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Zelenski, la camiseta es el mensaje

Al comienzo del conflicto entre Rusia y Ucrania, Volodímir Zelenski se dirigía al mundo vestido con un traje azul marino, normativo y occidental. Ya se había despojado de la risa de sátiro con la que presentaba el show Servant of the people. Fue tan grande su popularidad que logró transformar una ficción rocambolesca en la presidencia del país. Pero el paso a la realidad fue más fiero de lo que nunca hubiera imaginado. A medida que se recrudecía la amenaza de Putin, Zelenski iba relegando las camisas blancas y las corbatas pulcras. El orden estallaba en mil pedazos, y la visión estética del presidente de la pequeña república de Europa oriental daba un vuelco. A partir de entonces, como si de una promesa laica se tratara, se enfundaría en una humilde camiseta caqui, perpetuando esa imagen de hombre pequeño, de David frente al Goliat ruso. Zelenski, primus inter pares, mostraba a sus compatriotas que sudaba, que olía a humanidad herida.

Desde Churchill, durante la II Guerra Mundial, no veíamos a un presidente electo de un país europeo vestido de uniforme. Recuerdo a los gobernantes en la carnicería de los Balcanes trajeados como diplomáticos del Este y debidamente salpicados de caspa. El Viejo León, en cambio, apelaba a una fórmula que acabaría convirtiéndose en mítica, “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, aunque no se deshacía de la pajarita y el puro ni paseando entre los escombros. Y no necesitó más que levantar el cuello de su abrigo cruzado de la Royal Navy para anunciar aquel “lucharemos en las playas”.

Europa Press

“Sin imperdibles, sin botones, no necesitará aguja ni hilo”, rezaba el eslogan de una campaña de la Cooper Underwear Company dirigida a hombres solteros allá por 1904. La nueva industria textil facilitaba la fabricación de esa prenda interior destinada a campesinos, obreros y soldados. Hasta que llegó Marlon Brando con aquella camiseta blanca encogida y sudada en Un tranvía llamado deseo. Fue un golpe de efecto cinematográfico que desnudaba su vulnerabilidad como hombre, su domesticidad en peligro.

“La camiseta es el mensaje”, me cuenta Silvia Alexandrowitch, historiadora de la moda y autora de Antes de que os olvidéis (Editorial Superflua), que subraya que la forma de Zelenski de quedarse en camiseta es idéntica a la de tantos hombres que le ven a diario en televisión y tantos otros que luchan para defender su país. Establece una línea simbólica. “Indica que tiene el valor de mostrarse al mundo y también al enemigo como un hombre vulnerable y empático con los suyos”, afirma.

Basta con buscar en Google Zelenski t-shirt para comprobar que ya se venden online decenas de modelos con su rostro y eslóganes como “Capitán Ucrania”, “Héroe” o “No me escondo”, “No le tengo miedo a nadie”. La camiseta actúa como pancarta, el verdadero icono de la resistencia del pueblo ucraniano. La vistió –debajo de una sudadera igualmente caqui– incluso en su reunión con Joe Biden en la Casa Blanca, en la que llegó a decirle “necesito municiones, no ­viajar”.

No hay que olvidar que Zelenski es un civil, ni que las fuerzas armadas ucranianas tienen un jefe, Serhí Shaptala. Pero no existe auténtico liderazgo sin conexión emocional, y él es consciente de que la suya es la imagen de Ucrania ante el mundo. La de una sencilla camiseta, desgastada, muy hu­mana.

Artículo publicado en La Vanguardia el 4 de febrero de 2023

Publicado en Artículos La Vanguardia

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