La compasión es caprichosa, pero también predecible. Me obligo a ver First dates porque mis amigas listas dicen que es un material sociológico de primera, “sin filtros”, y veo a un señor que le dice a una señora a modo de resumen: “Bien, me gusta tu cara. En cuanto a tu cuerpo… bueno, ojalá tuvieras más tetas y más culo”. Ella sonríe y le responde: “Pues yo te preferiría con dientes”. Y lejos de sentirse abochornado, ese hombre que en una primera cita se había olvidado la dentadura postiza en casa –tal era su escaso interés o su enorme soberbia– insiste en volver a quedar para comer una paella, y quién sabe. Su tentativa de partenaire muestra deseos de salir corriendo, y, sin duda, debe de pensar que llevar dientes tendría que ser obligatorio para cualquier concursante. Otra mujer le dice a un hombre con menor formación intelectual que ella: “Me has caído muy bien, pero eres demasiado bajo”. Y pienso en las razones que podría argumentar sin necesidad de humillarle (así se perpetúan los complejos limitadores). Bastaría con argüir un: “No sabes quién es Rilke, y eso para mí es inaceptable”, o simplemente: “No encajamos”.
Una pareja pertenece al género de la orfebrería: precisa de materiales atractivos y resistentes y sobre todo de encaje fino. Exige virtuosismo, el de quienes logran encontrar un hueco –natural, orgánico– para colarse en el otro. Se llega a la vida de alguien mediante la pasión, pero el reto es trazar un itinerario común, fondear aguas que nunca se hubieran imaginado. Aunque solo si se consigue tejer firmemente ese entredós –la tira bordada, o de encaje, que se cose a una tela por sus dos bordes– evitando okupar el espacio del otro, una pareja podrá evitar deshilacharse.
Las de First dates dicen buscar “algo serio”. El compromiso es seriedad, mientras que la pasión es alegría. “Y tragedia”, me apunta Magüi Mira, que acaba de estrenar en el Teatro Español de Madrid una magnífica pieza, Los nocturnos, de Irma Correa, sobre los amores de Chopin y George Sand. En escena, Marta Etura abre sus piernas e invoca la miel, junto a un Chopin interpretado por Jorge Bedoya que exalta a Eros a pesar de que siempre se estaba muriendo. “Nos oirán hasta en el otro lado del océano”, exclaman los amantes deseando que el sexo sea el epicentro de su estabilidad. ¿Qué es un “Nocturno” sino la expresión musical de un orgasmo? Lamentablemente acabaron estrellándose en la oscuridad del amor. De su ardor, tan literario, tan tremendo, nos hemos alimentado durante años, pero poco hemos aprendido.
Comentarios