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El secreto del plisado de Fortuny sigue custodiado en la última fábrica textil de Venecia

En pleno centenario de la veneciana fábrica de tejidos Fortuny, la única factoría textil que pervive en la ciudad de los canales, los actuales propietarios, Mickey y Maury Riad, actualizan su legado

En el palazzo de La Laguna, entre sábanas tendidas y redes de pescadores, una placa informa: “En este edificio, del 1921 al 1949, Mariano Fortuny y Madrazo prodigó su trabajo y su genio serenamente dirigido a alcanzar la belleza en todos los lugares.

Los que le conocieron y amaron colocaron esta placa en memoria e inspiración”. La fachada del nuevo showroom textil se asoma sobre el canale della Giudecca, al sur de Venecia, y arroja no solo memoria, sino también oficio. Se respira una atmósfera sagrada, regia. Y los jardines, con una piscina palladiana, evocan el mundo de uno de los artistas más misteriosos e influyentes de la historia, el llamado Mago de Venecia.

Nacido en Granada en 1871, hijo del pintor y grabador catalán Mariano Fortuny i Marsal y de Cecilia de Madrazo y Garreta –hija a su vez de Federico de Madrazo Kuntz, pintor de cámara de Isabel II, y hermana de los también artistas Ricardo y Raimundo–, se familiarizó desde pequeño con los tejidos orientales, ya que su familia poseía una notable colección. Fue criado en París, y siendo joven su familia se trasladó a Italia, donde acabaría siendo apodado “el príncipe de la luz” por ser un creador que no solo la buscaba en su pintura sino también a través de audaces patentes como la lámpara Fortuny o un nuevo papel fotográfico de su invención.

El joven Fortuny se enamoró del arte de los tejidos en 1902, cuando conoció, en París, a Henriette Negrin, una modista que se convertiría primero en su musa y después en su colaboradora y esposa. En 1906, la pareja comenzó a experimentar con tejidos estampados –utilizaban extractos de insectos y plantas– con motivos inspirados en la Antigüedad clásica. Enseguida triunfaron en todo el mundo, y algunas de sus prendas míticas, como Delphos, una túnica plisada de seda sin costuras ni recogidos y un cordoncillo de seda con abalorios de cristal de Murano que ceñía la manga a voluntad, fueron vestidas por las mejores bailarinas y actrices de la época, de Isadora Duncan y Martha Graham a Lillian Gish o Dolores del Río.

Con paso silencioso, las encargadas del taller descuelgan paños de telas preciosas en un espacio que conecta el interior y el exterior, entre la luz y el agua. Es aquí, cerca de una mesa apoyada en una estrecha y empinada escalera veneciana, donde el visitante se adentra en el universo creativo de la casa Fortuny. Sus exuberantes tejidos absorben los colores de Venecia y destilan luz, pintura y arquitectura.

“Intento recrear algunas de las intenciones de Mariano Fortuny y darles vida hoy”, afirma el arquitecto Alberto Torsello, a quien los hermanos Mickey y Maury Riad encargaron la dirección artística de la firma que heredaron de su padre en 1998. Maged Riad había sido el abogado de Elsie McNeill, la condesa Gozzi, una refinada diseñadora de interiores a la que Henriette, la viuda de Mariano, nombró única representante de la marca en los Estados Unidos. McNeill no solo la había animado a exportar sus telas al país norteamericano y a abrir una tienda en Nueva York –donde las telas Fortuny siguen triunfando–, sino que salvó la manufactura de la ruina en la durísima posguerra de la II Guerra Mundial. Y cuando ella falleció, la familia Riad se entregó de lleno a darle continuidad al proyecto.

Cuando Fortuny murió en bancarrota, en 1949, donó su legado –que incluía el Palacio Pesaro degli Orfei con su interior abarrotado de telas, objetos antiguos y diversos inventos– al estado español, que lo rechazó. Y unos años después, en 1956, Nigrin cedió al Ayuntamiento de Venecia el actual Museo Fortuny. En aquellas estancias, creaba escenografías para la Scala de Milán o desarrollaba proyectos como la denominada Cúpula Fortuny, una estructura de hierro y lona ideada para reflejar la luz en espacios escénicos, un hallazgo que aún se refleja en las telas de la casa que lleva su apellido.

El secreto mejor guardado

Pero el secreto de sus célebres tejidos continúa sin desvelar: “como el testamento de Fortuny estipulaba que sus técnicas de fabricación de tejidos no debían ser nunca reveladas al público, siguen siendo un secreto transmitido de generación en generación por los artesanos que trabajan entre las paredes de sus talleres”, cuenta Mickey Riad, director creativo de la marca. Y, así, en la única factoría textil que pervive en la ciudad de los canales se emplean hoy las técnicas y la maquinaria originales desarrolladas por Mariano Fortuny para producir una telas exquisitas cuyos patrones se inspiran en obras de arte, objetos preciosos o el reflejo de la arquitectura en el agua de la laguna veneciana y la luz cambiante.

Publicado en Magazine La Vanguardia el 31 de octubre de 2022

Publicado en La Vanguardia Magazine La Vanguardia

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