Isabel Giménez, magistrada sustituta del juzgado de primera instancia número 19 de Barcelona, ha escrito una carta a la menor cuyo padre, acusado de violencia machista, reclamaba estar con ella a pesar de la orden de alejamiento dictada contra él. La sentencia en sí no es novedosa, ya que, desde hace casi tres años, según la ley orgánica 8/2021 de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia, y el decreto ley 26/2021 que modificó el Código Civil de Catalunya, se priva de la custodia –y también de las visitas– al progenitor incurso en un proceso penal. La carta de la juez, en cambio, sí resulta insólita por el acercamiento a una niña de nueve años que ha tenido que declarar a puerta cerrada sobre las peleas de sus padres. A ella le agradece su coraje y admite lo doloroso y cansado que habrá sido responder a tantas preguntas. “Has sido muy valiente al decirnos algunas de las cosas que te dan miedo y que la razón por la que no quieres estar con él es porque te da mucho miedo que le haga otra vez daño a tu mamá”, le escribe.
En la premiada Anatomía de una caída, se juzga a una mujer como presunta autora de la muerte de su marido y esta declara en el juicio: “A veces, la pareja es una especie de caos y todos están perdidos, ¿no? A veces se lucha juntos, otras solos y otras, uno contra otro. Ocurre”. El espectador empatiza desde el inicio con el personaje de una escritora que comparte una casa solitaria con su marido e hijo en los Alpes franceses. Pero simpatiza aún más con el chico, invidente, que presencia las sesiones judiciales donde se desmenuza y enjuicia moralmente la vida de su madre.
La magistrada agradece a una niña de nueve años su coraje al declarar sobre las peleas de sus padres
En una secuencia, el menor es convocado por la jueza, que le dice que no quiere que asista a la siguiente sesión. Que puede ser demasiado dura para él ya que no puede censurar ni amortiguar las declaraciones pues hay que llegar a la verdad. El muchacho responde con una madurez asombrosa que prefiere asistir para enterarse de primera mano.
La histórica abogada María José Varela no duda de la ley: “Los jueces deben proteger al menor; en nuestras legislaciones, el principio básico de cualquier proceso radica en su interés. Lo importante es que lleguen al juzgado para poder ayudar a las víctimas. Lo más paralizante que trae la violencia es el miedo”. La niña de nueve años a quien la jueza Giménez ha escrito una carta llamándola “valiente” se refiere a su padre como “el señor que estuvo a punto de matar a mi madre”.
En la sentencia dictada, Isabel Giménez también avisa al progenitor de la multa que se le impondrá si vuelve a poner una denuncia a causa del síndrome de alienación parental (SAP), del que el Consejo General del Poder Judicial afirma que “carece de fundamento médico-científico”. El SAP fue acuñado por un profesor de psiquiatría que defendía que “los niños sufren por la reacción exagerada a la pedofilia por parte de la sociedad”. Y no solo la alentaba, sino que, además, trataba de histéricas a las madres que denunciaban abusos sexuales a sus hijos por parte del padre u otro familiar.
En lo que va de año siete niños han sido asesinados por sus progenitores. Una larva de odio, y también la voluntad del mal, van alimentándose en el fuego cruzado entre una pareja. Muchos de los ataques a mujeres e hijos suceden tras la separación, cuando ha regresado la merienda con videojuegos en la calma de la tarde. No quiero pensar en la mezcla de estupefacción y horror que debe golpear al pequeño antes de morir a manos de su padre o de asistir a la agonía de la madre. Escapar de ello bien merece una carta.
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