Patines y perros. De todos los colores y razas. En el paseo del Mar entre Castelldefels y Gavà, se constata la creciente afición por la vida sobre ruedas en sus más variadas combinaciones: patines con perro, patines con carrito de bebé, bicicleta con perro, o cada cosa por separado, pero, de cualquier modo, ruedas y correas se enredan entre las piernas. Los patinadores no disimulan su autoridad cuando el viento les hincha la camisa como una vela. Los más novatos avanzan formando uves muy abiertas; los avezados levantan ligeramente los pies como el badajo de una campana. Al caer la tarde, el paseo adquiere un ambiente a medio camino entre el wellness y la familia numerosa. Las hay que incluso instalan una mesa plegable bajo los pinos para comerse un melocotón mirando al mar. Esto no es Venice Beach, pero los acróbatas con patines colocan una hilera de conos en miniatura que sortean con virtuosos zigzags. El mar este año no trae tantas algas, pero las aguas del Baix Llobregat no son azul cian. Días de nubes y claros atravesados cada cinco minutos por un avión. La calma de los pescadores de lubinas se altera con los ritmos de los dj; basta con ponerle un nombre como Aloha a un chiringuito para que la idea del Beach Club se cuele en nuestro imaginario representando el súmmum del hedonismo: hamaca, pareo toalla, música y sol. En el Kauai, además de buenas tapas, han montado un chill out y un mercadillo hippy. En la arena, predominan los bañistas que temen a la soledad y colocan su toalla a tus pies.
Empiezo Una novela francesa, de Frédéric Beigbeder. Mientras el empresario Charles Beigbeder era considerado un ejemplo “del capitalismo que queremos”, según Sarkozy, y nombrado caballero de la Legión de Honor, su hermano –autor del libro– era detenido por esnifar unas rayas de cocaína encima de un capó negro satinado en las calles de París. En su memoir reconstruye una infancia olvidada, “para agradar a los demás he renunciado a tener columna vertebral”. Identidades construidas en función de lo que los otros quieren ver en ti. Tiempos de inmediatez y desarraigo. De ídolos breves e inmaduros. Como Amy Winehouse, fugaz reina del soul. Tan sólo dos álbumes y un poderoso contralto. Escapar del cliché edulcorado y de las discográficas le costó la vida. La larga y agónica intimidad entre talento y adicción. Demasiado vulnerable para instalar el sentido común en una cabeza peinada como un rascacielos. Veo el impacto de su muerte en los rostros de algunos jóvenes durante el paseo. Back to black es una de las canciones preferidas de mi hija mayor, de edad parecida a la que tenía yo el día en que murió Elvis. En el pueblo, mi hermana y yo bostezábamos tanto como la tarde de agosto, ordenando nuestra colección de sellos. Los mitos eran eternos. O, en todo caso, Elvis y sus zapatos de gamuza azul no debían morir hasta que fuéramos adultas. Pasamos el fin de semana viendo en la tele a Elvis en Hawái o Acapulco y maravillándonos de que alguien tan guapo hubiera terminado tan hortera y obeso, perdido a pesar de que en su música habíamos encontrado las ganas de hacernos mayores.
Este será el verano de la deuda pública, de la firma de la ultraderecha estampada en la masacre de Noruega, del ocaso de Camps, del 15-M y sus brigadas anti-desahucio, del Atomkraftwerke Nein alemán, de todas las adjetivaciones posibles a “insostenibilidad”. El verano en que también murieron Cy Twombly, Lucien Freud y Jorge Semprún. Verano del 11, que pasará levemente sobre nuestras vidas como un borrador sobre una pizarra, aunque nosotros pasaremos por encima de él sobre ruedas, expertos como somos en rebajar expectativas, pero conscientes de que es mucho mejor cumplir veranos que cumplir años. Disfruten.
Empiezo Una novela francesa, de Frédéric Beigbeder. Mientras el empresario Charles Beigbeder era considerado un ejemplo “del capitalismo que queremos”, según Sarkozy, y nombrado caballero de la Legión de Honor, su hermano –autor del libro– era detenido por esnifar unas rayas de cocaína encima de un capó negro satinado en las calles de París. En su memoir reconstruye una infancia olvidada, “para agradar a los demás he renunciado a tener columna vertebral”. Identidades construidas en función de lo que los otros quieren ver en ti. Tiempos de inmediatez y desarraigo. De ídolos breves e inmaduros. Como Amy Winehouse, fugaz reina del soul. Tan sólo dos álbumes y un poderoso contralto. Escapar del cliché edulcorado y de las discográficas le costó la vida. La larga y agónica intimidad entre talento y adicción. Demasiado vulnerable para instalar el sentido común en una cabeza peinada como un rascacielos. Veo el impacto de su muerte en los rostros de algunos jóvenes durante el paseo. Back to black es una de las canciones preferidas de mi hija mayor, de edad parecida a la que tenía yo el día en que murió Elvis. En el pueblo, mi hermana y yo bostezábamos tanto como la tarde de agosto, ordenando nuestra colección de sellos. Los mitos eran eternos. O, en todo caso, Elvis y sus zapatos de gamuza azul no debían morir hasta que fuéramos adultas. Pasamos el fin de semana viendo en la tele a Elvis en Hawái o Acapulco y maravillándonos de que alguien tan guapo hubiera terminado tan hortera y obeso, perdido a pesar de que en su música habíamos encontrado las ganas de hacernos mayores.
Este será el verano de la deuda pública, de la firma de la ultraderecha estampada en la masacre de Noruega, del ocaso de Camps, del 15-M y sus brigadas anti-desahucio, del Atomkraftwerke Nein alemán, de todas las adjetivaciones posibles a “insostenibilidad”. El verano en que también murieron Cy Twombly, Lucien Freud y Jorge Semprún. Verano del 11, que pasará levemente sobre nuestras vidas como un borrador sobre una pizarra, aunque nosotros pasaremos por encima de él sobre ruedas, expertos como somos en rebajar expectativas, pero conscientes de que es mucho mejor cumplir veranos que cumplir años. Disfruten.
Mi piscolabis de verano se va a limitar a degustar unas copitas de cava, ya sabes…la marca…y mirar a alguna chica que lleve un jersey a rayas azules y blancas……y acabar la Sombra del Viento. Felices vacaciones para ti i toda tu familia.