- La gran dama de la literatura latinoamericana acaba de publicar ‘El viento conoce mi nombre’ y afirma que a sus 80 años disfruta de la época más feliz de su vida
- Escribió ‘La Casa de los espíritus’ en una pequeña cocina de Caracas, y el éxito fue tan inesperado como transformador. Hoy, la escritora más leída en español, dice que la literatura es su único vicio
A través de la pantalla, se intuye el primer azul acuarela del Pacífico. Son las nueve de la mañana en Sausalito (California) e Isabel Allende, bien peinada y maquillada, está sentada en su despacho –aunque el lugar donde escribe a diario está situado en el jardín, “la casita”, dice-. No aparenta los ochenta años que ha cumplido. Cuatro lleva casada con Roger: “Un gringo con un acento muy cerrado del Bronx, pero el tipo es cariñoso y tiene buenos modales. Y eso es lo único que se necesita a mi edad”, afirma.
En su estudio, paredes blancas, estanterías, un par de orquídeas, libros bien apilados y algunas fotos. “Mira, esta era Paulita”, me dirá cuando llevemos ya más de media hora de conversación , tras haber afirmado, y gestualizado, que la muerte de una hija deja un dolor bajo la piel. Al fondo, un cuadro pintado por su madre, Panchita: “Ella pintaba muy bien, pero le faltaba seguridad en sí misma. A nosotras nos criaban así. Ahora eso ha cambiado”.
Pero usted ha repetido que es una apasionada. ¿Se puede ser una anciana apasionada?
Espera: ¡yo no soy ninguna anciana, eh! Soy vieja, orgullosamente vieja, pero no anciana. Yo no necesito ayuda para moverme o para comer . Esa es la diferencia
Allende es la que más libros vende en español –más de 75 millones-, la única mujer que se contó entre el llamado boom y posboom latinoamericano-. No lo tuvo fácil: solo conserva recuerdos del padre hasta los cinco años, porque Tomás Allende, diplomático y primo hermano de Salvador Allende, abandonó a su madre y a sus tres hijos. Dictadura, exilio, la pérdida de su hija Paula, hijastros drogadictos, los compañeros que la desdeñaron.
Superventas
Allende es la autora que más libros vende en español: lleva más de 75 millones
De sentimental, y facilona la acusaban. Pero sin proponérselo, ella fue entrando en miles de vidas ajenas a través de sus voces literarias. Sus lectores, millones en todo el mundo, siempre han sido su ancla. Nunca se ha desprendido de un dolor que la sigue conectando con historias extraviadas Hizo un vaciado autobiográfico tras la muerte de su hija Paula, con 28 años, en Madrid Y creó una la Isabel Allende Foundation, en memoria de su hija, que había trabajado de voluntaria en comunidades marginales (en Venezuela y España)
La premiadísima escritora gasta humor, energía y una educación exquisita. No quiere viajar, ni fiestas ni jolgorios, pero su gesto es efervescente , tan franco como hechizante. El 7 de junio se publicará su nueva novela El viento conoce mi nombre (Alfaguara), una historia sobre el abandono y la frontera, la guerrilla, el exilio, y el amor entre iguales. También es un radiografía contemporánea de la condición humana en situaciones límite cuyas historias laten entre el dolor y la esperanza.
‘El viento conoce mi nombre’ trata de historias de abandono y del enjambre emocional que supone el tránsito de la frontera.
A través de mi Fundación, ayudamos a personas de alto riesgo en las fronteras. Cada tanto nos llegan historias tremendas. Por eso un personaje del libro como Anita, una niña ciega, existe. Quienes trabajan para ayudar a gente como ella son, sobre todo, mujeres: psicólogas, abogadas, trabajadoras sociales… Con ellas realicé la investigación para el libro. Por eso sé exactamente dónde se halla el cruce de la frontera.
La novela arranca en la Viena de 1936 y la persecución a los judíos.
Años atrás vi una obra de teatro sobre niños judíos que salieron de Austria, de Polonia, etc.. rumbo a Inglaterra. Solos. Los padres sabían que enviarlos en un tren era la única forma de salvarlos. Hoy, en Centroamérica, lo que hacen las maras es tremendo. Violan a las niñas y e integran a los niños en las bandas de delincuentes. Lo único que pueden hacer los padres es mandar a sus hijos a Estados Unidos.
