Saltar al contenido →

O sea, sin esqueleto

Los comensales empezaron a pinchar el pato a la naranja y aproveché ese primer minuto de concentración para sacar el tema. “¿Os habéis fijado en que los chavales escriben osea junto, incluso ósea ?”. Nadie rompió el silencio, así que proseguí: “Y no sería tan grave si no fuese porque, sabiendo que es incorrecto, algunos siguen escribiéndolo mal para no quedarse aislados del grupo”. Cuatro risitas. A mis compañeros de mesa no parecían preocuparles lo más mínimo las patadas al lenguaje de los adolescentes ni lo alejados que están de aquel “leer es sexy” en el que quiso creer mi generación.

El conocimiento se transforma, sí y seguramente los muchachos aprenderán a programar; estudiarán Ingeniería Robótica o Fin Tech; comprarán y venderán criptomonedas. Y probablemente triunfarán en la vida sin necesidad de saber que o sea se escribe separado y sin acento, a no ser que te refieras al esqueleto. Lo juntarán en su cabeza para no dejar que la conjunción baile sola, impidiendo que se desprenda de la posibilidad de ser. Su ósea enfatiza el mensaje, más allá de la explicación, del es decir, pero lo paradójico no es el error, sino la aclimatación de este.

El desapego de la verdad es proporcional al desapego a la sintaxis

Esta semana, la actualidad nacional ha permitido que las mentiras deliraran en los medios. La tragicomedia de Carlos Mazón, que sigue negando la realidad y tratando de moldearla a su aire alterando las manillas del reloj, ha alcanzado el esperpento. Mazón parece ser fan del ósea, al igual que Ábalos, que pagaba sueldo y piso a una amiga, nostálgico de aquellos tiempos donde lo incorrecto era la norma. A tutiplén. El desapego de la verdad es proporcional al desapego a la sintaxis. “¿A quién le va importar que escribamos bien los porqués si no podemos acceder a un miserable alquiler, a no ser que nos ennoviemos con el Ábalos de turno?”, pensarán muchos jóvenes­.

Stendhal creó una preciosa teoría aplicada al amor. Decía que si echas una ramita de árbol en las minas de sal de Salzburgo, en poco tiempo quedará “cristalizada”, y llegará a parecer una joya. Pero un día la sintaxis se impone y los cristales se derriten. Es ahí cuando muchos jóvenes necesitan comprender, ahondan en su carácter y descubren cuán reconfortante es el conocimiento, de qué manera emancipa, o sea, libera.

Artículo publicado en La Vanguardia el 2 de marzo de 2025

Publicado en Artículos La Vanguardia

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *