Este era el tipo de humor descerebrado del que hacía gala un personaje que llevó la indignidad a la política haciendo añicos no sólo la imagen de la gran cuna de la civilización, sino el Estado de derecho, la independencia judicial y el respeto a las mujeres. También barrió la ejemplaridad pública con una televisión viciada que sustituía los sentimientos por los intereses mercantiles, para acabar abriendo en carnes la hasta hace poco séptima potencia mundial, hoy a las puertas del rescate.
El nombre del bunga-bunga se extendió por doquier, de norte a sur, pero también apareció en las noticias de tribunales como el nombre que recibían las fiestas nocturnas denunciadas por la menor Ruby Corazones, quien declaró que Don Silvio invitaba a algunas chicas seleccionadas a hacer bunga-bunga y les aseguraba, como si fuera un consuelo, que era un juego que practicaba Muamar el Gadafi con su harén africano. El año 2011 ha dejado atrás una buena estela de sátrapas, farsantes, dictadores, mafiosos y corruptos. La crisis financiera y el desmantelamiento de una economía-ficción sobre la que se había erigido un modelo de vida tan falso como un bolso de Chinatown ha tenido una parte positiva: la purificadora. Porque la gran crisis ha derrumbado esperanzas, pero también ha evidenciado la necesidad de rellenar grandes vacíos. Como escribe Vicente Verdú en La ausencia (La Esfera), de lectura obligada, «desde un mundo que acaba a otro que apenas se atisba cunde una atmósfera vacía, o vaciándose de proyecto y valor».
El mito del ave fénix revolotea sin cesar, pero un hálito de regeneración alienta el futuro. Un ente abstracto llamado mercado se ha adscrito al orden de lo inefable. La buena noticia es que su furia ha logrado expurgar a un personaje como Silvio Berlusconi, que ha vulnerado las leyes y ha ofendido a una gran parte de su ciudadanía, siempre con la hábil coartada de su popularidad y la milonga de que gran parte de la población quería parecerse a él y entregarle a sus hijas. Y esto se acabó.
Lo extraño que esto ha sucedido en el país en cuyo territorio se aloja el Estado Vaticano.Y que los italianos votaron y volvieron a votar al Berlusca. Se hizo dueño de diarios, radios, televisión. Sumergió a los italianos en una fascinación, un sopor idéntico a los conejitos que lo magos sacan de la galera… ¿Cuántas consciencias compró ? ¿Cuantas voluntades? Los españoles no estamos tan lejos de esta realidad que dominó Italia varios años. Me refiero que quizá también a nosotros nos van a secuestrar la Libertad de Expresión, nos van a manipular las noticias como sucedió en otros tiempos. Cordiales saludos.