universidad de Chile, junto a los terribles Plátanos Orientales. Es inmortal el antipoeta.

    Parra prefiere dar vueltas y vueltas entre paredes blancas con su cuaderno de notas. Le obsesiona, es drogadicto, dice, de la página en blanco. Lo describen como un marciano con sus pantalones verdes. Parra no cree en cementerios. Ya Chile los ha tenido a lo largo y ancho, norte a sur, de todos los colores, sabores, dolores, horrores. En alguna esquina infernal de Chile, en otro sentido, con distintas motivaciones, alejado de toda antipoesía, Augusto Pinochet cuenta sus días. Es el autor de la cueca del terror más larga de Chile, y que nos perdone el antipoeta. Ese huaso se fue de mano y claveteó el gran ataúd de Chile. Este es Chile, mi hermosa Patria.

    Parra es otra cosa. Un poeta con más vidas que un gato. No se le ve pasar bajo una escalera desde sus días de infancia en San Fabián de Alico, cuando su hermana Violeta Parra se untaba el delantal con maqui. El antipoeta está en sus plenos cabales en una nueva aventura frente a la página en blanco. Según confesiones propias, hace 19 años no edita, desde que publicó Hojas de Parra, y en cada intento vemos sorprendentemente que intenta apagar el sol con los dedos de una mano. Es Parra en su última retórica, un hueso duro de roer.

    Nació en Chile, de padre y madre chilenos, y hermanos también. Profesor de mecánica racional, con estudios en la Universidad de Chile y en Oxford. Laureado de sur a norte, pasando por Madrid, Londres, México y Nueva York. Cuando Mario Benedetti lo entrevistó poco después de que le habían otorgado el Premio Nacional de Literatura en su casa de La Reina, en las faldas de la Cordillera de los Andes, el escritor montevideano creyó que Parra se suicidaría en cualquier momento. Nos engañó a todos, más bien cada día nos entrega una fórmula para seguir viviendo.

    Parra no ha creído en el límite de la imaginación, sí, en el ejercicio, experimento per se en el poema (antipoema). Calcetines guachos es su más reciente intento por decir, nombrar, poner las cosas a su manera en la página en blanco. Ese pan está aún en el horno. Un Parra , disparando los cartuchos de un oráculo que se resiste a quedar ciego.

    Nicanor Parra

    El antipoeta no está ciego como el Oráculo de Delfos,
    vela la antipoesía en la noche de su última posada,
    no deja rastros, ni deja huellas, rastrea el poema,
    enciende una vela a la próxima primavera,
    oscurece el cuarto lo que del día queda,
    no cree en las ventanas y sin embargo las abre
    a ciega, a ciegas se entrega a algún corazón
    y se reconoce en el espejo de la hermana muerta.
    No es profeta, no es carpintero,
    es un soldador de palabras,
    recicla en las noches lo que produce su nevera,
    el poema crece bajo la tierra y nadie ve sus raíces,
    inmenso sol rojo que sólo la amada reconoce.
    Un astronauta que no vuela más allá de la parcela
    del poema, siembra su luna, ciega el trigo negro
    de su último invierno,
    el antipoeta nunca llora.

    Rolando Gabrielli©2012

    DEL EPILOGAR DE ROLANDO DENVER

    Cervantes se hizo amputar una mano en Lepanto, porque ya había escrito el
    Quijote en los infinitos sueños en La Mancha de su carrera diáfana hacia la
    gloria que no tendría la fortuna de disfrutar. O lo haría finalmente desde
    una cárcel, con los restos de su vida y muñones. De 400 años que el señor de
    las andaduras manchegas no ha de parar un solo instante en desfaser
    entuertos que si no los conociera loco andaría por estas calles de castillos
    con dragones en sus puertas, posadas con viejos mísiles en sus patios,
    bebidas sin país de origen, molinos de aguas turbias, contaminadas, ni
    viento, sólo gigantes muertos soplando la historia al revés contra vientos
    de Quijotes que no dejan de andar sueltos de sueños, libérrimos de espíritu,
    locos de amor. Sin adarga, en la flor de su vida, viaja por Comala el
    Hidalgo Caballero desprovisto de aventuras, no de sueños, entra en la noche
    de los espíritus del pueblo y sabe que una nueva historia siempre comienza.
    Dulcinea, sólo bésame en medio del trigal de la palabra.
    Rolando Gabrielli©2012

    Fin. En la ceremonia del Premio Cervantes, en Alcalà de Henares, a Nicanor Parra
    Pregunta su nieto Tololo:

    “¿Se considera usted acreedor al Premio Cervantes?”.
    Parra: “Claro que sí”.
    Tololo:¿Y por què?
    Parra:”X un libro que estoy x escribir” [sic].

    Parra hace mutis por el Foro, sin estar en el Foro, rodeado en Las Cruces de libros del Genio de Cervantes, como lo estuvo el Caballero de la Triste Figura en sus aventuras. Envìa un mensaje encriptado junto con su vieja màquina de escribir. Un poema para ser leìdo 50 años màs tarde.
    ¿Parra es vanguardia aunque se le ponga una nube negra por delante?
    El antipoeta vela las armas de la antipoesía, día y noche, en el blanco mesón de su posada.
    Rolando Gabrielli©201222-23 de marzo

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