Los primeros han desarrollado una gran habilidad para hablar de sentimientos, y al momento: «¿Qué sientes ahora?», pero al día siguiente no se acuerdan. Los segundos no suelen mostrar interés por los sentimientos ajenos, aunque son pródigos en exhibir los suyos. Los seductores extrovertidos han sido educados para decir aquello que una mujer quiere escuchar en el momento preciso, aunque sea puro almíbar. Los introvertidos, en cambio, se dejan arrancar las palabras, eso sí, meditadas con enorme talento. Ambos, cuando están rodeados por su corte, actúan; al fin y al cabo se sienten tocados por una gracia especial, la misma que a sus ojos los convierte en hombres trofeo.
Los seductores mujeriegos, a día de hoy, todavía gozan de buena reputación pese a la desconfianza que entrañan. Son bienvenidos en las fiestas e incluso en las cumbres institucionales, como bien ha demostrado una colección de políticos bravucones, histriónicos y resueltos cuya simpatía y vigor suelen acompañarse de buenas dosis de incorrección política, animando las reuniones de sociedad. Apenas asoma la solapa de su traje blanco, junto a sus ademanes a medio camino entre un duque y un golfo, y ya se organiza un corrillo a su alrededor. En el imaginario femenino, esos tipos irresistibles —de los que hay que huir nada más se vislumbre su blancura dental— son trending topic.
Su mala reputación causa estragos, pero sus feromonas lo invaden todo.
Interpretan exageradamente ímpetu y charme, osadía e incluso transgresión, actitudes que, todas juntas, resultan un auténtico engorro. De poco sirve prevenir que detrás de un mujeriego suele esconderse un ser humano inseguro y con baja autoestima. Es más, su supervivencia también se debe a las mujeres que les ríen sus impertinencias, o a las que los apoyan entregadas —como las esposas de políticos acosadores o de los que han pagado a prostitutas con dinero público—.
Dominique Strauss-Kahn alardeaba de ser un mujeriego. En su último instante de libertad, ni se privó de decirle a la azafata de Air France que tenía un buen culo. «Encaja en el perfil de la sociedad que entiende la vida con la lógica masculina», subtitulaba en La Vanguardia un interesante reportaje de Javier Ricou sobre la relación entre sexo, masculinidad y poder. El caso ha sido tumbado en el diván. Y más allá de que sea probado el delito del cual se acusa al ex director del FMI, su manera de relacionarse con las mujeres sobrepasaba los límites de la seducción, sin que ello supusiera mayores problemas; un vicio privado, dirían. Afortunadamente, a esta lógica masculina le ha ido respondiendo otra —hay tantas masculinidades como hombres— que ha incorporado la seducción como un asunto delicado y sensible.
Con pequeños gestos y lejos de prometer la luna, muchos hombres han demostrado que, además de saber leer mapas, acunan a sus hijos y los educan en el respeto. Con ello quiero decir que, irremediablemente, el futuro no pertenece a quienes no aceptan un no por respuesta, coleccionistas de conquistas que no consideran a una mujer su igual, sino su presa. Bajo sus plumas de colores esconden una prosa endeble y sobre todo una descomunal falta de empatía: según el último ensayo de Simon Baron-Cohen, un problema enorme que conduce a ver a los demás como meros objetos en lugar de personas. No, el futuro es de esos otros de los que apenas se habla en los periódicos, los que no necesitan dominar para seducir. Tantos hombres maravillosos.
Joana, esos seductores son tipos impermeables a los que la mujer no les importa nada… A mi no me molesta que me digan que tengo un buen culo…pero es un culo encima de un tronco y de una cabeza…Hay seductores que nos ven completas y no como objetos de “consumo”, thanks god. En el colmo del machismo, en México, a veces, cuando ven a una chica con un buen culo la denominan “nalga” y nada más. Ya ni siquiera es machismo, es cosificación. Prefiero a los puertorriqueños…también machistas pero que tienen un piropo muy gracioso tanto para hombres como para mujeres “¡¡Arroz!!, que carne hay. Las chicas, también se lo dicen a los chicos y sobre todos los gays entre ellos. A mi me gustan los seductores, pero creo que un buen seductor valora a la mujer en todo su amplitud…lo otro son palabras vacías, gastadas, repetidas…y decepción. Interesante artículo, Joana. Besos
… que bien lo has explicado …
impresionante….me encanta tu columna…te admiro…genial.
Aquí debo añadir, que si bien estoy de acuerdo con todo, y disfruto como un enano leyendote, hay un tercer tipo.
El que siempre tiene ganas de un revolcón consentido, es una sub especie que aun dentro de una ambulancia luego de caer de un septimo piso, a través de la única hendija libre de sangre entre sus parpados, seguramente estará atisbando el escote o bien la entrepierna de la enfermera que se devana por salvarlo. Hay hombres que han contado con madres muy lascivas, y bastante desprejuiciadas que terminaron haciendoles flacos favores.
Situado en medio de la dictadura de lo politicamente correcto, de la literatura infumable, de la globalización de los modales apropiados para antes del vino, me revelo junto a los muchachos de los diferentes quinces emes sempiternos, y clamo por la libertad de dispersión de las feromonas, el amor en todas sus formas, y la contención del mal gusto.
No acabo de veure clar això lligar en DSK amb els seductors. Oli i aigua.
Totes sabem que, per desgràcia, de seductors hi ha ben pocs (l´empatía és indispensable per a un seductor i pocs homes vénen amb aquesta equipació).
En canvi, les seductores per natura som nosaltres, les dones, i en especial tu, Joana.
Qui sedueix a una seductora? ningú més que el seu propi ego (i les ganes de ser seduïda, “que algú s´ho guanyi”).
I t´ho dic de seductora a seductora…
Demà tens rèplica al meu bloc:
http://sexandthebarcelonacity.blogspot.com
Salutacions,
Arte
Los campos de España son divinos, los hay cubiertos de vegetación, algunos son secos, otros con variados relieves, y al costado d l a carretera de casi todos los campos, hay unos curiosos antros luminosos, llamados eufemisticamente Clubs de carretras, y popularmente los Lumis.
No soy cura, mojigato ni santo, lo que más me gusta en la vida es sentir como se me revuelve la sangre a partir de un subidón de bilirrubina por un par de pechos cercanos o una entrepierna no demasiado recatada. Súcedáneos del amor.
Pero en esos lugares no hay amor. Ni algo que se le parezca.
Lo que hay, son miles de esclavas secuestradas, amenazadas, privadas de sus vidas cotidianas. Chicas que pasan años sin ver a sus familiares, soportando a dos especies no comercializables de cerdos, los que las secuestran y obligan a permanecer allí, y los que al medidodía están en misa y en la noche se dan una vueltecita por los Lumis para descargar el estrés acumulado. ratas en Polonia y en las carreteras, cerdos y polacas.
En la nariz del cacareado primer mundo se fragua uno de los delitos más execrables y extendidos, sin la más minima respuesta policial.
Generalmente desconfío mucho de la acción para cambiar las cosas a la vista de como están dichas cosas, y soy más bien partidario de hacer nada y dejar trabajar a la erosión.
Pero en este caso, algo habrá que hacer.