El éxodo es una constante a lo largo de la historia.
Nada cambia. En este momento hay niños de Ucrania que están en esa misma situación: sus padres los han sacado del país, a veces solos, para que se salven de la guerra.
Mi mamá era una mujer de 25 años, con tres niños y sin marido, que vivía de la caridad de su padre y de su hermano
¿Empieza siempre sus libros el 8 de enero por superstición?
Por disciplina. Hay muchas cosas que intentan alejarme de la escritura: conferencias, entrevistas, mi Fundación… Y esa es la única forma que tengo de dedicarme a lo que más me gusta.
Pero leí que se quejaba de la disciplina porque le quitaba libertad.
Es que antes la disciplina me hacía sentir segura y ahora no necesito esa seguridad. Todavía me quedan algunos rasgos de esa época. Por ejemplo: soy una enferma de la puntualidad. Ese es uno de los problemas que tengo con Roger. Porque él vivió 48 años con una italiana impuntual y ¡me desespera!
Su escritura es sensual y hechizante
Será por la música de las palabras. No sé nada de música, eh, pero la música es universal. En El viento conoce mi nombre quería relacionar a un viejo con una niña, y la música me sirvió para hacer ese enlace.
En ‘Mujeres del alma’ afirma que usted es feminista desde la kindergarten.
Mi mamá era una mujer de 25 años, con tres niños y sin marido, que vivía de la caridad de su padre y de su hermano hasta que se volvió a casar con el que fue mi padrastro. Como era una mantenida tenía que aguantar mucho. Crecí en medio de todo eso y no tenía otra alternativa que revelarme. Me echaron de las monjas a los seis años, pero no porque fuera mala, sino por ser hija de una mujer separada.
Fui una de esas amas de casa que esperan al marido con un Martini. Completamente estúpida
¿Y nunca buscó a su padre?
¡Nunca! Si yo no le importé a él, ¿por qué me iba a importar él a mí?
Su madre se casó muy joven.
En mi Fundación trabajamos en ese sentido. En África, tenemos un programa que se llama Demasiado joven para casarte. En Afganistán, cambian a las niñas por sacos de arroz. Bueno, nosotros queremos que las mujeres sepan que valen mucho. Pero en algunos países damos un pasito y en otros no se puede. Y luego está lo que ha pasado en Estados Unidos: un tremendo retroceso en el aborto y ya se están limitando los anticonceptivos. Terrible. Tenemos el caso de Gabriel Zamora, un niño de nueve años que enviaron solo a Estados Unidos. El coyote que lo tenía que haber traído lo abandonó en Guatemala. Estuvo dos meses perdido, cruzó la frontera tres veces y las tres lo deportaron … Hoy tiene 32 años y ha escrito un libro precioso, se titula Solito. Tiene una visa Einstein, que es aquí se les da a los genios, y se ha graduado en Harvard. Él llegó, a pesar de todo, pero muchos otros se quedan en el camino.
A usted no tardó en llegarle el éxito.
Pero el éxito fue inesperado, sí, La casa de los espíritus me cambió la vida.
Su primer libro lo escribió en la cocina, ¿verdad?
Sí, en un apartamento de Caracas. No sabía lo que estaba haciendo, si iba a ser una novela o qué, no tenía un guion, nada. Lo único que quería era contar todas las cosas que recordaba de mi familia en Chile, las anécdotas de mi abuelo, el terror que había pasado mi país con la dictadura.
¿Por qué esa necesidad de contar?
Siempre fui una buena lectora, viví mi infancia con un libro en la mano, pero me fui aproximando a la literatura por la periferia, sin atreverme a decir: “quiero ser escritora”. Entre otras cosas porque no tenía modelos a seguir. Todos los autores del boom eran hombres. Y las escritoras que yo había leído eran unas damas inglesas que se habían suicidado. ¡Todas!, ¡imagínate!.
Pero hacía periodismo, y en 1967 tenía una columna titulada ‘Civilice a su troglodita’.
Sí, sí. Escribía en la revista Paula, hecha por cuatro mujeres. Yo no era periodista, era atrevida. Y ahí aprendí mucho. Por primera vez en Chile se habló del aborto, de la violencia doméstica… Era una revista muy feminista para la época. Pero yo en verdad no lo era tanto. Me casé muy joven para no quedarme soltera. Fui una de esas amas de casa que esperan al marido con un Martini. Completamente estúpida. De esas que soñaba con el príncipe azul: un hombre guapo, fuerte, elegante, que se fijara en ti y te protegiera. Luego esos son los peores, son los que te maltratan.
