Seguiremos comprobando que lo que nos apesadumbra a veces no son las cosas sino las ideas que nos hacemos de ellas. Y el azar nos proporcionará material suficiente para dibujar la forma de los días, elegir sus matices y rellenar los blancos. Algunos vecinos nos saludaremos en el rellano, elogiaremos nuestros bronceados y nos diremos «aquí estamos», y en ésas se irán abriendo los micrófonos donde se ruge y se escupe. Qué frágil es la belleza. Eso sí, se camuflarán bajo plumas de colores con las que rinden pleitesía a sus oráculos de diversa índole, aunque básicamente se resumen en tres: política, dinero y sexo.
Me asusta la gente que no duda, que, en lugar de dialogar, sentencia y que enjuicia sin rubor lo ajeno. Los que hacen gala de un pensamiento inmovilista que no cede ni ante un rayo de evidencia y aun así para ellos sólo vale el discurso intolerante
que no admite rectificación alguna, pendientes como viven de hurgar en los errores ajenos. Desde su atalaya, atacan a los que no piensan como ellos, justificando su crispación con ingeniosas diatribas que a menudo rezuman fascismo. A veces pierden toda compostura y en su rostro más humano e incivilizado se proclaman individuos de una raza superior amenazada porque se extiendan las libertades a otros seres humanos, diferentes de ellos, sin que mermen las suyas. Son los mismos que, ante el reconocimiento de derechos a quien sea, agitan sus mandíbulas como leones encerrados en una jaula, e invocan la realidad. “¿Realiqué?”, le contestó a un alumno José Sanchis Sinisterra, a quien admiro por su talento como dramaturgo y librepensador. «Sí —me cuenta—, cuando un alumno me dice: “Ah, pero esto no plasma la realidad”, yo le digo: “¿Realiqué?”, no existe una sola realidad porque la realidad humana es inverificable. No podemos saber lo que el otro siente y experimenta, por eso hay que seguir preguntándose, la vida es una pregunta permanente». La ¿realiqué? acuñada oralmente por Sanchis Sinisterra es un concepto dinámico que nada tiene que ver con el relativismo o el menfotisme. La realidad contiene múltiples realidades, como una matrioshka. Pero algunos políticos y comunicadores utilizan el lenguaje como arma para tratar de imponer la suya.
No me preocupa ver de nuevo a Zaplana, espatarrado en el hemiciclo, tan socarrón él, ni oírle a Rajoy sus consonantes con frenillo, ni interpretar qué hay en ese encogimiento de hombros tan vehemente de Zapatero. Pero temo la vociferante irrupción de todos aquellos que han mantenido la boca cerrada durante todo un mes, sin insultar ni esputar. Eso sí que son vacaciones.
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