Ciudades emergentes, levantadas en el desierto o en el páramo con rascacielos que parecen decorados, representan el mundo que llega. Un nuevo mundo con más pantallas pero también más bicicletas. Con una economía furiosa que sustituye a la ideología y elige «mercados» como la palabra del año. Centros de poder cada vez más femeninos; mujeres a quienes no les tiembla el pulso como Angela Merkel y Christine Lagarde en una sociedad hipercomunicada, donde los smartphones son extensiones de uno mismo, su yo portátil.
La idea de Europa, disuelta como un azucarillo en el café, necesita de la fórmula mágica para volver a solidificarse. 2011 ha sido un año difícil y traidor. Lejos de emprender una recuperación hemos ido hacia atrás, como los cangrejos, aún conscientes de que el mundo se mueve a dos velocidades: la de los que están en el vértice de la pirámide y la de los que reptan a su alrededor. La piel cambiante de los tiempos entierra sueños, pero también trae oportunidades, acompañada por un cambio de mentalidad: menos artificios y ambiciones, y más curiosidad. Ese es el verdadero idealismo que enarbolan generaciones de jóvenes y nuevos emprendedores en todo el planeta.
¿Y cómo respira la moda ante este nuevo escenario? Bailando. Así lo percibí hace un par de meses en Milán, en el desfile de Anna Molinari cuando el mambo número 4 de Tito Puente se repetía desde la primera hasta la última salida. Y se multiplicaba en el de Dolce & Gabbana, inspirado en una sagra, la feria tradicional siciliana, con un tendido de luces de colores, y mucho, mucho brillo. La pasarela ha reaccionado como hicieran nuestros antepasados en aquellos felices 20. La era del jazz, en la que las primeras flappers que se liberaron de la esclavitud de los corsés e hicieron de su físico una diversión, inspira una moda que quiere seguir danzando refugiada en su bello escapismo. En tiempos de crisis aumentan las ventas de barras de labios rojas y el lujo crece. El sector ha aumentado su crecimiento un 25% este año en nuestro país, según la Asociación Española del Lujo. Aunque los gobiernos tiemblen, los dorados y los strass se multiplican en las propuestas de los diseñadores casi como un acto de resistencia: lejos de someterse a una sobriedad aséptica, lo festivo y deslumbrante ocupa el foco. La moda como antidepresivo. También como una posición hedonista y un espejismo. Vuelve el esplendor del jazz, el recuerdo de sus saxos y los estampados decó reinterpretados por los creadores. Vuelve el Gran Gatsby, a punto de estrenarse un remake con Leonardo Di Caprio, y aquellas lágrimas conmovidas de Daisy Buchanan ante las bonitas camisas de Jay. Porque la belleza también duele.
En los albores del crash del 29, algunos hombres de negocios elegían el Waldorf Astoria para saltar al vacío. Mientras, sonaba la música como si aquel desconcierto sólo pudiera digerirse con volutas de humo, plisados fortuny y las novelas de Scott Fitzgerald. Hoy, como entonces, se habla de generación perdida, para que la fama, juventud y superficialidad son valores aceptados pero inseguros. Mejor apostar por el talento, la responsabilidad y la empatía ante el nuevo mundo que está naciendo. Eso sí, bailando. Feliz 2012.
EL MUNDO HA CAMBIADO nice topic :-)