Ese tipo de hombre difícil, tan exaltado por el amor romántico…
Que podrías tener de amante, pero no de marido.
¿Cree que el amor tiene una duración específica?
Sí. A mí me dura como veinte años. Luego me doy cuenta de que no da para más y me quedo otros ocho años tratando de arreglarlo. Pero ya no: apenas la cosa empieza a deteriorarse: ¡chao pescao!
¿Esa seguridad viene determinada por la edad?
Sí. Tengo 80 años y me siento bien, sana. Soy consciente de que no me queda mucha vida y quiero que cada día sea una celebración. Me despierto todos los días con dos perros y un marido, en ese orden ¡qué cosa más maravillosa! Pero, el tiempo pasa rápido y muchas personas de mi edad se van deteriorando: uno se cayó y se rompió la cadera, a otro le dio Covid y se quedó con secuelas… Hay que aprovechar el presente. Mira, yo estoy viviendo la época más feliz de mi vida, sólo superada por cuando mis hijos eran chiquititos y me encantaba criarlos. No tengo ninguna responsabilidad. Mis padres ya no están, mis hijos están perfectamente bien y no me necesitan, mis nietos no me buscan mucho y se dedican a estudiar…
¿Qué lugar ocupa ahora la libido?
En la vida cotidiana, sencilla, privada que tengo con Roger. Llego a casa, abro la puerta y me acoge una sensación de nido. Están las flores, mis perros, Roger cocinando. Eso es delicioso. Con Roger tenemos una complicidad tremenda: planeamos qué película ver en la noche, cuándo reunirnos con los amigos. Y luego está la escritura, que es placer más profundo. Si no estoy escribiendo, estoy pensando en lo que voy a escribir. Siempre. Estoy todo el tiempo metida en mis historias , abstraída de la cruda realidad que nos rodea.
El deseo sexual que tenemos no es el mismo, pero uno se va acomodando. Ya no hacemos acrobacias
¿Cree en alguna religión?
De religión, nada. Pero sí tengo una parte espiritual. Porque el misterio de la existencia no se puede explicar fácilmente. Mi abuela decía que existen infinitas dimensiones y que el paso entre una dimensión y otra puede ser tan sutil que ni cuenta te das y que los vivos pueden estar con los muertos si tú los recuerdas y los amas. Y es verdad: así siguen vivas mi mamá y Paula. También mi padrastro, al que he querido mucho. Pero sobre todo mi mamá y Paula. Aquí la tengo, mira qué linda Paulita. En esta foto estoy con mi mamá cuando era chiquita. Mira esta otra: aquí mi mamá ya tenía unos 45 años..
Volviendo al feminismo, quisiera preguntarte…
¡Ay, querida! Lo que tenemos que hacer respecto a eso es desbancar el patriarcado. Y eso no se derroca reproduciendo lo que los hombres hacen. Tenemos que ir por otro camino. Nada es demasiado radical. El péndulo va y viene, va y viene. Siempre hay retrocesos, pero porque toda revolución es desordenada y caótica y con errores.
¿Le han ofendido por el hecho de ser mujer y escritora?
Muchas veces. Más en Chile que en otra parte. Porque hay lo que llamamos chaqueteo: alguien se va elevando y no falta quien le tira de la chaqueta para impedírselo. Es envidia, mala leche. Y si eres mujer, ¡mucho peor! De todos los premios nacionales de literatura chilena, sólo cinco son mujeres (Allende lo obtuvo en 2010). A Gabriela Mistral le dieron el Nobel, ¡el Nobel, querida!, y a pesar de eso durante mucho tiempo se ninguneó su obra en Chile. La envidia de los colegas es muy dañina. En mi caso he tenido el respaldo de mis lectores -más lectoras que lectores-.
¿Sufrió agravios directos de sus colegas escritores?
Claro. Roberto Bolaño decía que yo no era escritora, que era una escribidora. Jorge Edwards afirmó que yo no hacía literatura, que yo hacía simples obras comerciales. Entonces Carmen Balcells le preguntó: “Jorge, ¿pero tú la has leído?”. Y él le respondió: “no y no pienso leerla”. O sea: era la rabia que tenía porque yo vendía más que él.
