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París estornuda

¿Eres musulmán o católico?, le pregunté hace unos días a un periodista palestino afincado en París durante una de esas cenas que llamamos “de prensa”. Y Laith me contestó con elegancia y dulzura: “Soy parisino”. Sus palabras me trajeron de inmediato a la cabeza la baguette y el ramo de peonías en la cesta de una bicicleta, una imagen todavía real en la Rue Saint Honoré, tanto como los besos desesperados à la Rodin. Pero, ¿qué significa ser parisino hoy, tras el amplio respaldo en la primera vuelta de las elecciones legislativas a la ultraderecha? La misma que muestra orgullosa unas maneras bien poco republicanas, ilustradas y flâneurs. “Fin de una era”, titulaba ante­ayer el periódico económico Les Echos. Y es que el mundo en el que la fraternidad se agitaba como ideal quiere ser sustituido por la ley de la jungla.

Viajo mentalmente hasta las aceras de Opéra, tapizadas de clochards, cuya pobreza les parece insolente a los lepenistas. Los ciudadanos andan ensimismados, metidos en su pantalla, completamente ajenos a la alteridad, y en caso de reaccionar lo hacen con ganas de hacer saltar por los aires el sistema. Se llama voto de castigo. Como me dijo mi amiga Silvana antes de la victoria de Milei en Argentina: “No podemos más con este kirchnerismo que lo ha podrido todo. Hay que cambiar. A lo
que sea”.

Los franceses han reaccionado; se llama voto de castigo

Muchos franceses han votado a volantazos porque la izquierda, ocupada en descolonizar museos en lugar de resolver el problema de la vivienda, ha perdido la flecha del tiempo.
Macron lo tenía todo: capacidad, juventud, músculos, pero su desprendimiento de la realidad ha sido descomunal. Ahora se tambalea frente al huracán radical que amenaza con derrapar el futuro. Doce millones de franceses votaron el pasado domingo a un partido nacionalpopulista, xenófobo y antieuropeo calcado a los relatos distó­picos de Houellebecq. Ya lo dijo aquel canciller enamorado del amor, Metternich: “Cuando París estornuda, Europa coge frío”.

Artículo publicado en La Vanguardia el 3 de julio de 2024

Publicado en Artículos La Vanguardia

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