Carmen Balcells, la carismática agente literaria siempre la apoyó.
Yo no era nadie y ella me recibió con un enorme respeto y cariño, me dijo: “Tendrás que esforzarte el doble que un hombre para obtener respeto y reconocimiento”. También añadió: “cualquiera puede escribir un buen primer libro, pero la gran prueba está en el segundo”. Carmen era muy clara.
Su hija Paula murió con 28 años, tras varios meses en coma ¿Cómo se sobrevive a eso?
De eso nunca te curas. A veces me sorprendo diciendo: “Paulita, paulita”. Pero no sé bien lo que estoy haciendo, si llamándola o qué. Me llegan muchas cartas de madres que han perdido o están a punto de perder a sus hijas. ¿Y qué les dices? Pues que el dolor va estar siempre dentro de ellas, pero también que la vida tiene otras cosas para disfrutarla.
¿Su madre la animó a casarse de nuevo?
¡Sí! Le decía: ¿pero para qué mamá? Podemos ser amantes y ya. Y ella: mira, los amantes vienen y se van. Los maridos, no. Los maridos están atrapados. ¡Ay, mi mamá!
De la pérdida de una hija nunca te curas. A veces me sorprendo diciendo: “Paulita, paulita”
En ‘Mujeres del alma’ (Alfaguara) cuenta que tiene nietos ‘no binarios.’
Sí, sí. Mira: cualquier clasificación… es mala.. Que no se nos imponga nada, nosotros somos gente de todos los colores y de todos los géneros.
¿Ha tenido algún vicio a lo largo de su vida?
¿Vicio? No identifico ninguno. Tal vez mi único vicio sea la escritura. Probé la marihuana. Probé éxtasis con un psiquiatra. La ayahuasca, un par de veces. Pero ha sido sólo eso: probar.
¿Ha ido a terapia?
Sí. Después de que muriera Paula y para tratar de arreglar mi anterior matrimonio. Y nos separamos: no hubo abogados, ni pleitos ni nada. Después me enteré de que él me puso los cuernos cuando Paula se estaba muriendo. Pero no lo supe en su momento. Y qué bueno. Porque eso ya me habría matado: la muerte de mi hija y los cuernos al mismo tiempo, ¡no, no, no!
Usted es una mujer elegante y seductora…
¡Y vanidosa!, jajajaja. Un día vinieron los de Vogue, con vestidos de noche, y yo pregunté por qué. Y me dijeron: porque eres la gran dama de la literatura y queremos una imagen tuya muy aristocrática. ¡Eran un montón de trapos que yo no me pondría en la vida! ¿Sabes qué pasa? Que yo no voy nunca a la moda, pero siempre ando arreglada. Roger nunca me ve hecha un desastre, sin peinar, sin maquillaje… Siempre pienso: hoy es cuando me voy a ver mejor que nunca.
Mi pareja, Roger, nunca me ve hecha un desastre, sin peinar, sin maquillaje…
¿Su relación con el espejo ha sido siempre buena?
No fue buena. Siempre he tenido tendencia a engordar. Si no me cuidara, sería una bola. No me sentía atractiva. Soy bajita. Cuando trabajaba en la revista Paula, veía a muchas modelos estupendas y me miraba yo al espejo y… no, no. Pasaron los años y poco a poco fui teniendo ganas de verme bien y empecé a arreglarme y, oye, hoy me siento bien.
¿Cómo se vive la pasión erótica a su edad?
La pasión erótica no se acaba. Mi mamá, poco antes de morir, a los noventa y ocho, me contó que había tenido un sueño erótico. Yo tomo estrógenos y gracias a eso me siento más joven. Pero soy una mujer de ochenta y estoy casada con un hombre de ochenta y el deseo sexual que tenemos no es el mismo que hace cuarenta años, pero uno se va acomodando. Ya no hacemos acrobacias, pero… Jajajajaja. Mira: la vida sexual es importante, porque es la intimidad plena. Ese piel con piel…. ¡es maravilloso, ¿no? Eso y otras cosas, claro. Un día le preguntaron a Roger cómo era estar casado con Isabel Allende. Y él dijo: es como despertar siendo niño y sabiendo que te van a llevar al circo.
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